Eduardo Alcantara es un experimentado productor y compositor musical. Muchas de las canciones que durante años se han escuchado en España han tenido su melodía o su letra. Pero ahora el ritmo de su vida lo marca Dios, al que descubrió tras sacarle de manera brutal y repentina de un alcoholismo que lo había llevado a una vida carente de sentido, llena de antidepresivos y ansiolíticos que le llevó a perder su trabajo y toda su vida.
Su cambio fue repentino, en un instante, hundido en el abismo con la vida destrozada por el alcohol recurrió por primera vez a Dios, y no volvió a probar el alcohol. “Dios había hecho un milagro”, confiesa Eduardo, que asegura que en Medjugorje la Virgen completó el trabajo iniciado por el Señor.
Una espiral hacia el abismo
Este compositor y productor afirma que a partir de los 30 años empezó el problema con el alcohol, algo que fue agravándose con los años. Al principio bebía “principalmente para evadir una situación personal muy complicada que tenía". Lo hacía a escondidas de las personas y el ambiente en el que se movía.
Bebía por las noches, y más tarde también por las tardes e incluso por las mañanas. Eduardo cuenta que fue consciente de la gravedad cuando percibió que era “incapaz de ir a dormir sin beber alcohol”. Esto empezó a afectar gravemente en su vida personal y laboral metiéndose de problema en problema.
“Llegó un momento en el que no tenía apenas trabajo ni encargos”, cuenta. Esto le llevó a tomar antidepresivos y ansiolíticos porque “mi vida se estaba destruyendo”.
Eduardo recuerda que “no podía dejar de beber. Sabía que me estaba llevando al fondo del pozo pero no tenía capacidad de resolver el problema. Esto me llevó a una depresión y mezclaba la medicación con el alcohol. Y empecé a beber más todavía”.
Hasta cinco y seis litros de alcohol bebía al día para evadirse. “Tenía entonces 46 años y sabía que mi vida se había acabado, no quería saber nada más de esta vida, había llegado al último compás”.
Evidentemente, los problemas físicos derivado de su alcoholismo llegaron. Fue al médico y le hicieron una analítica. El doctor le preguntó si bebía mucho pero lo negó y se fue a su casa. Siguió con la vida normal hasta que un día, el 1 de junio de 2015 rescató los resultados de un cajón y miró en internet si los niveles eran normales. Al ver cómo estaba su cuerpo “me llené de un pavor indescriptible”.
El tremendo encuentro con Dios
En ese momento –relata Eduardo- “tuve tal miedo que levantando la cabeza hacia arriba pedí a Dios que me ayudara. Se lo pedí como un niño y sentí en ese instante la fuerza para no beber nunca más”.
Esa noche se fue a la cama sin beber ni una gota de alcohol. Al despertarse lo hizo como hacía años que no lo vivía, con una mente clara. “Supe que Dios había actuado en mí porque había sido capaz de dormirme sin beber, lo que no pasaba desde hacía años”, confiesa.
Rezó a Dios para darle las gracias por la ayuda de la noche anterior. Y con Dios en la boca volvió a pasar ese día entero sin beber. Y así otro más y otro…
Eduardo recalca que cada día se iba encontrando mejor, con más alegría, más fuerza y claridad mental, pero no se olvidaba de seguir rezando porque “sabía que lo que había ocurrido es que Dios me había escuchado cuando le supliqué que me ayudara”.
A la vez que se sanaba empezaron a ocurrirle cosas que no entendía: “sonaba el teléfono y cantantes y clientes que hacía años de los que no sabían nada empezaron a llamarme para preguntarme si me seguía dedicando a la música”.
El segundo paso en Medjugorje
Su vida iba ganando orden. No bebía, se levantaba alegre por las mañanas, tenía trabajo. Su existencia había dado un vuelco. Y al fin pudo dejar también los antidepresivos. Lo que no dejó fue la oración, pues echando la vista atrás se dio cuenta de que sin hacer nada, “sólo pidiendo a Dios que me ayudara”, Él “había hecho un milagro”, cuenta este productor.
De sus vicios y su vida pasada sólo le quedaba una espinita. Para luchar contra la soledad no paraba de fumar por las noches. Pero entonces unos amigos suyos le invitaron a ir Medjugorje en 2019.
No olvidará tampoco ese día. Era el 13 de septiembre y Eduardo se encontraba en la explanada de esta aldea bosnia convertida en un lugar de peregrinación. Rezaba a la Virgen, le contaba su vida, pero en esa conversación –señala- “notaba que estaba un poco enturbiada por ese residuo de fumar por las noches. En ese momento, sin preverlo, sin buscarlo, noté que una fuerza me inundaba de paz y de una alegría que no era de este mundo. Duró más o menos unos siete segundos”.
“La Virgen había roto esa cadena que me unía a ese vicio. Y a partir de ese momento quedé totalmente libre de cualquier tipo de adicción. María completó lo que Dios había iniciado conmigo”, afirma con rotundidad.
Eduardo Alcantara es otra persona y explica que su vida está ahora “centrada en el Señor y en la Virgen”. No falta a misa, se confiesa con regularidad, reza el Rosario todos los días y trata de estar siempre cerca de Dios, “porque he visto con mis ojos –concluye- que me ha salvado la vida”.