Aunque tenía cinco años cuando sus padres se divorciaron, Laszlo (Ladislao) Szilagyi no padeció traumas por ello.
Los encuentros regulares con su padre potenciaban el sentirse amado, protegido y desde temprano además Dios era una realidad cotidiana y hasta “evidente” en su Rumania natal.
Más aún, a diferencia de otros niños y su propia familia, no podía evitar sentirse atraído con fuerza “por conocer de lo divino y lo sobrenatural”, confidencia.
Al despuntar la pubertad su familia se trasladó a la ciudad de Timosoara para que pudiera luego proseguir los estudios secundarios. Era un mundo que ofrecía a los chicos decenas de novedosas actividades en las que experimentar…
El kung fu y la "energía"
Ladislao, con nueve años, se prendó del Kung Fu; disciplina de artes marciales en la que destacaba al punto que su ‘maestro’ le confiaría el entrenamiento de los más pequeños.
“Mi entrenador solía decirnos que debíamos utilizar nuestra energía interior, porque a través de ella los maestros chinos habían sido capaces de alcanzar resultados increíbles en la práctica de las artes marciales. Yo sentía esta energía llegando a mis manos, irradiando desde todo mi cuerpo… como una forma de calor”.
Pasaron los años y finalmente cumplió su anhelo de dar un paso más para “conocer” a Dios e ingresó en la universidad a estudiar teología.
En el campus “algunos amigos que practicaban el yoga supieron de mis experiencias en el Kung Fu con «la energía»”… y le sugirieron que buscara entrenarse en ello, “porque este tipo de energía se podía utilizar para curar a la gente” le dijeron. Claro… y se lo creyó.
Sexo y rebaja moral
Su sed de infinito que atesoraba desde la infancia se activó con aquella sugestiva propuesta, pero al poco tiempo, enamorado de una chica, la pasión y el disfrute sexual que libremente se prodigaban, pasó a ser el centro de sus intereses.
Aunque era evidente, era incapaz de constatar la contradicción de su actuar con la fe en Dios "no considerábamos esto un pecado porque -a diferencia de otros jóvenes- éramos leales el uno con el otro y no cambiábamos de compañía sexual, nos gustábamos”.
La relación “agotada la química entre ambos” –dice- terminó cuando ella finalizó sus estudios universitarios y se fue de vuelta a casa.
Estaba solo y poco a poco despertó aquella pasión de antaño –señala- “por acceder a cosas entre el cielo y la tierra… o sea lograr habilidades sobrenaturales, y también mi anhelo por ayudar con ello a otras personas. Así fue como un día vi la oferta que me sedujo: «¡Participen en los cursos de la Sociedad Rumana de Radiestesia!»”.
Taller de entrenamiento en radiestesia... a veces es una mera estafa; otras, una puerta al ocultismo
Ocultista sin darse cuenta
Ladislao había abierto una rendija por la que pronto se colaría su peor enemigo, aunque él lo vería por mucho tiempo revestido de bien.
En la particular sociedad lo entrenaron, potenciando sus habilidades con “la energía” que el maestro de Kung Fu ya había estimulado en su pubertad.
Pero el grupo tenía ciertas normas –comenta Ladislao- y hubo de firmar una carta de adhesión y lealtad a la “Sociedad”.
Ellos –dice- preparaban a sus adeptos para calificar no sólo como buscadores de agua o metales mediante un péndulo o varillas metálicas en forma de Y, la actividad habitual de quienes practican Radiestesia...
“En cuanto obtuve el conocimiento y aprendí a trabajar con él –narra Ladislao- ya no pude volver a mi vida normal. Me la pasaba buscando agua, buscando personas perdidas, diagnosticando enfermedades y buscando curar por medio de la transferencia de energía. Estaba fascinado con mis nuevas habilidades, que creía eran un regalo de Dios”.
El evidente sello ocultista del grupo no fue evidente para el joven… “Me convertí en uno de los mejores en esto al punto que ofrecí un curso de práctica privada en la misma universidad. Muchos participaban y comenzaron a llamarme «El Gran Szi». La gloria y el reconocimiento se sentían bien. Confiado en mis habilidades sobrenaturales me convencí de que yo era certero en lo que hacía”.
Profesor de religión católica... y gurú new age
Creyendo que sanaba a muchos y alentado por sus ‘discípulos’ finalizó en paralelo los estudios de Teología y comenzó a impartir clases de religión.
“Muchas personas intentaron hacerme ver que no estaba haciendo lo correcto, pero ninguno de ellos me convenció..."
"Hasta que un día conocí a un antiguo amigo de nuestro párroco, quien estudiaba teología en Italia, era diácono, y se interesó por venir al día siguiente a una de mis clases de religión en la escuela”.
Interesado en los exorcismos
Ladislao estaba encantado con la idea, especialmente, dice, porque le atraía la conversación. “Me narró algunas experiencias que había tenido con el tema del exorcismo. Me hablaba sobre el don carismático de la liberación y decía que lo vivía como un regalo de Dios”.
Recuerda que al día siguiente estando a mitad de la lección, el diácono se puso de pie y salió de la sala de clase, aunque habían acordado que lo acompañaría todo el día en la escuela. Se encontraron un par de días después y allí Ladislao supo el por qué había salido…
“Cuando comencé a hablar sintió la enorme opresión espiritual de un algo maligno saliendo de mí y se vio obligado a salir para rezar por mí en una iglesia cercana. Agregó que estando en oración Dios le había dado un mensaje para mí: «…Tu estás dividido, la luz y la oscuridad se mezclan dentro de ti, ¿Hasta cuándo seguirás así?»”
El joven quedó estupefacto, porque el diácono nada sabía de él y además estaba seguro que el párroco no podía haber dicho nada sobre lo que hacía por las tardes, lo desconocía, y “yo era considerado un creyente ejemplar… era profesor de religión”.
No dudó ni un segundo en pedirle que lo exorcizase, pero el diácono le explicó que eso no era posible para él. “Yo estaba impresionado y pensé que si mis dones no eran de Dios, debía deshacerme de todo ello por completo".
Oración de liberación... y cambio de vida
“Me envió a una comunidad en Budapest, donde un sacerdote, dijo, podría ayudarme. Allí empezaron a orar por mi liberación. Al principio no sentí efecto alguno, pero el Espíritu Santo comenzó a iluminarme gradualmente. Supe que también debía poner de mi parte para cambiar de vida. Era muy difícil para mí renunciar a todos los dones paranormales que solía emplear, y rogaba a Jesús para que me librase de todo. Pensé que iba a morir pues sentía que yo sería nada en absoluto sin esos poderes".
Fueron varios encuentros y en uno de ellos, en medio del fragor de la oración que el sacerdote realizaba invocando a Jesucristo, Ladislao tuvo una revelación… “Ser nada en absoluto (para ser sólo un hijo de Dios) es mejor que ser un esclavo del diablo”.
Pero no bien hubo tenido esta certeza cuenta que escuchó una voz, ajena, que le susurraba... «No será tan fácil como crees porque eres mío».
Laszlo, el protagonista de esta historia
“Fue un periodo de lucha difícil. Tuve pesadillas, ansiedad, depresión, y tentaciones diabólicas. Mi último paso hacia la libertad fue enviar una carta pública donde desautoricé a la comunidad de la que solía ser miembro (donde realizaba todos aquellos actos paranormales), porque eran contrarios a la doctrina de Cristo”.
Finalmente el don de la libertad llegó.
Continúa como profesor de religión, se casó, tiene tres hijos y es voluntario en Radio María…
“Basado en mi propia experiencia, a quienes lean mi testimonio les animo a evitar todas las cosas que conducen al ocultismo, las prácticas impuras o la conducta inmoral. Les exhorto a que escuchen sólo a Jesucristo, porque Él vive hoy en su Iglesia, y por medio de su fuerza poderosa transforma las vidas de quienes le siguen y escuchan”.
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