Sor Concepción Palacios es una joven monja del colegio de las Madres Agustinas de Talavera de la Reina (Toledo), y que tras sentir muy pronto la llamada de Dios ingresó en el convento con 18 años. Luego ya siendo religiosa se ha seguido formando como enfermera en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid.
Precisamente, la revista Mirada 21 de esta universidad ha entrevistado a esta religiosa acerca de su vocación religiosa. De este modo, ella ha explicado que “el momento clave no lo sé, pero empecé a intuirlo en el verano de 2º de la ESO a 3º, con unos 15 años. Algo intuía de antes, pero lo dejé pasar. Fue con esa edad cuando realmente me di cuenta”.
Una entrega plena
Según relata, dio el paso porque “tenía la necesidad de responder al amor que Dios me tenía, vi que Dios me quería realmente y yo tenía que responderle, y Él quería que mi respuesta fuese entregándome plenamente”.
Preguntada sobre si se puede estar convencida completamente de la llamada antes de ingresar en el convento, Sor Concepción cree que no y lo compara con un matrimonio. “Tú te fías de que puede ser la decisión correcta, pero no estás 100% segura, y nunca lo vas a estar. Con más motivo, en este tipo de vocación, ya que no ves a la persona. Somos incapaces de ver a Dios, pero yo de lo que sí estaba segura era de que, si entraba, era para siempre. Toda vocación, no sólo el matrimonio o el convento, no conlleva seguridad. Es como cuando estudias una carrera, piensas que realmente es lo que te gusta, pero puede que a medida que la estudias, te das cuenta de que no, pero te fías, y al final lo descubres”.
Una soledad llena de Dios
Sobre la vida religiosa en un convento, esta joven monja asegura que son personas normales y que se adaptan a la vida de hoy, “sobre todo en comparación con otras monjas”. “No tenemos móvil ni Whatsapp, pero es que somos monjas contemplativas, de clausura, pero, aún así, nos vamos adaptando a lo que el mundo va pidiendo”, explicó.
También habló de la soledad, y sor Concepción dijo sentirla “pero no como algo negativo, yo la soledad la veo positiva. Si no sientes soledad, es muy difícil encontrarte con Dios y estar a solas con Él. Se necesita soledad para descubrirle. Pero esta soledad no es negativa, la que yo misma he descubierto aquí es positiva para mi encuentro con Dios”.
La felicidad está en cumplir la voluntad de Dios
Tampoco considera que haya dejado de ser plenamente feliz al haber dejado de vivir ciertos momentos de su vida al ingresar tan joven al convento. En su opinión, “lo que realmente te da la felicidad es estar en lo que tienes que estar en cada momento, y yo pienso que la voluntad que Dios tiene para mí me da la felicidad, porque sí que es cierto que hay momentos que no he vivido, pero otros muchos sí, y ahí me daba cuenta de que no era feliz”.
Sor Concepción habló también de la opinión generalizada de que las monjas únicamente rezan. “Es verdad que rezamos mucho, pero porque somos monjas contemplativas y nos basamos en rezar, pero nuestra vocación también tiene una misión muy concreta, que es el colegio. Nos levantamos y lo primero que hacemos es ir a misa y rezar, y después ya estamos toda la mañana en el colegio. Antes y después de comer también rezamos, pero el de después es muy breve. Por la tarde, tenemos visitas o reuniones, además de estar todas juntas. Al final de la tarde, también rezamos, pero no nos basamos en eso. Además, como soy la enfermera, estoy muy pendiente de las monjas que ya son mayores”, señaló.
Del mismo modo, destacó cómo estudiar en esta universidad católica le ha ayudado en este camino vocacional. Para ello, afirmó que “me siento muy privilegiada de haber podido estudiar ahí porque me ha ayudado a vivir mi vocación en una sociedad que no se entiende y que todo te lleva a vivir como nosotras no intentamos vivir (risas). Entonces, es cierto que en la universidad he tenido siempre mis espacios para intentar hacer mi vida, como rezar en la capilla. Además, todo lo que te enseñan en la carrera, en mi caso Enfermería, iba muy centrado en la persona y siempre había asignaturas como Teología que me ayudaban en mi proceso. Mi vocación no ha sido muy racional, ha sido más bien sentimental, porque sentía que Dios me amaba, al mismo tiempo que la universidad me ayudaba a dar razones a mi fe con esas asignaturas. Por otro lado, la gente se volcaba conmigo por ser religiosa, cualquier cosa en la que me podían ayudar, por ejemplo, darme permisos como, en lugar de estar en un hospital, poder estar en otro donde me sintiese más cómoda, ha hecho que mi vocación se afianzase mucho más”.