En la prensa del corazón andan un poco inquietos con la conversión de Tamara Falcó, la famosa hija de Isabel Preysler.
Por un lado, a los periodistas de "prensa del corazón" les parece bien que un famoso hable de algo distinto; por otro lado, les incomoda porque no están acostumbrados.
La entrevista en profundidad más completa sobre su viaje de fe se puede leer en "Estamos de vuelta", un libro con historias de conversos del periodista Jesús García.
Pero Tamara tiene un encanto especial, los periodistas le tienen cariño porque ella es siempre amable y tratable y además, ella misma admite una de sus cualidades diferenciales: que sea pija no quiere decir que no pueda ser exigentemente cristiana.
- A veces suena a que intentas evangelizarnos -le plantean en la última entrevista en "Lecturas".
- Es que Jesús es mi amigo, ¿por qué no voy a hablar bien de él? Si me ha dado tanto amor, ¿por qué lo voy a ocultar? ¿Por qué me voy a avergonzar? Si voy a misa todos los días, ¿por qué no lo voy a decir?- responde ella, directa.
"La sucesora natural de Isabel Preysler es consciente de que a muchos les cuesta entender que la misma mujer hable de zapatos y bolsos de lujo con la misma naturalidad y desparpajo con los que recita los diez mandamientos o interpreta los misterios de la fe. Tal vez es que nunca le han preguntado por qué una joven que apenas rebasa los 30, que era carne de fiestas y champán, necesitaba encontrar la fe", sugiere la famosa revista del corazón. Y así empieza el interrogatorio:
-¿La religión te ha cambiado la vida? ¿Estás mejor?
-Estoy millones de veces mejor de lo que estaba antes. No lo puedo empezar a describir.
-¿Pero qué te pasaba? ¿Tenías demonios que acallar?
-Todo el mundo tiene sus demonios. Yo también. Aunque soy joven, he tenido una vida muy movida. Por primera vez he empezado a combatir esos demonios, a llenar mi soledad con algo bueno.
-¿Soledad?
-Sí. Soledad. Yo siempre he notado que iba a una fiesta que me apetecía un montón, con un vestido ideal, que me lo pasaba genial, pero terminaba y ya está. Tenía la sensación de que tenía que haber algo más. Que la vida era algo más. Me entretenía, pero no me llenaba. No me daban energía, y yo necesitaba recargar pilas. De repente, me encontraba de subidones y de bajones, de euforias a depresiones.
»Y resulta que tenía alma. Tenía alma y no lo sabía, no le hacía caso a mi alma. Estaba totalmente confundida. Entonces es cuando empiezo a seguir la lectura de la Biblia, a rezar el Rosario, y enseguida empecé a encontrarme mejor y mejor.
-Pero tú siempre has sido una niña bien y de rezar.
-Sí, pero no conocía a Cristo. No conocía a Dios que se hizo hombre ni a la Virgen María que es mi madre. No les conocía.
-¿Todo estaba escrito?
-Bueno, Dios decidió que naciera en la familia en la que he nacido y también decidió cuándo iba a estar lista para esta nueva vida. Yo era una niña muy rebelde, estaba totalmente cegada, y me tenía que dar de narices. Ojalá Dios me hubiera encontrado antes, me he hecho tanto daño.
-Hablamos de amor a Dios. Y el amor de un chico, ¿qué?
-Siempre he tenido novio. Siempre he estado en pareja, pero para enamorarme de Cristo tenía que estar sola. Cuando estaba en pareja, el chico se convertía en el epicentro de mi vida.
-¿Entonces?
-Mi director espiritual dice que la persona con la que vaya a estar me la pondrá Jesús en el corazón. Él tiene un plan y tiene sus tiempos.
-¿No me dirás que te vas a quedar para vestir santos?
-No lo sé. Es muy difícil que algún hombre me ame de la forma con que me quiere Jesús. Pero hoy por hoy tampoco me veo en un convento. [...]
-¿Y cómo haces para ir a misa todos los días?
-Me he bajado un app en el iPhone que es ideal. Te dice las iglesias que tienes alrededor de donde estés en cualquier momento y la hora de los oficios. Muy total. Así puedo ir a ver a mi Padre todos los días, que he estado más de veinte años sin hacerlo.
-¿Te importa lo que piensen los demás de ti?
-Creo que a la mayoría les caigo bien, que les soy simpática.
-Y que eres pija.
-(Risas) Muy pija.
-¿Por qué será?
-Porque le doy mucha importancia al detalle.
-¿Qué clase de detalles?
-Todos. Me gusta el capuchino con el cacao en forma de corazón y cosas así. Yo me entretengo en ese tipo de cosas mundanas y estúpidas pero que a mí me hacen la vida más agradable y mejor. Son súper innecesarias. Caprichos tontos en los que no debería caer, pero caigo continuamente. En un viaje a Nueva York me traje muchísimas cosas para las uñas, ‘esto para las cutículas, esto para el brillo, esto porque tiene el doble de keratina y no sé qué vitamina D’. Cuando se lo conté a la esteticién me miraba como si fuera tonta porque yo llevaba las uñas terribles. Ya lo sé, le doy una importancia a lo material que no la tiene. [...]
-¿Cómo encajó tu madere tu conocimiento de la fe?
-Mi madre tuvo una educación muy católica y cuando se lo conté me dijo que de Jesús no iba a aprender nada malo.
-¿Pero no se asustaron ella o tu padre de que te estuvieras metiendo en algo raro o que te estuvieran perdiendo?
-En mi vida, la religión se ha convertido en lo más importante y eso para mis padres sí que resultó sorprendente, pero no les molestó, no les causó rechazo.
-Tamara, te escucho, y a veces creo que estoy viendo una película de Semana Santa. ¿No queda nada de la anterior Tamara? ¿Un vicio, algo?
-¿Vicios? Estoy llena. No podría escoger tan sólo uno. Mira, por ejemplo, el ayuno me cuesta horrores. Me dijeron que tenía que tomar pan y agua y yo decidí que lo iba a hacer con pan y té. Pero con el té earl grey me comía cinco barras. Así que he cambiado por té y manzanas verdes.
-¿Ayuno, Tamara?
-Es que muchos males sólo se van con oración y ayuno y ¡uf!
-¿De qué males te arrepientes?
Pues de las manzanas verdes me arrepiento muchísimo. ¿Tú sabes la cantidad de azúcar que tiene la fruta? ¿Y lo que engorda? Además, lo más importante en la vida de un cristiano es levantarse tras caerse. O sea, que el problema no es caer, es no levantarse. El que va a misa no es porque no sea un pecador, peca como todo el mundo, pero somos más conscientes de nuestros pecados y pedimos perdón por eso. Yo me caigo continuamente.
-Y das gracias a Dios...
-Sí, y le doy gracias por mi familia. Vale que no he tenido una familia común, sino con separaciones, pero he tenido mucha suerte con mis padres y mis hermanos.
En otra entrevista en Lecturas el pasado 20 de diciembre, Tamara explicaba cómo ha empezado a ir a la Misa del Gallo en Navidad, y se lleva a su abuela consigo. Es una costumbre piadosa que antes no se daba en su familia.
-Con esta versión de Tamara religiosa... ¿Vas a preparar la navidad de alguna manera especial?
-Es el momento del Adviento y hemos estado encendiendo velitas en la parroquia. Estoy deseando que nazca el Niño Jesús.
-¿Has montado el Belén?
Es que me acabo de mudar de casa y aún no me ha dado tiempo de desembalar todas las decoraciones, pero tengo un Niño Jesús pequeñito.
-¿Vas a promover en casa ir a la Misa del Gallo?
- Sí, siempre voy con mi abuela.
-¿Es una tradición familiar o has empezado a ir ahora?
-Ahora, es todo nuevo.
-¿Te llena tanto como para no desear tener pareja?
Dios es lo que más me llena, pero sí que paso momentos difíciles, como todo el mundo. He pasado un tiempo tan bonito sola, descubriendo lo que es la paz, que también agradezco eso.
-En estas fechas que no todo el mundo tiene una vida cómoda, ¿intentas ayudar en alguna cosa benéfica?
-Sí, es super triste la situación que viven muchas familias y claro que me gustaría ayudar. Siempre te lo cuestionas, en estos momentos especialmente. [...]
-¿El bache por el que pasó el tío Miguel te ayudó a acercarte a Dios?
-No, fue anterior. De hecho me ayudó mucho a lidiar con ello. Supongo que la fe te ayuda a acercarte a cosas que también te pasan. [...]
-¿Has vuelto a considerar lo de profesar los votos?
- No, es que no tengo vocación por ahora, pero no lo descarto. Fui a visitar un convento en el Norte, pero no fui para ingresar ni nada. Conocía a unas monjas jovencísimas, divertidísimas y felices. Entonces no sé por que la gente ve como una barbaridad que alguien se quiera meter a monja.
-¿Eran de tu edad?
Claro, yo pensaba que eran todas mayores y nada que ver.