Damián Cano ha contado su testimonio de conversión y sanación en un vídeo que ha difundido MaterMundi TV. Es la historia de un médico argentino, que buena parte de su vida se instaló en el orgullo y la autosuficiencia, y más adelante, a raíz de una desgracia, avanzaba hacia la autodestrucción.
Una infancia de desafecto
La vida de Damián Cano parte de cimientos debilitados en su infancia: sus padres no eran afectuosos, él se crio con baja autoestima y sufrió bullying y acoso de compañeros.
De niño, su relación con Dios “era bastante pobre y lejana. Conocía a un Dios castigador, muy lejos de un Dios Amor. La catequesis fue muy pobre e iba a misa muy pocas veces”.
Encontró refugio en el deporte. Después, en la universidad y la profesión médica. A medida que avanzaba en el mundo adulto y laboral, dejaba más lejos a Dios, "y mi vacío interior y mis heridas se agrandaron".
Época de prestigio y dinero
Adquirió prestigio y dinero como médico. También admiración entre las mujeres. Describe así esa época de éxitos externos: "la autosuficiencia, el egoísmo, la soberbia, la vanidad, la manipulación, la lujuria… Creía que yo tenía el control sobre todo, y que todo lo bueno que me pasaba era solo gracias a mí y a mi esfuerzo. Siempre creía tener razón”.
Damián Cano, de joven, presumía de éxito, vehículos, vacaciones...
Al final de la carrera, conoció a Stella, su esposa. Se enamoró de ella sinceramente, de toda la persona, no solo de su físico. Pero reconocen que se casaron "sin saber amar y con nuestro baúl de amor casi vacío". “No entendía, ni me interesó entender tampoco, lo que era el Sacramento del Matrimonio». Se casó por la Iglesia por costumbre.
Tenían buena casa, coches caros, hoteles y vacaciones caros y esperaron 5 años a tener su primer hijo. Fue una niña a la que llamaron Ana Belén.
El accidente mortal
Yendo de excursión un fin de semana, sufrieron un grave accidente y la niña, de 2 años, quedó en coma. Damián, como médico, intentó reanimarla allí mismo. La niña se murió en sus brazos. Damián rezó instantáneamente a Dios: «Dios, que no se muera, déjamela, aunque quede discapacitada (porque sabía que su cerebro estaba sufriendo falta de oxígeno). Y después, sentí mi orgullo dañado porque había fallado en la resucitación, en mi tarea como médico”.
Aún estaba impactado y descentrado, cuando llegó un hombre que le hizo volver en sí y les llevó a un centro médico, para que Stella pudiera recuperarse de sus daños, que también eran graves. Hoy Damián considera que aquel desconocido fue como "un abrazo de Dios", que, dice, "me sacó un poco la bronca, la locura, y me permitió volver a pensar con claridad".
Nueve años de depresión y crisis
Tras el accidente y la muerte de su hijita, el matrimonio quedó muy dañado. Ambos sufrieron ansiedad, depresión e ideas suicidas. Tuvieron más hijos pero sufrían las peleas de los padres. "Escucharon insultos, gritos, portazos, cosas que un niño no debe escuchar". En otra crisis, Damián se sentía hundido, no podía trabajar, y eso destrozaba su autosuficiencia y autoestima. "Estaba enojado, embroncado, con ira. Culpaba a Dios, me culpaba a mi mismo y culpaba a los demás”.
"La desesperanza incluso nos llevó a varios intentos de suicidio, a Stella y a mí", confiesa.
El día antes de fugarse de casa
"Cuando toqué fondo, decidí abandonar a mi esposa, y a mis dos hijos de 4 y 8 años, e irme a 2.500 km de distancia, escapando de los problemas", recuerda. Iba a abandonar a su familia.
"Pero el día antes de irme, el 15 de noviembre de 2007, me invitaron a un grupo de oración. Y fue como si yo me dijera: 'A ver, este Jesús del que tanto hablan, que soluciona problemas graves, qué puede hacer por mí..., como desafiándolo'".
Fue a aquella oración en la parroquia. Y en tres horas su vida cambió por completo.
"Lloré mucho, eso me hizo sentir muy liberado y fue un momento muy profundo. Nunca había experimentado algo así. No conocía el amor de Jesús, pero ahí lo sentí como un susurro en mi alma. No fue una voz, fue un susurro. Él me entendía, me valoraba, estaba conmigo... Me mostró que yo vivía en la oscuridad y que abandonar a mi familia estaba mal. Con mucha dulzura, me dijo las cosas que hacía mal, me mostró todas mis heridas. Me despabiló. Nunca me había sentido tan amado como en ese momento. Del mismo lugar de donde venía ese amor indescriptible, venían correcciones y llamadas de atención hechas con mucha ternura. ¡Me sorprendió mucho eso!"
"Después me confesé. Hacía mucho que no me confesaba. Y me sentí perdonado. Recuerdo la canción que cantaron esa noche: Hoy has cambiado mi lamento en una danza, del sepulcro me libraste, me diste la libertad. Y yo sentí eso: que me habían sacado del lugar donde estaba muerto en vida".
Tres horas antes, quería abandonar a su familia. Tres horas después, saltando de felicidad, lleno de paz, estaba, dice, "decidido a reconquistar a mi esposa y a ser padre para mis hijos".
Una vida nueva: perdón y sanación
Antes de esa tarde, Dios era solo un "bombero", a quien acudía para apagar un incendio, un problema. Pero desde ese momento, Damián quiso buscar la voluntad de Cristo, y su vida cambió. "Él me lleva cada día, me levanta. Ya no sólo sobrevivo. Ahora vivo. Es un hermoso camino", afirma.
Damián pudo perdonar a sus padres. Cristo le sanó la herida por la pérdida de su hija. "Los recuerdos del accidente ya no duelen", afirma. De tomar dosis máximas de ansiolíticos por insomnio, pasó a dormir en paz sin medicación. "Aprendí a perdonar y pedir perdón, a los demás y a mí mismo".
Damián Cano y su esposa Stella, un matrimonio reunido y sanado por Dios.
Con el perdón, y orando juntos, Damián y su esposa volvieron a sentirse unidos. "Empecé a disfrutar la misa, la confesión, me enamoré de la Palabra de Dios, descubrí a Mamita María, como mi mamá. Hoy necesito rezar el Rosario todos los días. Lo rezo con nuestra familia del cielo, y con María Belén, nuestra hija en el cielo". Un matrimonio veterano en la fe les acompañó y ayudó a crecer en la fe.
Damián también empezó a sentirse más cercano a los enfermos y ancianos. Hoy a menudo lleva la comunión a enfermos e incapacitados. Como matrimonio, Damián y Stella en la actualidad intentan ayudar a otros padres en proceso de duelo por haber perdido a sus hijos. "Los escuchamos, oramos a la luz de la Palabra, estamos cerca de ellos y damos nuestro testimonio, sabiendo con certeza donde está nuestra hija María Belén, en el Cielo". Este grupo que acompañan se llama Dios Refugio y Fortaleza. Tratan de llevar la luz de Dios allí donde hay tristeza.
Damián Cano ha contado su testimonio en 25 min. en este vídeo de MaterMundi TV.