Hijo de padres colombianos que se conocieron en Estados Unidos, lo formaron como católico en Washington. Siendo el menor de la familia, le frustraba, dice, no tener un contacto permanente con sus hermanos. “Yo estaba bravo con la religión, mis dos hermanos se fueron a comunidades de fe. Uno se metió al seminario, otro a catequista. Yo me enfadé mucho porque me sentí solo en casa. Eso me dolió”.
El deseo de figurar lo invadía, como también presumir de un físico atractivo. “Tenía entre 14 o 15 años y empecé a conocer a chicas en el colegio, me vestía bien, tenía buena ropa, hacía deporte, ¡empecé a ser popular! y me decía «ya que voy a ir al infierno, por lo menos iré de rumba»... por eso, dejé la religión y viví un mundo de fiestas”.
Pero el narcicismo adolescente fue apenas el punto de partida para los pasos siguientes que luego, en la universidad, daría cuando le presentaron a un modelo profesional… “Era guapo, alto, de Nueva York. Y me dijo tras verme «tú puedes hacerlo, tienes habilidades». En ese momento me interesó el mundo del espectáculo. Yo había estado trabajando en discotecas, conocí a muchos amigos mayores que yo y todos eran guapos, con mucho dinero, muchas mujeres”.
A los 24 años, modelando, dice, ganaba lo suficiente como para pagar todas sus necesidades. Disfrutaba cuando le invitaban a galas del espectáculo… “rodeado de flash y celebridades”. Aceptó una oferta para ir a Colombia y participó en el concurso de belleza de Míster Colombia. “Mi manager era el mismo manager que tenía en ese tiempo Shakira y me ficharon en una telenovela llamada Padres e Hijos; me tentaron incluso para participar en Míster Mundo”.
En el año 2000 ocurrió un hecho en apariencia fatal, pero que sería significativo para su vida. Estaba a punto de firmar un contrato para actuar en una telenovela y se fracturó la mano haciendo ejercicio con un elástico y una barra de metal. “Se me salió el hueso. Al ver cómo me trató la gente de la agencia y los chismes en los medios me dije «de aquí salgo ya». Me trataron horriblemente, como si fuera un trozo de carne que se paga con un cheque”.
Confuso respecto del futuro regresó a Estados Unidos con el afán de enmendar rumbo. Sin mucha certeza de que era lo suyo, ingresó a estudiar Fisioterapia en una universidad de Pennsylvania, pero terminó retomando su hábito de fiesta. “Una noche, mientras que mi amigo conducía ebrio, me senté de copiloto. Iba de brazos cruzados y de la nada escuché una voz que me decía «ponte el cinturón». De tanto que me habló lo hice. Avanzamos unos cuantos kilómetros hasta que nos estrellamos contra un poste de luz”.
El impacto que provocó en Mario la providencial salvación reforzó su certeza en que debía dar un giro radical a su vida. “Pensé que Dios se había revelado en mi vida. Pero, ¿para qué?... Ileso del accidente volví al apartamento que arrendaba. Allí, junto a mi cama, detrás de un archivador, divisé una imagen de Jesús. La imagen pudo haber sido dejada allí por el dueño anterior, y reflexioné sobre mi fe infantil. Pensé en lo que había aprendido acerca de la fe cuando era joven”.
Con estas inquietudes y por consejo de su novia de entonces exploró preliminarmente en la fe protestante. Adquirió incluso el hábito de asistir a los cultos con un cuaderno en la mano para escuchar las enseñanzas y tomar notas. Esto no pasó desapercibido en su universidad y uno de sus profesores, le invitó a vivir un período de misión durante el tiempo de Cuaresma en su parroquia, a cargo del Padre Larry Richards. Involucrarse en una iniciativa de la iglesia católica le dejó más de una sorpresa… “Yo no quería ir, porque ese año había empezado mi relación con la iglesia protestante por medio de mi novia. Tomé mi cuaderno y con afán de criticar a los católicos me fui a una de las charlas que dictaba el sacerdote. Me llamó la atención que hablara animadamente. Era divertido y seguro”.
El carisma del padre Richards comenzó a tocar su corazón… “Conocía la historia de la Iglesia y en detalle”, recuerda Mario. “Cuando el sacerdote planteó la encarnación, la resurrección, la Eucaristía y los santos, empecé a ver una línea de la creación que no consideraba ninguna otra iglesia. Allí me quedé, pensando en la pasión de Cristo y en la Eucaristía, cuando de pronto veo que el sacerdote después de sus enseñanzas, expone al Santísimo Sacramento y comienza a recorrer toda la iglesia. Cuando se acercó a mí sentí en mi corazón algo muy extraño. Fue como si encontrara a mi padre, pero mi Padre Eterno. Encontré a mis hermanos, que eran hermanos cristianos, encontré a la Iglesia, la Virgen María, como mi Madre. ¡Todo respaldado por la escritura y la tradición!”.
No era necesario ahondar en más explicaciones ni tomar apuntes en el cuaderno. Dios escribía directo sobre su corazón. “En ese momento, el Espíritu Santo sopló en mi corazón, en mi alma y ahí, hombre con tantas cosas encima, me vi llorando frente a una realidad. Era Cristo que se acercó por medio de un tabernáculo. Con su dedo sentí que tocó mi corazón”.
Cuenta que lloró de alegría al pensar que estaba siendo abrazado y amado de verdad. Ese mismo amor que lo vio crecer desde pequeño. De soñar vivir como un playboy millonario, quiso vivir la pobreza y alejado de las portadas de revistas. Así es como hoy usa los medios digitales para evangelizar. Dado que sus padres no le dieron un segundo nombre cuando nació, adoptó el nombre de su santo patrono y modelo de fe: San Francisco de Asís.
A sus 35 años, luego de estudiar dos años de Teología en la Universidad Franciscana de Steubenville en Ohio, está terminando la licenciatura en Filosofía y Teología en San Antonio, Texas, en el Colegio Católico México Americano.