Amy Lim es una enfermera especializada en el cuidados paliativos, cristiana, casada y madre de tres hijos. En el año 2014 estará como voluntaria en la primera casa para los moribundos fundada por la Beata Teresa de Calcuta. Un trabajo que requiere "profunda humanidad para entrar en sintonía con los pacientes", ayudándoles a encontrar "la felicidad incluso en medio de una profunda tristeza". Proporcionar cuidados paliativos significa ayudar al paciente "a vivir los días que le restan significativamente y con dignidad".
En este momento estoy haciendo una búsqueda espiritual que quiero concluir en junio de 2014. Por esa fecha, espero que esté más adecuada para proporcionar mejor atención espiritual al grupo de pacientes que están muriendo, especialmente aquellos con gran angustia. Por esto, me lleva algo de tiempo prepararme, con el fin de ser más eficaz cuando esté en Calcuta. Llevaré conmigo todo el amor posible, junto con el conocimiento y los resultados de mi investigación.
Mi corazón desea tanto traer la belleza y esencia del cuidado paliativo para muchos que, alrededor del mundo, lo merecen, especialmente aquellos que están en los últimos días de sus vidas.
En los últimos dos años he hecho trabajo voluntario en Yakarta. Tuve el privilegio de estar en una casa donde mueren niños que pertenecen a familias muy pobres locales y también de recibir algunas lecciones. El trabajo en Yakarta ha conquistado mi corazón aún más y una gran parte de mí quiere visitar el Nirmal Hriday en Calcuta.
Los cuidados paliativos son un tipo de terapia centrada en el paciente, que consiste en manejar los síntomas y dar apoyo integral tanto a los enfermos como a sus seres queridos. La esencia del cuidado paliativo se centra en el individuo que está sufriendo para vivir los días que le restan significativamente y con su dignidad intacta.
En un mundo que considera todo sufrimiento como una tragedia a evitar, estos tratamientos son evidencia de un crecimiento más humano y la humanidad a menudo evoluciona a través de esta tragedia, y que puede haber felicidad incluso en medio de una profunda tristeza. ¿Cuántas veces hemos asistido al perdón y la reconciliación del corazón, hasta entonces negados? Pero se hace posible al final de la vida a través de buenos cuidados paliativos.
Siento que este trabajo es sagrado porque en la vida hay mucho más que carne y sangre. Aquellos que quieran participar en este tipo de terapia, deben estar conectados con el paciente, ofrecerle presencia absoluta y preparados para escuchar todo su dolor. La angustia espiritual y el sufrimiento son indivisibles. Los cuidados paliativos van más allá de los cuidados físicos.
Creo que la Madre Teresa ha practicado cuidados paliativos a lo largo de su vida, cuidando de los pobres y de los moribundos. Sus poderosas palabras -"No es cuánto hacemos, sino cuánto amor pusimos en el hacer. No es cuánto damos, sino cuánto amor pusimos en dar"- son la esencia del cuidado paliativo.
Dar lo mejor de lo que no se aprecia, o a quienes nunca podrán restituir tu amabilidad de cualquier manera, es la forma más alta de la terapia. Sus palabras son como un generador eléctrico para mí, que cada día produce energía y compasión que se necesitaba para continuar caminando con los enfermos y los moribundos.
La eutanasia pone fin a la vida en forma prematura; el cuidado paliativo añade calidad a los días que nos restan. La eutanasia elimina el dolor mediante la eliminación de la vida; los cuidados paliativos tienen como objetivo mejorar cada ser humano sufriente al cual vale la pena prestar atención, incluso alimentándolo hasta el último día de vida.
Los cuidados paliativos viven de la esperanza para enfrentar el sufrimiento; la eutanasia mata toda esperanza. Animo a mis pacientes a no quejarse demasiado de lo que perdieron, sino concentrarse en lo que aún tienen y considerar cada una de estas cosas como bendiciones.
Se trata sólo de lo que más le importa al paciente en ese momento, y cómo podemos hacer este viaje real para él y para sus seres queridos. Con buena terapia, la eutanasia es inútil.