Juan Pablo Maya es un joven seminarista de cuarto año de la región colombiana de Antioquía. Su sueño es ser sacerdote y misionero, pero a pesar de su juventud tiene tras de sí una impresionante historia que Dios ha ido haciendo con él tras rescatarlo de una vida centrada en el esoterismo y la Nueva Era, donde aprendía con maestros y se formaba para ser uno. Reiki, lectura de cartas, de auras, salidas de su cuerpo y otras oscuras técnicas formaban parte de su día a día, al igual que la fiesta, el alcohol y las drogas.
Fue a un retiro de Lazos de Amor Mariano, al que acudió obligado por su madre. La otra opción era llevarle a un psiquiatra, que era la alternativa de su padre. En aquellos cuatro días de retiro experimentó una lucha enorme con el demonio y consigo mismo hasta que Dios y la Virgen se hicieron paso a lo grande. Su vida cambió totalmente y en apenas unos meses iba a misa diaria, rezaba el Rosario y vio que Dios le llamaba para ser sacerdote.
Adicto a los videojuegos
El ahora seminarista colombiano cuenta su testimonio en el programa Cambio de Agujas de la Fundación EUK Mamie donde afirma que nació en una familia católica pero que en la adolescencia se alejó completamente de Dios.
Fiestas nocturnas, amigos y alcohol eran sus prioridades junto a una adicción importante a los videojuegos. Hasta 16 o 17 horas podía estar jugando. Sólo paraba para comer, ir al baño y dormir. “Según fui creciendo –asegura- empecé también a ir a casinos y a tomar drogas”. Y poco después comenzó la carrera de Psicología.
En esos años “confusos” creía que nada tenía sentido. Se emborrachaba a menudo y conoció a un profesor de Psicología que fue el que le introdujo en el ateísmo militante. Sin embargo, un tiempo más tarde “colapsó todo” pues llegó a la conclusión de que “el sufrimiento no tenía sentido” y que lo mejor era “acabar con la vida”. Así fue como se planteó el suicidio. Pero esa noche mientras daba vueltas a esta decisión y no podía dormir tuvo la certeza de que tenía que existir “algo”.
La caída en las redes esotéricas y de la Nueva Era
“Lastimosamente no cogí el camino correcto sino que en Google me aparecieron cosas esotéricas y de la Nueva Era”. Contactó con los maestros y se introdujo profundamente en este oscuro unido. Uno de ellos le enseñó muchas de estas prácticas como “contactar con los maestros ascendidos, salir del cuerpo, leer el aura”. Más tarde empezó en el reiki, el yoga y también las cartas astrales, donde también se introdujo de manera importante.
Sus padres estaban muy preocupados por Juan Pablo. Su padre quería que fuera a un psiquiatra pero su madre quería que fuera a un retiro espiritual y si no funcionaba iría al médico. El retiro duraba cuatro días y estaba organizado por Lazos de Amor Mariano.
La lucha en el retiro
Este joven lo último que quería era ir a un retiro católico, y aunque acabó yendo se llevó libros de esoterismo, reiki y Nueva Era para leerlos allí. Los dos primeros días fueron una lucha porque no quería escuchar y todo su objetivo pasaba por irse de allí.
Pero el tercer día algo en Juan Pablo empezó a cambiar. En el retiro se iba a producir la dinámica de la Pasión de Cristo, y se pusieron algunas imágenes de la película de Mel Gibson. Muchos de los participantes en el retiro vivieron “gracias de conversión” en aquel momento
“Yo pensaba que se autosugestionaban”, recuerda este joven. Pero entonces una de las chicas encargadas de la música empezó a cantar una canción sobre la “autosugestión”. “Era como una respuesta a mí, me quedé helado. Lo sentí como una cachetada de Dios, como si me dijera: ‘hijo, despierta’”.
El encuentro "paralizador" con Dios
Juan Pablo reconoce que se quedó “paralizado” y fue entonces cuando abrió por primera vez la posibilidad para que Dios entrara. “Le dije: ‘no sé si existes o no, pero si es tu voluntad sáname’”. Y Dios le fue sanando en lo que quedaba de retiro.
Tras este momento inolvidable llegaron otros igual de importantes como la Adoración al Santísimo. “Le dije al Señor que yo no podía, sufría un colapso de pensamientos. Así que le pedí ayuda y fe”, agrega este seminarista.
Otro momento central de aquellos días fue la bendición de María Auxiliadora donde Juan Pablo asegura que en esa parte del retiro “realmente la Virgen baja del cielo y abraza a sus pequeños”.
Viendo a sus demonios
Al abrírsele los ojos Juan Pablo empezó a ver su realidad y asegura que empezó a ver literalmente “demonios en el suelo”. Y asustado creyó que lo que realmente necesitaba era un psiquiatra porque se estaba volviendo loco.
“Los veía por todos lados y no podía ver la imagen de Jesús y María”, relata. Pero entonces –prosigue- “sentí una voz muy dulce en el oído: ‘Juan, si quieres ser libre tienes que renunciar a aquello que no te hace libre’”.
Y delante de la Virgen renunció a todos los libros esotéricos que se había llevado al retiro. “’Sáname’, le dije a la Virgen. Si es así me haré tu misionero’”, cuenta Juan Pablo.
De la sanación al seminario
Esa misma noche, a las tres de la madrugada, confesó con un sacerdote y afirma que “el Señor tuvo misericordia de mí, pues hice más renuncias fuertes en la casa”.
Además, tuvo unos sueños muy importantes en los que “el Señor me liberó de todas esas prácticas esotéricas”. Y se levantó sanado y liberado. Al salir del retiro era ya otro Juan Pablo.
“Siento que esa angustia existencial que tenía antes ha sido saciada. Tengo luchas, porque el cristiano tiene siempre combates, pero en medio de esas luchas está la fuerza del Señor”, agrega el ahora seminarista de cuarto año.