España fue ampliamente regada por la sangre de sus mártires en el siglo XX durante la cruel persecución religiosa que se desató durante la II República y especialmente durante la Guerra Civil. Y tal como recuenta el padre Jorge López Teulón –colaborador de ReL y gran especialista sobre estos mártires- la Iglesia española cuenta ya con la increíble cifra de 2.069 santos y beatos mártires de esta terrible etapa de la historia del país.
Los últimos en sumarse han sido los 16 mártires de Granada beatificados el pasado sábado por el cardenal Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. En camino están también las beatificaciones de los redentoristas de Madrid y un grupo de dominicos.
Pero todavía quedan mártires que están camino a los altares y que en pocos años serán reconocidos como tal por la propia Iglesia. Es el caso, por ejemplo, de un grupo católicos de Valencia. Se trata de Miguel Payá Alonso de Medina y 90 compañeros mártires.
El pasado 22 de enero se celebró en la catedral de Valencia la clausura del proceso de la fase diocesana de beatificación de estos mártires españoles llegando ya la causa a Roma.
Esta causa está compuesta por 66 sacerdotes diocesanos, 8 religiosos y religiosas y 17 laicos. Entre estos últimos se encuentra el joven Alberto Meléndez Boscá, de tan sólo 26 años y además de una profunda fe mostró una heroica valentía a la hora de morir.
Su historia le ha valido el ser apodado como “el Kolbe valenciano” debido a que su forma de afrontar la muerte se asemeja en cierto modo a la del gran santo franciscano conventual que murió asesinado en el campo de concentración de Auschwitz al ofrecerse por otro preso, padre de familia, y ocupar su lugar en su camino a la muerte.
Alberto Meléndez hizo algo similar pues engañó a los milicianos para hacerse pasar por su hermano y así morir él en vez de su querido familiar, que estaba casado y era padre de dos hijos.
Este joven abogado no sólo es mártir sino que en su familia ha abundado la santidad. Alberto es hijo de Pablo Meléndez Gonzalo, beatificado en 2001 por San Juan Pablo II junto a otros 232 mártires.
“La Iglesia quiere reconocer en aquellos hombres y mujeres un ejemplo de valentía y constancia en la fe, auxiliados por la gracia de Dios. Son para nosotros modelo de coherencia con la verdad profesada, a la vez que honran al noble pueblo español y a la Iglesia”, afirmó el Papa polaco en aquella homilía.
La Real Academia de la Historia recuerda que la figura del ya beato Pablo Menéndez es central para comprender el nacimiento y el desarrollo de la Acción Católica en la Archidiócesis de Valencia, siendo el primer presidente de la Junta Diocesana. Fue detenido junto a su hijo Alberto en septiembre de 1936 y conducidos a la cárcel Modelo de Valencia. Fueron asesinados ambos en la carretera de Castellar en la Nochebuena de ese año.
La familia Meléndez Boscá. En la fila superior, segundo por la izquierda, aparece Alberto. A su lado, en el centro, está su hermano Pablo, por el que dio la vida. En la parte inferior está su padre, beatificado en 2001.
Volviendo de nuevo a Alberto Meléndez, este joven era el cuarto de diez hermanos. Según recoge el semanario diocesano Paraula, se licenció en Derecho en octubre de 1931, se incorporó al Colegio de Abogados y comenzó a ejercer esta profesión en el despacho de su padre.
Según los datos de su biografía que constan en la causa para su beatificación, Alberto era simpático y muy sociable, por lo que era muy querido por todos. Sin embargo, en casa mostraba un gran genio lo que le provocó tener frecuentes discusiones con los miembros de su familia, excepto con su padre.
En septiembre de 1936, con la guerra civil iniciada tan sólo unas semanas antes, llegaron al domicilio de la familia varios milicianos izquierdistas preguntando en primer lugar por el padre, Pablo Meléndez Gonzalo, así como por el hijo primogénito, Pablo Meléndez Boscá.
En ese momento, Alberto se encontraba en casa y decidió hacerse pasar por su hermano Pablo, que estaba casado y en ese momento tenía dos hijos pequeños. De este modo, fue detenido en su lugar y fue enviado a prisión junto a su padre.
Tal y como aseguran los testigos, durante el tiempo que permanecieron allí, Alberto pidió a sus compañeros de presidio que le llamaran Pablo para no incurrir en ningún error que delatara a su hermano. Y además se convirtió en todo momento en apoyo y consuelo para su padre.
Finalmente, en la madrugada del 23 al 24 de diciembre Pablo Meléndez y su hijo Alberto fueron sacados de la cárcel. Sus cadáveres aparecieron en el camino de Castellar, pedanía al sur de Valencia. Fueron reconocidos por una de las hermanas y enterrados los dos juntos en el Cementerio General de Valencia. Alberto tenía ya 27 años.