El itinerario canónico de Ángela de Foligno ha sido bastante inusual: en 1547 Pablo III la inscribió en el santoral de la Tercera orden de San Francisco con el título de santa. Inocencio XII en 1693 aprobó su culto sólo para los franciscanos y sólo como beata, estableciendo como día de fiesta el 30 de marzo. El 30 de abril de 1707 Clemente XI aprobó su culto público en toda la Iglesia Católica, pero sólo como beata, y estableciendo el 4 de enero como día de su fiesta. Ahora, 470 años después de su primera inscripción como santa, vuelve a recibir su halo.
Aunque en España se ha visto eclipsada por figuras de la mística carmelitana como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, lo cierto es que es una de las místicas más populares e internacionales, y de gran influencia. Un divulgador como San Francisco de Sales recomendaba leer su obra; también lo hacía San Alfonso María de Ligorio. En España, ya el cardenal Cisneros mandó traducir sus textos al castellano en 1505.
Ángela llevó una vida de mujer rica y despreocupada, volcada en vanidades y cosas mundanas hasta 1283, cuando teniendo ella 35 años de edad, murieron en rápida sucesión su madre, su esposo y sus hijos. Atravesada por la pena, escuchó predicar al franciscano padre Arnoldo, y decidió cambiar de vida y hacerse terciaria franciscana. Arnoldo sería su confesor, director y cronista.
Desde el inicio empezaron sus experiencias místicas. Por ejemplo, San Francisco, en una visión, le pidió vender todo lo que tenía y darlo a los pobres. Ella lo vendió todo, menos un palacio al que le tenía cariño. Entonces oyó la voz de Cristo que le decía: "¿Y por amor a tu Redentor no serás capaz de sacrificar también tu palacio preferido?" Así cortó sus últimas amarras con las seguridades mundanas.
En su Libro de la Vida o Autobiografía señala 8 etapas en su conversión, que enumera así:
1- Convencerme de lo grave y dañoso que es el pecado.
2- Sentir arrepentimiento y vergüenza de haber ofendido al buen Dios.
3- Hacer confesión de todos mis pecados.
4- Convencerme de la gran misericordia que Dios tiene para con el pecador que quiere ser perdonado.
5- Ir adquiriendo un gran amor y estimación por todo lo que Cristo sufrió por nosotros.
6- Adquirir un amor por Jesús Eucaristía.
7- Aprender a orar, especialmente recitar con amor y atención el Padrenuestro.
8- Tratar de vivir en continua y afectuosa comunicación con Dios.
Tenía visiones de Cristo en la Hostia durante muchas misas. A veces, al sentir la presencia de Dios cerca, daba grandes gritos de alegría o asombro, que espantaban a la gente a su alrededor. Otras veces era al revés: gritaba cuando sentía que el Espíritu Santo se había alejado.
Como sucedía con otras figuras de estilo franciscano y místico, algunos la tomaban por loca. Pero cuando murió su fama de santidad estaba bien establecida y en su tumba se produjeron muchos milagros.
Puede leerse en español su Libro de la Vida (126 páginas en PDF), de estilo bastante ágil:
http://www.catolicos.com/santaangelalibro.pdf