José Manuel Armesto Santiso es sacerdote, tiene 33 años y una agenda personal nada cartuja, es decir ajena a la religiosidad intramuros que practica esta orden religiosa. En la actualidad es el cura encargado de once parroquias en la zona de Castro Caldelas, de donde es oriunda su familia.
Es graduado en Enfermería, trabajo que realiza en el instituto geriátrico Divino Maestro del seminario, y ejerce como capellán en el Complejo Hospitalario de Ourense.
Por si fuera poco, y en una curiosa parábola de la multiplicación de las horas y los planes, José Manuel estudia Medicina en Santiago, un sueño largamente acariciado que ya hizo público hace unos años tras su ordenación sacerdotal.
Es graduado en Enfermería, trabajo que realiza en el instituto geriátrico Divino Maestro del seminario, y ejerce como capellán en el Complejo Hospitalario de Ourense.
Por si fuera poco, y en una curiosa parábola de la multiplicación de las horas y los planes, José Manuel estudia Medicina en Santiago, un sueño largamente acariciado que ya hizo público hace unos años tras su ordenación sacerdotal.
"Disculpe, la llamo un poco más tarde. Es que voy conduciendo porque tengo una misa funeral a las 4 de la tarde en la zona de Caldelas y luego ya regreso a Ourense para ejercer como enfermero en el geriátrico del seminario a partir de las 6 de la tarde", explicaba ayer este sacerdote que rejuvenece la avanzada media de edad del clero ourensano.
"Claro que la frase de ´vivir como un cura´ es un mito", reconoce José Manuel. Su curiosa dualidad de médico de la fe y aprendiz de cirujano, lo coloca como el nuevo modelo de clero ourensano: el de joven curioso con una amplia formación e interesado por las nuevas tecnologías.
Por si nadie se cree el relato de sus cometidos pastorales, José Manuel es párroco de Pedrouzos, San Mamede y administrador de Argas, Burgo de Caldelas, Castrelo de Caldelas, Folgoso de Caldelas, Mazaira, Medos, Tronceda, Vilamaior de Caldelas, Vilardá y Vimieiro.
El hecho de que aguante noches en vela preparando sus clases de medicina -"¡Aún tengo seis años por delante!", exclama el alumno- mientras mantiene su compromiso sacerdotal con sus feligreses, tiene más de un objetivo. "Ambas cosas me gustan pero si algún día consigo rematar la carrera y el obispo lo considera oportuno, me gustaría ir a misiones, y compaginar sacerdocio y medicina en los países donde más lo necesitan".
Reconoce que la labor de capellán en el hospital dando "una caricia, una palabra de aliento o un rostro amigo a personas que están viviendo en ocasiones sus últimos momentos, es dura pero gratificante". No se considera de ninguna manera un caso excepcional en el sacerdocio. "De esos 230 sacerdotes que hay en activo muchos tienen más de 70 años, y siguen adelante. Esos sí que tienen mérito", afirma Armesto.