Durante años redactó artículos en los que analizaba la actualidad parlamentaria y educativa de su país. Marco Tosatti trabajaba así desde 1970 en el periódico italiano La Stampa, cuando su nombre fue sondeado para cubrir las actividades en el Vaticano. “Me dije: "¿Por qué no?" Era un mundo que no trataba desde hacía tiempo, y era un desafío volver a estudiarlo".
 
Hijo del malogrado periodista deportivo Renato Tosatti, -fallecido en 1949 en la catástrofe aérea de Superga, en Turín-, Marco creció sin estímulos paternos. En términos espirituales, sus únicas nociones de la religión católica habían sido gracias a las enseñanzas de su madre, que habían perdurado hasta los 12 años, edad en que dejó de ser monaguillo en las misas. Durante la adolescencia se distanció de forma radical de la Iglesia y de la fe. "Llegué a ser una persona sustancialmente antirreligiosa", declara.
 
Ceñido a sus estructurados conceptos agnósticos, comienza en 1981 a cubrir la intensa bitácora de viajes y actividades del pronto santo Juan Pablo II. Lo hacía, dice, “bajo un prisma muy laico. Aunque no era creyente, me interesaba la espiritualidad en sentido amplio, especialmente las religiones orientales y el Islam”. Para qué decir si sentía algún afecto hacia el Papa… “Era una relación estrictamente profesional”.
 
Viaje tras viaje y sin buscarlo, Marco se impresionó por la forma de rezar del Papa. “Me di cuenta –reconoce- que era un ser de una humanidad extraordinaria y gran inteligencia. Su trayectoria no era en absoluto clerical, pues ¡era un actor de teatro! que había desembarcado en la fe”.
 
Impresionado, el periodista que se resistía creer, sucumbió ante lo que acontecía frente a sus ojos. “Cuando le observaba, me daba cuenta de que su fe era como la de un niño, muy sencilla, incluso algo candorosa. Desde entonces, me volví a la oración”.
 
Una conversión fundada en la Resurrección del Señor
 Feliz y atraído por el testimonio del Papa, se despertó en Marco el interés por saber más, no quería solamente informar. “Este era un tipo de estudio que nunca había experimentado. Cuanto más leía la historia del cristianismo, más me daba cuenta de que nuestra fe no es genérica, sino que está vinculada a hechos históricos y a creer no sólo en Dios, sino también en los testimonios de los que han pagado y siguen pagando por su fe”.
 
La misericordia que descubrió en Jesús, le permitió volver a sentirse abrazado, al igual que Pedro. “El hecho sociológico que más me ha impactado fue cuando uno de los apóstoles -el que más tarde lideraría la Iglesia-, traicionó a Jesús en el momento más crítico. Y, poco tiempo después, él y los demás estaban dispuestos a morir por decir que le habían visto resucitar”.
 
Gracias al misterio de la Resurrección, afirma, pudo entender su conversión. “Es el punto central de nuestra fe porque a Dios se le puede creer por lo que demostró. Es decir, por morir y resucitar. Sólo después de ver esto, sucede algo en la cabeza y en el corazón, pues históricamente es inexplicable”.
 
Hoy, con 66 años, acumula una serie de anécdotas de sus viajes junto a los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Se ha transformado en uno de los vaticanistas más destacados, escribiendo sobre 15 libros que relacionan historia y religión. Su testimonio que Portaluz difunde fue publicada en el libro Nuevos cristianos de Europa, escrito por el periodista Lorenzo Fazzini en el año 2010. En él Tosatti asume que su conversión “aún sigue, porque mi fe no está desprovista de dudas. Es una paradoja algo extraña, porque ahora me parece tan evidente tener que creer en algo”.