Michael Kelleher habla de su fe en la infancia, en Estados Unidos, como "la Reforma Protestante llevada al extremo".
"Cada vez que mis padres sentían que la oración en la iglesia no era bíblica según su interpretación se cambiaban de iglesia", relata Michael.
"Si nosotros leemos la escritura y lo que una iglesia estaba haciendo no tenía sentido para nosotros, tendríamos que buscar una diferente", relata a Coming Home Network.
Llegó el momento en que sus padres decidieron prescindir de iglesias y volcarse en hacer "la educación y la iglesia en casa, trabajando las Escrituras por cuenta propia".
Esta práctica llevó a Michael a tener una relación "muy personal con Cristo". Ya desde muy joven dedicaba largos ratos a la oración antes de cumplir sus otras obligaciones.
Creía en Cristo porque lo decía la Biblia
Sin embargo, tenía unos 16 años cuando la idea de la sola scriptura -la Revelación es transmitida únicamente a través de la Sagrada Escritura- y "otras inconsistencias" comenzaron a llamarle la atención.
Se le ocurrió una idea: "En lugar de pensar que creía en Jesús porque la Biblia me lo decía, pensé en creer en la Biblia porque creía en que existía Jesús".
Aquella reflexión, que nació de él mismo, cambió todos sus esquemas, "especialmente en términos de cómo entendía a Jesús, la Biblia y mi enfoque hacia ella".
Michael acababa de comenzar unas clases universitarias de apologética protestante, centradas en la defensa de la sola scriptura, pero solo le hicieron dudar aún más, y empezar a pensar que "debía de haber algo más profundo y subyacente como base de nuestra fe" antes de sola scriptura.
"Siempre estuve de acuerdo en que las escrituras son dadas por Dios, pero eso no significaba que fuese la única forma de comprender o basar el estudio de la teología", explica.
Cuestionó de forma natural, además, "el racionamiento circular" en el que incurre esta creencia al no estar contenida en las mismas escrituras.
Comunidad, Tradición y Eucaristía, más que símbolos
Michael Kelleher admite que sus dudas se incrementaron al empezar la universidad. "Había aspectos que no compartía con la forma en que mis padres manejaban su relación con la Iglesia", explica.
En la religión y la fe, sospechaba, "no se trata de servir a los intereses propios, sino también al resto de la comunidad".
Aquel pensamiento comenzó a tomar forma y Michael decidió acudir regularmente a una iglesia donde se comprometió a ofrecer su ayuda en las necesidades que pudiese tener su nueva comunidad.
Sus nuevas inquietudes le llevaron a una pequeña iglesia anglicana donde decidió servir como pianista en las reuniones que tenían lugar en torno a un profesor de su propia universidad.
"Parecían tener una comprensión diferente de las Escrituras, la fe… todo tenía más sentido para mí que mi propia educación", recuerda Michael.
Por primera vez, en esa iglesia anglicana le hablaron del concepto de tradición. "Recibí muy bien esta idea, me ayudó a entender que las Escrituras se encuentran enmarcadas en ella, y comprendí que algunas de las cosas que leemos en ellas no se entienden simplemente leyendo, porque existe una tradición más amplia que las contextualiza".
Los primeros cristianos iban a misa
Las preguntas que perseguían a Michael desde hacía años comenzaron a tener respuestas cuando en clase de Historia se sintió "empujado hacia la Iglesia".
Fue en una clase de historia sobre la cristianización del imperio romano, leyendo los relatos de San Justino sobre las misas a las que asistían los primeros cristianos, donde quedó impactado.
"La reverencia por la Eucaristía fue tan diferente de mis experiencias relativas a la comunión y a mi forma de pensar en ello como algo simbólico mientras que crecía que sentí que tenía que ser mucho más que un símbolo", explica.
Para Michael, "el segundo momento clave" fue conocer católicos formados en su fe. "Muchos de mis profesores iban a la Iglesia Católica y solo miraba la forma en que vivían sus vidas como hombres de familia y como buenos profesores que interpretaban la historia o la literatura y me veía reflejado", afirma.
Habían pasado meses desde que el estudiante albergaba serias dudas sobre su futuro cuando Scott Hahn fue a hablar a su universidad sobre apologética. "Ese es su carisma, que sabe hablar de la fe a personas que no son católicas pero si cristianos", como era su propio caso.
Su pastor se hizo católico
Poco después de conocer a Hahn en persona, era la última semana antes de las vacaciones de Navidad y Michael asistía a su iglesia anglicana cuando su pastor, su mentor espiritual, anunció que era su último domingo: se iba a hacer católico.
Para Michael, el regreso a la Iglesia de su pastor fue una señal que le preparaba para su próximo destino.
"Hubo algo que me hizo no dar el paso: aún no estaba casado ni vivía en mi propia casa, todavía vivía bajo el techo de mis padres y seguía sus reglas, pero después de graduarme busqué una iglesia católica y comencé a ir a los cursos de iniciación al cristianismo para adultos".
Solo había pasado un año y medio desde que Michael percibió las verdades de fe estudiando a San Justino. "Mi esposa y yo nos casamos y se mudó a mi hogar. Nos inscribimos en el programa de iniciación al cristianismo para adultos y fuimos recibidos en la Iglesia", concluye.