Marido, padre, abuelo, viudo y ahora sacerdote. Don Nicola subió al altar como joven esposo y vuelve con 73 años como sacerdote. La vida plena de Pacetta, un matrimonio descuidado en gracia de Dios, dos hijos, la misión y el nuevo despertar de una llamada recibida cuando era niño. Cuenta la historia Caterina Giojelli en Tempi:
Primero subió al altar para honrar la historia milenaria de este planeta: hombre, mujer, matrimonio, hijos. Después de eso vio subir a sus hijos, Francesca y Davide, y una vez más a los hijos de sus hijos, porque se sabe que cada matrimonio casi siempre lleva detrás un bautismo (en este caso seis). Lo que no se imaginaba, al menos en sus 43 años vividos indisolublemente como marido, padre y después abuelo, era que un día subiría al altar como sacerdote: sacerdote dando misa, partiendo el pan y dando la comunión a amigos y familiares. Y que su historia daría la vuelta a Italia.
¿Un ejemplo para los sacerdotes casados? "Tonterías"
"Yo no soy de Catanzaro, sino de Guardavalle, que está en la provincia de Catanzaro, pero no es Catanzaro, escríbalo. Y tampoco he hecho 43 años de recorrido vocacional, lo que he hecho es un camino de fe. Después de la muerte de mi mujer se despertó en mí la llamada que recibí cuando era pequeño". Desde hace días, el teléfono de Nicola Pacetta está tomado por los periodistas. Y se entiende: las imágenes de su primera misa, celebrada a la edad de 73 años en la parroquia de Campolieto (Campobasso) el domingo 12 de mayo, y de la ordenación presidida por el obispo Giancarlo Bregantini en San Antonio de Padua el día anterior, con la presencia de sus hijos, nietos, amigos y familiares, han despertado la curiosidad del país y de la prensa, grande y pequeña.
Algunos han intentado preguntarle si su historia podría representar un claro ejemplo de qué-bonito-sería-si-los-sacerdotes-pudieran-formar-una-familia. "Pero, ¡qué tontería! Son dos misterios distintos, cada uno con su propio camino y su propia gracia. Y yo le agradezco al Señor el haberme dado las dos –declara con énfasis a Tempi Don Nicola–. Pero, ¿qué podría añadir el matrimonio al sacerdocio? ¡Sólo preocupaciones! Si pienso en las que he tenido yo...".
Los cuentos de mamá Elena en el telar
Lo bonito de don Nicola es que su historia tiene, desde luego, todo lo que hace falta para convertirse en un ejemplo. Ejemplo de cómo incluso el matrimonio más destartalado puede, con la gracia de Dios, renovarse, y cómo cada situación desconcertante puede transformarse en un nuevo misterio. Estamos entonces en Guardavalle, población de pocos miles de almas en la provincia de Catanzaro, cuando Nicola, que aún no tiene ocho años, se sienta al lado de su madre Elena. Una mujer devota que teje y trabaja en el telar, cose mantas, remienda y lee el opúsculo infantil A ti te hablo, ¿quieres ser sacerdote?, de El Mensajero de San Antonio. "Me decía: 'Nicola, ¿me oyes? ¡Está hablando contigo!' y yo asentía muy convencido. Moraleja: con once años, a pesar de la resistencia de mi padre, un zapatero honesto pero al que no le atraían mucho las iglesias ni los sacerdotes, entré en el seminario menor. Y no salí hasta que acabé el noviciado".
Un matrimonio lleno de obstáculos
Nicola es bueno e inteligente, pero esta vocación tal vez no sea lo suyo, en parte lo comprende por sí mismo, en parte se lo hacen comprender los franciscanos: el chico deja el seminario en un mar de lágrimas, las suyas y las de su madre (el padre, en el fondo, está aliviado). Los que siguen son años un poco movidos, primero en el liceo clásico y, después, estudiando magisterio.
De hecho, después de algún que otro golpe, Nicola se encuentra un día subido en el tren que le lleva a enseñar como maestro de primaria en un colegio rural en la zona de Gioia Tauro; en ese tren conoce a Giuliana, profesora de letras en un instituto. "Ni un infarto, ni sudor o amor a primera vista: los viajes en tren son así, se habla, nace una amistad. Y a base de hablar a los dos años nos casamos".
Y enseguida se ve que es una unión con obstáculos: es verdad que desde el principio Nicola trabaja como contable en los ferrocarriles de Milán; es verdad que a Giuliana le gusta la idea de ir al norte y vivir en la gran ciudad con la pequeña Francesca, que nació poco después de la boda. Pero también es verdad que los dos empiezan realmente a no soportarse y, al cabo de pocos años, este matrimonio parece haberse hecho pedazos. "Estamos en 1972, en Italia aún no existía el divorcio, pero queríamos separarnos". ¿Qué pasa después?
Un encuentro, un nuevo inicio
Pasa, como siempre en las historias hermosas, que hay un encuentro y ya nada es como antes. El párroco de la iglesia ha pedido ayuda para revitalizar la comunidad a alguien del vivaz Camino Neocatecumenal: "En fin, empezamos a hablar y después a seguir a esta gente que, fíjese lo que son las cosas, habían sido nuestros vecinos de casa. ¿Sabes cuando algo se te sirve en bandeja de plata? Nuestra vida cambió. Una maravilla. Un seguimiento. No estábamos arreglando el matrimonio, estábamos empezando uno nuevo. No habíamos mejorado, seguíamos siendo nosotros. Pero esos 'nosotros' estaban en camino, tenían un principio de camino".
El Camino Neocatecumenal está hecho de gestos, catequesis, retiros; Nicola y Giuliana hicieron todo, sirvieron a la Iglesia, aprendieron a perdonarse cada tarde, incluso quisieron irse de misioneros. Pero también aquí los tiempos y el modo de actuar del Creador, al que ambos estaban agradecidos y al que amaban locamente, son misteriosos. "Nunca nos fuimos porque era imposible. Al principio porque, al cabo de once años, este camino fue bendecido por el nacimiento de otro hijo, Davide. Un embarazo de riesgo y complicado también para Giuliana, que tuvo que estar la mayor parte del tiempo en la cama. Después también enfermó su padre y, cuando murió, acogimos a mi suegra en casa. Cuando falleció mi suegra nuestros hijos eran ya mayores y todo parecía estar listo, pero Giuliana recibió un diagnóstico fatal: tenía un tumor incurable".
La enfermedad, "nuestra luna de miel"
Hasta ese momento Nicola ha intentado dar cuerpo y alma a la misión de la Iglesia "doméstica" y aunque el mundo se cayera a pedazos, todos los domingos por la mañana la familia recitaba las laudes con el entusiasmo de quien sabe que a los hijos se les da lo más precioso que se recibe de Dios, "la propia fe". Ahora, sin embargo, hay que devolverle a Dios a Giuliana: "Yo siempre se lo digo a mis amigos: el último año de Giuliana fue nuestra luna de miel. Nuestro diálogo y nuestra amistad durante esos meses de espera y de vida se vivieron con plenitud y verdad, a la luz de esta certeza: el buen Dios ahora quería a Giuliana para Él".
En misión, ¿dónde? En Castel Volturno
Cuando Giuliana vuelve al Padre, Nicola vuelve a ocuparse de los gestos del Camino Neocatecumenal. Y esa llamada, que probablemente nunca desapareció del todo y que se había quedado arrinconada tras la salida del seminario, vuelve a aguijonearle: ¿es posible?, se pregunta en un retiro. ¿Es posible que tanta predicación haya despertado la llamada al sacerdocio de hace tantos años? Nicola lo habla con el resto de responsables de la catequesis, pero para obtener una respuesta tiene que esperar cinco años. Justo cuando se pregunta si el deseo de irse de misión no tendría que concretarse en algo distino llega la hora de partir.
"Uno dice misión y tú piensas en el continente negro, en los rincones más pobres y olvidados de la tierra. Y, efectivamente, acabé en un sitio olvidado, no por Dios, sino por los hombres: Castel Volturno. Parecía estar en África, era todo un ir y venir de inmigrantes, nómadas y poco dóciles a una catequesis, digamos, organizada. Y aun así, la necesidad de una misión en esa especie de polvorín, tristemente famoso en el resto de Italia por muchos motivos, era justo la gente del lugar, abandonada por todos y a sí misma. Digamos que ahí nació la primera misión italiana para los italianos".
"Papá, ¿qué son estos misterios? ¿Hay otra mujer?"
Nicola transcurre años bonitos y difíciles para dar vigor al camino, para hacer crecer la fe. ¿Y qué hacen los responsables con quienes había hablado cinco años antes de su vuelta? Le preguntan porque no empieza el camino al sacerdocio. "Yo os lo dije hace cinco años, ahora soy anciano", respondí, "¿quién tendría en su seminario a alguien de mi edad?". El valiente monseñor Giancarlo Bregantini, obispo de Campobasso, el sacerdote de Trento que nació en medio de los manzanos de la Val di Non y que ha sido adoptado por el sur, convertido en enemigo acérrimo de la 'ndrangheta [organización criminal calabresa], por ejemplo.
El problema ahora es decírselo a los hijos. "Empecé con cautela: 'Podría haber ciertos cambios', decía. Y mi hijo: 'Pero, ¿qué son estos misterios, hay acaso una mujer que te hace la corte?'. Pero qué mujer... Cuando el obispo dio el sí, les conté todo. Primero se asombraron, pero después me animaron. Entré en el seminario diocesano Redemptoris Mater de Campobasso hace tres años. Mi hija vive en Villa San Giovanni, mi hijo en Monza. Verlos delante del altar con sus hijos, entre los amigos del camino presentes en mi vida desde el primer inicio, hace 43 años, me conmovió profundamente. ¡Quién sabe que habrá pensado Giuliana desde ahí arriba!".
Un ex participante del 68, el joven, el abuelo
Desde ahí arriba, Giuliana podía, de hecho, ver lo qué pasaba en el altar: al lado de otros dos amigos sacerdotes, un ex participante del 68 y un jovencísimo sacerdote capaz de dar unas homilías maravillosas, Nicola está celebrando la misa. Nicola que ha sido marido, padre, abuelo, viudo y, a partir de ese día, "don". "Hoy, que las parejas se separan por nimiedades, imagínese qué caos sería si fueran también testimonios del Reino de los cielos. Jesús no estaba casado y el Evangelio tiene un propósito muy claro". Lo bonito de don Nicola es que es un verdadero ejemplo de fe y de fidelidad a los mandamientos y a la Buena Nueva. Alguien a quien antes no podías tirar de la chaqueta para obligarle a hacer algo... y ahora tampoco de la sotana.
Traducción de Elena Faccia Serrano.