Madeleine Delbrêl (1904-1964) evangelizó durante treinta años en un medio tan adverso como el municipio comunista de Ivry, cercano a París. Y se ganó la estima de sus adversarios entregándose a los pobres y sin disimular nunca su condición católica. Acaba de publicarse un libro sobre su espiritualidad, Orar con Madeleine Delbrêl (PPC Editorial).
Esta relevante figura del laicado francés de mediados del siglo pasado es poco conocida en España. Sin embargo, en Getafe ejerce su tarea pastoral un sacerdote compatriota suyo muy vinculado a su obra.
Joseph Rodier (el Padre Pepe, como le conocen en la localidad madrileña) nació en París hace 83 años. Creció junto al mercado de Les Halles, un barrio de burdeles y vida nocturna que conocía bien porque acompañaba a sus padres a cargar y descargar hasta altas horas de la madrugada. Ellos respetaron luego su vocación religiosa, aunque ambos, formados como cristianos, se habían alejado de la Iglesia en las ideas y en la práctica religiosa. Desde pequeño quiso ser sacerdote, ingresó en los Hijos de la Caridad, fue ordenado sacerdote en 1961 y en 1964 fue destinado a Vallecas. Regresó a Francia unos años, y volvió a España en 1993 para quedarse definitivamente.
El Padre Pepe, un sacerdote francés afincado en España desde hace medio siglo.
Hemos entrevistado a fondo al Padre Pepe sobre Madeleine Delbrêl. Puedes pinchar aquí para descargar la entrevista completa, muy interesante para conocer el contexto completo de su misión, y ofrecemos a continuación un extracto para que conozcas lo esencial sobre ella.
Primer contacto del Padre Pepe con Madeleine Delbrêl
Viví momentos muy difíciles en mi juventud, con una vida un tanto caótica. Tras un periodo de misticismo lo dejé todo, porque la Iglesia me había decepcionado totalmente. Fue gracias al testimonio de Madeleine Delbrêl como volví a descubrir una Iglesia pobre, cercana al pueblo, una Iglesia apasionada por Dios y por el pueblo pobre.
Bajo la bandera rusa
Una noche me fui a Ivry –recuerdo que era Navidad– para ver a Madeleine Delbrêl en la iglesia de San Pedro y San Pablo. No hablé con ella, la vi solamente en la vigilia que había en la iglesia. Me di cuenta de que en el ayuntamiento, que está al lado de la iglesia, colgaba la bandera rusa.
Me dije a mí mismo: "¿Quién puede evangelizar Ivry, quién puede anunciar a Jesucristo en un mundo que está entregado, aparentemente, al comunismo?". Para mí esa era la gran pregunta. Después tuve un encuentro con ella, siendo ya seminarista, durante una visita a la parroquia de San Pedro y San Pablo, que era su parroquia, donde ella estaba con otros miembros del consejo pastoral.
Una mujer respetada
En mi casa, hecho curioso, la Iglesia no era muy querida, pero si se hablaba de Madeleine Delbrêl me escuchaban, porque veían en ella una mujer cercana, veían en ella una mujer de Dios. No sabían cómo expresarse, pero con mi madre y mi hermana –y con mi padre antes de su muerte– pude hablar de ella y Madeleine Delbrêl era para ellos una referencia, una mujer que vivía el cristianismo fuera de las grandes organizaciones eclesiales, pues no era una militante, no entró en ningún movimiento. Quería ser Cristo en medio del pueblo.
Por qué Ivry
Desde la Revolución tenía una tradición anticlerical, pero el comunismo entró en 1925 con Georges Marrane, el primer alcalde comunista. Era un hombre de peso e Ivry se convirtió en la capital del comunismo francés.
Georges Marrane fue alcalde comunista de Ivry entre 1925 y 1939 y luego entre 1945 y 1965. En 1947 fue ministro de Sanidad durante unos meses en el gobierno de Paul Ramadier.
Los primeros pasos del apostolado de Madeleine
Llegó a Ivry el 15 de octubre de 1933, día de Santa Teresa. Llegó con dos compañeras, que formaban parte de un pequeño grupo de scoutismo de una parroquia de París, Saint-Dominique, donde había un sacerdote excepcional, el padre Lorenzo. Era capellán de los scouts, chicos y chicas, y Madeleine Delbrêl era la responsable de los Lobatos. Del año 28 al año 33 fue su director espiritual. Él fue quien ayudó a estas chicas a descubrir la miseria del pueblo de París.
Ella era asistente social, otra era enfermera y la tercera trabajaba en un laboratorio de farmacia, las tres en Ivry. Madeleine Delbrêl empezó primero como asistente social allí, al servicio de esta parroquia, y la enfermera también. Pero Madeleine Delbrêl se dio cuenta de que este mundo parroquial, que ella valoraba, no era su vocación, no era la vocación de ellas, y que debían salir de este ambiente parroquial y alcanzar también el mundo no creyente, las calles de Ivry, al obrero sencillo, pobre.
Madeleine Delbrêl con Suzanne Perrin (sentada), fallecida en febrero de 2018 casi centenaria: era una de las últimas personas que conocieron sus años iniciales de apostolado.
Entre comunistas
En Francia, en los años 35-40, con el nacimiento de un comunismo fuerte, hubo mucho antagonismo entre cristianos y comunistas. Madeleine Delbrêl y sus compañeras quisieron entrar en contacto con este mundo, que ya conocían a través del centro social, y deseaban más libertad para poder desarrollar otro modo de evangelización. Ella decía: "Hay que tener más espontaneidad y aportar a este mundo la prueba de que son queridos por Dios, que no son rechazados por Dios".
Los militantes… y los demás
Se dio cuenta de que en el municipio de Ivry había militantes, comunistas militantes, pero que la gran masa de gente sencilla tenía el carné del partido comunista porque al vivir en un municipio comunista, si querías tener un piso de protección oficial tenías que tener el carné del partido. Mucha gente no tenía una fe comunista muy profunda, pero decían que los comunistas eran buenos, trabajan bien en el ayuntamiento, aportaban cosas…
La Casa Madeleine Delbrêl, en el número 11 de la calle Raspail, en Ivry.
La casa de la calle Raspail
Se mudaron a la casa que aún existe hoy, en Rue Raspail, que ahora es un pequeño museo y que quieren transformar en una residencia para personas que viven la espiritualidad de Madeleine Delbrêl; el proyecto ya está en marcha. Es el lugar donde vivió desde el 35-36 hasta su muerte, en el año 64. Rue Raspail se fue convirtiendo, poco a poco, en un lugar de encuentro para todas las personas que iban conociendo en la calle. Todos sabían que podían ir a verlas para hablar con ellas, que estaban disponibles, después del trabajo, por supuesto, por la noche. Organizaban encuentros, diálogos, fiestas, bailes, de todo. Madeleine era una mujer de una vitalidad enorme, a la que le gustaba mucho la vida.
Etapa atea
A los 17 años era atea. Atea y decía: "Dios ha muerto, ¡viva la muerte!". Era discípula de Nietzsche, decía que el mundo era absurdo, el dolor de este mundo era absurdo, no podía creer en Dios. Cuando estudiaba, primero enfermería y luego asistente social, en este ambiente juvenil, nihilista, estaba de moda decir que Dios no existía.
El cambio
Se dio cuenta de que entre sus amigos había jóvenes que eran cristianos. Concretamente se enamoró de un joven de su edad, Jean Maydieu, y fueron novios casi un año y medio. Todos pensaban que iban a casarse. Pero Jean Maydieu, que era un joven periodista, de repente le dijo que entraba en los dominicos. Para ella fue un momento de depresión.
Noche oscura del cuerpo y del alma
Madeleine Delbrêl tenía una salud muy frágil, tuvo depresiones a lo largo de su vida, pequeñas depresiones y, sobre todo, malestar. A veces tenía que descansar, tenía muchos dolores de cabeza que la obligaban a descansar. También bajó a los infiernos del mundo, sabía lo que es el infierno de la desesperación, tenía una gran vida mística. Leyó a Santa Teresa, a San Juan de la Cruz, a Paul Claudel, François Mauriac, Baudelaire… Madeleine tenía miedo de perder la cabeza, como su padre; a veces se decía: "Mi fe es una ilusión, es un fantasma".
Deslumbrada por Dios
Decía que la vida se divide entre dos abismos: el abismo del rechazo de Dios y el abismo de la grandeza, de la belleza de Dios. Su conversión fue una conversión progresiva, sólo al final de su vida dijo a los estudiantes que el día de su conversión, parece ser que en marzo del año 1924, fue "deslumbrada por Dios". Esta palabra a mí me dice mucho, quedarse deslumbrado por Dios. Es un misterio tan grande que nos supera totalmente, que no podemos imaginar. Ella entró en la vida mística gracias al padre Lorenzo, quien poco a poco la ayudó a vivir con serenidad, con paciencia, la acción de Dios en su vida. Dejarse llevar por Dios. Ella solía decir: "No soy una activista, soy una mujer agit par Dieu, Dios actúa en mí".
“Lo social” y “lo espiritual”
Madeleine Delbrêl decía que nunca se puede separar lo místico de lo social, ni lo social de lo místico. Esta también fue una aportación suya. La tentación de algunos sacerdotes era trabajar sólo en lo social, la eficacia. No, ella no buscaba la eficacia inmediata. Ella quería salvar a este mundo y decía: "Es una alianza de salvación, soy cristiana en medio de ellos no sólo para que sean felices, no sólo para que tengan escuelas, centros de salud; estoy aquí porque quiero que entren en el cristianismo, para la vida eterna". Madeleine habla mucho de la vida eterna. Decía que no podía hablar a la gente sin decirle que caminamos hacia la vida eterna. "Hemos de luchar contra las miserias y las desgracias que Cristo ha tomado en serio, para ser juzgados en el último día según la ayuda que hayamos aportado. Hemos de recordar que más allá de todo esto, no se trata de un segundo paraíso terrenal, sino de la vida eterna".
Aceptar la confrontación…
"Se trata de vivir una fe cercana, aceptar aparecer como gente insólita y original". Madeleine no tenía miedo de parecer insólita, esta es la pobreza del pobre. Del pobre que sabe que la gente se ríe de él. Hay gente que se ríe de ti, de tu forma de ser, de vestir. Renunciar al poder, renunciar al éxito. Ella no buscaba su éxito. Madeleine Delbrêl decía: "Sí, ser pobre entre los pobres, pero hablar, dar cuenta de nuestra fe". Y aceptar la confrontación. Ella cuenta que una vez, en una reunión con militantes comunistas, uno le preguntó: "¿Tú crees en la vida eterna? ¿Tú crees que Jesucristo está vivo?". Ella respondió ante cincuenta personas, afirmando la resurrección. Nadie creía en ello. Era como San Pablo y los atenienses. Para mucha gente esto es inconcebible.
…y dar testimonio
Madeleine Delbrêl era consciente de que la fe, para mucha gente, era algo impensable. Esta era su gran preocupación: cómo volver a dar espacio a Dios en este ambiente de nihilismo. Como sucede hoy. "Para devolver a Dios al mundo, hay que hacerLe presente sin buscar la grandeza". Es decir, sin buscar éxito. La Iglesia quiere que se hable bien de ella. No, no, la Iglesia es el siervo sufriente. En la espiritualidad de Madeleine está muy presente la imagen del siervo sufriente del profeta Isaías.
"No se habla de Dios con definiciones. El término Dios es intraducible en nuestros ambientes". Intraducible, decía ella. "Para evangelizar hay que aclararlo, acercarlo, hacerlo presentir. Es preciso dar testimonio de Él mediante toda una actitud de vida, con nuestras opciones, con actos concretos que suplen a alguien invisible, pero vivo; intangible, pero que actúa".
Se habla de solidaridad y eficacia, pero Madeleine nos habla de bondad. La bondad del corazón, esto es algo imprescindible en la espiritualidad de Madeleine. "La bondad del corazón que viene de Cristo, dada por Él, es para el corazón no creyente o indiferente el sabor desconocido de Dios".
Una mujer eficaz
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Madeleine Delbrêl pasó al servicio del ayuntamiento de Ivry como asistente social. Como tenía fama de mujer muy inteligente la nombraron enseguida responsable de todos los servicios sociales. Y cuando se produjo la liberación en el 44, volvieron los comunistas.
Todos querían que Madeleine siguiera ocupándose de los servicios sociales. En el año 45, después de la Liberación, dimitió porque se dio cuenta que ya había hecho lo que tenía que hacer. Como su fama era muy grande querían que entrara en política, pero ella no quiso. Tanto la derecha como la izquierda querían que entrara en política, porque era una mujer de talla y la querían en la Asamblea Nacional.
Incluso los comunistas…
Los comunistas la querían mucho, decían que era una muy mala estudiante del marxismo, pero que era una buena mujer llena de bondad y eficacia, llena de gratuidad, que amaba al pueblo de Ivry. Y sabían que cada día iba a misa a la parroquia de San Pedro y San Pablo, con su misal lleno de nombres.
La misa diaria era el corazón de su vida. La iglesia de San Pedro y San Pablo es una iglesia antigua, una iglesia pequeña y cuando murió todo el ayuntamiento, todo los consejeros municipales estaban en la puerta de la iglesia. Fue una fiesta enorme, una despedida impresionante.
Un único libro
Escribió un libro en el año 1957, Ville marxiste, terre de mission [Ciudad marxista, tierra de misión], en el que explica todo lo que había vivido desde 1933, año en que llegó a Ivry, hasta 1957. Es un libro apasionante, porque en este libro descubrimos la profunda fe de Madeleine, "la palabra Iglesia que quiero escribir en las mismas líneas en las que escribo la palabra Dios".
Es una mujer que ama a la Iglesia. Nos dice lo que ha descubierto en primer lugar en Ivry: una gran cantidad de gente que ella llama "silenciosa", que vive sin religión ni ideología militante. Como hoy. Hay que pensar que en esa época mucha gente no era del partido. Es un libro apasionante, en el que dice que la Iglesia es poco conocida, los sacerdotes menos aún. Da muchos detalles sencillos, concretos, de una ciudad marxista. Es cierto que los comunistas han construido viviendas, han hecho cosas, un gran estadio, hacen fiestas, pero lo cierto es que la vida de la persona, humilde, pobre, no ha cambiado mucho.
Recopilaciones de artículos
Madeleine publicó muchos artículos entre 1932 y 1964. En 1966 publicaron Nosotros, gente común y corriente, que es una recopilación de sus artículos. Luego publicaron La alegría de creer. Ambos fueron publicados en español.
Orar con Madeleine Delbrêl
El libro que se publica ahora en español es de Bernard Pitaud, Orar con Madeleine Delbrêl, que recoge quince meditaciones de esta autora. Lo publica PPC Editorial.
El padre Pitaud es el provincial de los sulpicianos, que ha estudiado mucho la escuela mística francesa y es tal vez el mayor conocedor de Madeleine Delbrêl. Son meditaciones sobre la vida interior, la Eucaristía, el apostolado, la adoración, la oración, todos los grandes temas de la espiritualidad de Madeleine. Es un libro excelente para una persona que quiere entrar poco a poco en la mística de Madeleine Delbrêl.
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