Laia ha escrito ahora lo que sucedió después, sus primeros pasos en la fe, el catecumenado y el "novedoso" mundo de la vida del cristiano y lo ha querido compartir con los lectores de ReL. Estas son sus palabras.
»Cuando nacemos somos completamente ignorantes en todo: debemos aprender a hablar, a escribir, a leer, pero aun así tenemos mil recursos para hacernos entender.
¡Esto es lo que debería hacer Jesús conmigo!
»Yo era una auténtica ignorante sobre lo que había hecho Él. Tenía que aprender a hablar, a leer y a escribir sobre su vida, pero lo más importante: tenía que aprender a quererlo, porque Él ya lo había hecho conmigo, Él ya me quería desde el día que nací.
»¿Porque no supe interpretar sus señales? Quizás me daban miedo? O, simplemente, quizá vivía completamente de espaldas a la realidad.
»Ese día del mes de julio de 2011 en la Catedral fue mágico, pero al mismo tiempo fue como un volver a nacer. Allí entendí que todo lo que podría ocurrir a partir de entonces sería nuevo, que sería como un niño pequeño recién nacido: que aprendería muchas cosas, pero que también recibiría otras muchas.
»A los pocos días, recibí una llamada en mi casa. La persona que me hablaba me decía que comenzaría un proceso de catecumenado. ¡Claro que me sonó raro! Pero ¿qué podía hacer? De hecho, eso es lo que hacen los niños, ¿no? El lugar donde se enseñan cosas nuevas es en la escuela, ¿no? Pues, por decirlo de alguna manera, mis "estudios" serían un poco más largos, de hecho, no sabía cuánto tiempo durarían.
»A medida que fue pasando el tiempo, los meses, lo primero que me pasó fue totalmente providencial. Conocí el que sería más adelante mi padrino.
»¡Imaginaos! Nunca había tenido suerte con las amistades masculinas, pero esta persona era de un talante muy diferente y muy especial! Nos entendimos enseguida, hablábamos el mismo idioma, el idioma de Dios.
»Él me contó su experiencia, pero yo no podía parar de hablar de lo que me había pasado a mí, de las dudas que tenía, de la multitud de preguntas que me hacía cada día.
»Aquel cura joven (os puedo decir que le llevo 2 años) me repetía que no tuviera prisa, que el tiempo de Dios no es el mismo que el nuestro. Nuestra relación, cura-laica, se fue consolidando y poco a poco fuimos poniendo las bases de lo que tenemos actualmente, una amistad sólida, una relación de padrino-ahijada. Esto no lo hemos hecho nosotros, lo ha hecho Dios, Él nos ha puesto en el mismo camino.
»Un día me siento discretamente en un banco de la Capilla del Santísimo en la Catedral de Barcelona, y al cabo de un rato de estar allí tranquila y calladita (yo que normalmente soy muy habladora), se me acerca este cura ¡y me presenta al cardenal! Yo creo que me puse roja como un tomate.
»Yo no dejaba de preguntarme: "¿pero qué me está pasando? Cada vez que voy a una iglesia, siempre me pasa algo extraordinario".
»Al principio, lo atribuía a la casualidad, pero no, la casualidad no existe. Estaba claro que allí había Alguien que estaba haciendo de las suyas: cada vez que iba a una actividad organizada por el Arzobispado de Barcelona, conocía a personas fantásticas y llegaba a casa completamente emocionada. Lo más importante: era feliz.
»Estas sensaciones no han cambiado, de hecho al contrario, han crecido. Ahora ya no me sorprendo cuando conozco a alguien o cuando me pasa algo que no espero, porque ahora sé que todo pasa por algo, pero sobre todo porque lo he dejado en manos de Dios y Él poco a poco va modelando mi nueva vida.
»Este cura, un día me dijo: "Ahora tienes a alguien a quien contar las cosas, una persona que siempre te acompaña. Explícaselo a Él. Él te escucha siempre.
»Pues yo os digo lo mismo: No os olvidéis de lo que tenéis, no os dejéis influenciar por vuestro entorno. Vosotros tenéis a Jesús y Él es el mejor compañero, tu mejor amigo, no te traicionará nunca.
»Mi proceso de catecumenado duró un año y medio, y me bauticé el 12 de Enero de 2013 en la Cripta de la Catedral, pero un catecumenado no tiene un principio y un final. De hecho estamos siempre en constante aprendizaje, porque el Señor cada día nos enseña cosas nuevas.
Orad y pedidle todo lo que necesitéis: ¡Él os escucha!
Para terminar, quiero compartir un salmo que me gusta mucho y con el que me siento muy identificada.
Señor, mi corazón no es ambicioso
ni son mis ojos altaneros;
no voy detrás de grandezas
ni de cosas demasiado altas para mí.
Me mantengo en paz,
tengo el alma serena;
como un niño en el regazo de la madre,
como un pequeño niño se siente mi alma.
Israel espera en el Señor
ahora y por todos los siglos.
»Si necesitáis poneros en contacto conmigo, por alguna duda, reflexión, oración o simplemente por el hecho de que os ha gustado mi escrito. No lo dudéis nunca, siempre contestaré.
»Me gusta saber que mis escritos ayudan a más personas en mantener la llama de la fe viva. Recordad: Nunca dejéis de orar, Jesús siempre nos ayuda.
Laia Busqué
laibus35@gmail.com