“¿Los judíos creen en Jesús?”. Una “absurda pregunta” como ésta fue la chispa necesaria para despertar en Shane a los 13 años una profunda crisis de fe.

Había acudido a visitar una sinagoga como parte de su programa de estudios en el colegio. La pregunta la formuló un compañero de clase al rabino, y al profesor de Religión se le salieron los ojos de las órbitas. Sin embargo, este hecho y la respuesta del rabino desencadenaron una serie de pensamientos que cambiaron por completo la vida y la perspectiva de Shane.

“Crecer en una familia cristiana y asistir a una escuela católica no me dio nunca muchas oportunidades de ponerme en contacto con otros sistemas de creencias”, comienza, “me di cuenta de que yo nunca había conocido a alguien que no creyera en Jesús o al menos basara su vida en un sistema de creencias que lo incluyera de una u otra manera”.  «»

Así que, admite, “la pregunta de mi compañero realmente no era tan estúpida después de todo”.


Los padres, de educación y vida católica, recibieron esa noche un aluvión de preguntas de Shane: ¿Por qué creéis en Jesús? ¿Cómo sabéis que era el Mesías? Si Él era el Mesías, ¿por qué creemos que es Dios también? ¿Cómo podéis estar tan seguros?

“Es una cuestión de fe, Shane”, le respondieron. “No es algo que se puede probar absolutamente, es algo que sabes en tu corazón”.

Hermoso y sincero, reconoce Shane ... pero de ninguna ayuda para él.

Así que, en las siguientes semanas, Shane devoró la World Book Encyclopedia que estaba en su casa, leyendo todo lo posible sobre cristianismo y judaísmo.

También amplió su curiosidad al hinduísmo, el budismo y el islam
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Pasaba horas en la sección de Filosofía de la biblioteca local buscando autores “con autoridad”. Pero pronto se dio cuenta de las lagunas que existían entre ellos: mientras unos defendían la reencarnación, otros se reafirmaban en la resurrección; mientras unos hablaban de la gracia, otros abogaban por el karma; y así un largo etcétera.

“Cuanto más leía, más preguntas tenía para mis padres", recuerda.


"Cuanto más buscaba respuestas, más me daba cuenta de lo importante que era encontrarlas. O Dios nos ha dado reglas para vivir, o no lo ha hecho. O las decisiones que tomamos tienen consecuencias eternas, o no las tienen. O el cristianismo era cierto, o millones de personas estaban perdiendo el domingo por la mañana. Si Dios era el Creador y Juez de todos, quería saber lo que deseaba de mí”, explica.

En poco tiempo, Shane pasó de cuestionarse cuál era la religión verdadera a preguntarse cómo podía estar seguro siquiera de que había un Dios.

La opción le parecía posible. Pero lo único que podía ver es que una vida fuera de Él significaba soledad y vacío: “Necesitaba saber si había un Dios que me amaba. Sólo quería saber si podía contar con ser amado. Si tuviera eso, estaría dispuesto a hacer lo que Él me pidiera sin importarme que la gente pensase que era un fanático religioso”


Un día, Shane pasó por la cocina y decidió, una vez más, poner a su padre contra las cuerdas: “Papá, dime una vez más por qué crees en Jesucristo”, le dijo. “Shane, Jesús te ama tanto que llora por ti. Te quiere, pero tú no quieres volver a Él”, le dijo con el rostro entristecido.

Y en ese momento Shane pudo ver en el rostro de su padre al mismísmo Jesucristo, llorando por Él. “Me eché a llorar. Sucedió en un instante, fue como un flash en mi mente”, explica.

No era la clase de evidencia que había estado buscando -objetiva, verificable, libre de emociones- y sin embargo era personalmente innegable. Han pasado más de veinte años desde ese día y sigo sintiendo las repercusiones”, admite.

Desde ese momento, Shane tuvo el convencimiento de que Jesús de Nazaret estaba vivo, corporal y espiritualmente vivo, y que le amaba.


Su hambre de conocer se hizo aún mayor y empezó a leer libros de Billy Graham, fundador de una escuela evangélica, y de Hal Lindsey. “Lindsey me convenció de que la Iglesia católica había malinterpretado seriamente el modo en que Jesucristo nos salva”, explica.

En pocos meses Shane estaba acudiendo a reuniones con los Pentecostales, fascinado por su energía y su carisma, por la música y el ambiente.

“¡La falta de inhibición que las personas sentían al regocijarse ante Dios era tan diferente de mi experiencia de la misa católica hasta ese momento! Veía a los católicos atrapados en lo externo: confesión, la Virgen María, el Papa... Me parecían obstáculos directos para la relación con Dios. En la iglesia pentecostal a la que acudía no había normas ni obligaciones, ni siquiera no acudir a Misa era un pecado, para ellos la Biblia debía ser interpretada literalmente”.

Sin embargo, Shane también encontró una gran inconsistencia en esta iglesia: “La única doctrina católica que nunca dudé fue la presencia de Jesús en la Eucaristía. Me sorprendió que esta iglesia pentecostal no confesional, tan literal en su interpretación de otros pasajes de la Biblia, se se mostrara inconsistente en éste: Éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre”.


Un viernes Shane fue, como tantos otros, a una Eucaristía católica. Sin embargo, ese día sucedió algo especial en la comunión. Sintió verdaderamente, y no sólo intelectualmente, que Jesús venía a él.

“Esta venida de Jesús es parte de la realidad de la Eucaristía, nunca lo había experimentado así”. A partir de este momento Shane se confirmó, fue aceptando una tras otra las verdades que proclama la Iglesia católica, se casó y hoy es padre de dos hijos.

“Lo que mi propia experiencia me ha enseñado es que en realidad no hay un conflicto entre la fe del credo o dogma y una relación viva con Dios. Donde está la Iglesia allí está el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios, la Iglesia y toda gracia”.

Shane Kapler cuenta su experiencia en el blog justacatholic.blogspot.com y además es autor de The God Who is Love: Explaining Christianity From Its Center (El Dios que es Amor: Explicar el cristianismo desde su centro).