Nacido en California, nunca tuvo residencia fija por mucho tiempo, ya que su padre, miembro del ejército, se trasladaba frecuentemente de ciudad. Cuando Lou tenía diez años sus padres entraron a formar parte de los Testigos de Jehová, así que parte de su niñez y toda su adolescencia las pasó dentro de la Congregación. “Cuando era niño me sentía parte de algo mucho más grande que yo, que el mundo, que mis padres. Me sentía parte de una organización que parecía preocuparse realmente por mí y por mi familia, parte de una organización que me estaba enseñando la verdad”, inicia a relatar Lou.
“A una edad muy joven empecé a dar ´conversaciones´ (sermones) para la congregación, aprendiendo las Escrituras rápidamente. Estaba hecho para salir públicamente de puerta en puerta predicando esta la ‘buena noticia ‘que estaba aprendiendo. ¡Me encantaba conocer a gente nueva y enseñarles las cosas que Dios me estaba enseñando! Así que en 1987, a la edad de 13 años, fui bautizado y ordenado como ‘ministro de las buenas nuevas’ de la organización Watchtower como uno de los testigos de Jehová.
Pero la adolescencia es un momento difícil, independientemente de los propios puntos de vista religiosos. La de Lou tampoco fue una excepción. Curioso como la mayoría de los adolescentes a su edad, comenzó a cuestionarse muchas de sus creencias recibidas hasta ese momento. Preguntas como: ¿Cómo sabemos que la Sociedad Watchtower, los Testigos de Jehová, es la única religión verdadera? ¿Por qué la historia de los Testigos de Jehová sólo se remonta hasta un cierto momento que crea una enorme brecha en la conexión con los apóstoles? “Éstas y muchas otras preguntas empezaron a comerme por dentro. La dificultad de hacerse preguntas como testigo de Jehová, es que uno es “marcado” como “mala compañía”, o incluso reprendió por cuestionar la Organización. Así que me guardé todas esas preguntas en mi interior”, continúa Lou.
A los quince años su vida dio un giro hacia las drogas y el alcohol durante un año. “Empecé a alejarme de la Organización, de mis amigos, y lo más importante, de Dios. Empecé a automedicarme con la esperanza a todas las preguntas serían contestadas”, confiesa Lou. Afortunadamente, la buena relación que había mantenido con sus padres le empujó a acudir a ellos por el problema de las drogas y ellos le ayudaron. “Realmente deseaba volver a tener la gracia de Dios y de mi familia. Es una práctica común entre los testigos de Jehová confesar cosas como ésta a los ancianos de la congregación. Con el apoyo de mis padres lo hice, dando lugar a lo que se llama ‘censura privada’. Esta acción disciplinaria limitaba mis responsabilidades en la congregación, incluyendo orar públicamente, leer las Escrituras en frente de la congregación, y dar sermones. Aunque entendí la disciplina, estaba realmente angustiado sabiendo que no podía servir a mi congregación. Sin embargo, aproveché ese tiempo para fortalecer mi relación con Dios y con mi familia. Afortunadamente, pude superar mi batalla con el abuso de drogas y mis responsabilidades en la congregación fueron restablecidas”, explica Lou.
En los siguientes años Lou llegó a convertirse en Full-time Pioneer (ministro) a los 18 años, Ministerial Servant (diácono) dos años después y adquirió muchas responsabilidades dentro de la Organización. “A pesar de todo, sin embargo, seguía faltándome algo, un vacío de todo tipo. Ese sentimiento siempre me preocupaba, pero como tenía miedo a hablar a nadie sobre ello, rezaba constantemente esperando una respuesta”, reconoce.
En 1994 se casó con una mujer también Testigo de Jehová, y ambos sirvieron a la Congregación felizmente durante un tiempo. Dos años después tuvieron a su primer hijo. Pero las dudas interiores de Lou seguían estando presentes, muchas preguntas que le sumergían cada vez más en la tristeza interior de no poder encontrar una respuesta. En ese momento decidió tomarse un descanso de sus responsabilidades dentro de la Congregación y dedicarse al estudio de las Escrituras y de la Historia. “Dejé de acudir a las reuniones en el Salón del Reino y recé más que nunca para que Dios me guiara en la correcta dirección. Sin embargo, esta decisión no le gustó mucho a los ancianos de la Organización”, explica. Uno de ellos, amigo de Lou, se ofreció para ir a su casa a verlo y escucharle. Quería ayudarle a responder todas sus inquietudes y fortalecer su fe. Para Lou fue un gran alivió y un momento en el que descargó todas sus preocupaciones y dudas maduradas con los años. Una semana más tarde recibió una nueva llamada en la que se le informó que había sido desvinculado de la Congregación de los Testigos de Jehová. Eso significaba que nadie de su familia, padres, hermanos, amigos, podían volver a dirigirle la palabra. Significaba que estaba solo, espiritual y humanamente hablando. “La decisión de los ancianos me devastó completamente”, reconoce Lou.
Con el pasar del tiempo, el resentimiento hizo mella en Lou y se convirtió en desprecio hacia los Testigos de Jehova y hacia cualquier tipo de religión organizada. Se interesó por el budismo, el hinduísmo, el agnosticismo... Acabó abandonando su trabajo e interesándose por el ateísmo. El intento de llenar ese agujero y la sensación de vacíose hacían cada vez más grandes.
En 1999 tuvieron un nuevo hijo que trajo felicidad una vez más a la familia. “Me senté y contemplé esta imagen: tenía una casa bonita, estaba casado, tenía dos hijos hermosos. ¿Por qué era tan infeliz? ¿Por qué todavía tenía ese vacío dentro? No podía entenderlo, y empecé a darme por vencido. Esto me llenó de rabia y resentimiento. Comencé a beber alcohol en exceso, me metí en la marihuana, me uní a un grupo de metal-rock ... Todo con la esperanza de llenar ese vacío. Como sucede muchas veces debido a un comportamiento como éste, mi matrimonio se vino abajo, y en 2004 me encontré divorciado, viviendo por mi cuenta y viendo a mis hijos cada fin de semana. Todo se había ido. Estaba vacío y solo”, relata Lou.
Un año después Lou conoció a Sherri, y ella le cambió la vida. A pesar de sus reticencias iniciales por ser ella católica, Lou acabó proponiéndole matrimonio. Sabiendo que ella quería casarse por la Iglesia, Lou tuvo que comenzar a hacer el curso de preparación matrimonial en la parroquia. Aunque no estaba seguro, tenía mucha curiosidad y, al mismo tiempo, sabía que a Sherri le haría feliz. En este curso se encontró con un sacerdote con el que mantuvo largas conversaciones durante horas. Horas en las que el sacerdote escuchó, comprendió, explicó... El padre Toomey le contó la historia de su vocación y se interesó por la experiencia de Lou en los Testigos de Jehová. “No podía creer que no me juzgara por mis preguntas, mis preocupaciones, por reconocerle mi vacío interior. Se limitó a escuchar, sonreír y a entenderme realmente”, admite Lou. El sacerdote le regaló un catecismo que Lou aparcó en su mesilla durante un tiempo, incluso después de casarse con Sherri en 2006.
Tres años después, Lou se desmayó debido a un coma etílico y se vio obligado a permanecer en casa por largo tiempo en su periodo de convalecencia. “Empecé a reflexionar sobre mi relación con Sherri, y lo bendecido que era por tener su apoyo con independencia de lo que yo hiciera. Reflexioné sobre lo mucho que ella confiaba en Dios y lo mucho que yo mismo anhelaba eso. En ese momento me acordé del libro que el Padre Toomey me había regalado años atrás. ¡Tenía que encontrarlo!”.
“Cuando comencé a leer este libro, era como si hubiera algo dentro de mí que empezaba a coser mis agujeros, mis vacíos interiores. Las palabras se convirtieron en imágenes, y las imágenes se convirtieron en sensaciones, y los sentimientos se convirtieron en fe. Quise aprender más y más, y le pedí a Sherri acudir con ella a misa los domingos. Mi vacío interior comenzaba a llenarse. Me daba cuenta de que, cada vez que iba a misa, estaba frente a algo mucho más grande que yo. ¡No había ningún otro lugar en el que hubiera preferido estar!”. El milagro por el que Sherri había rezado tanto por fin había tenido lugar.
Después de un camino de preparación durante un año, Lou entró a formar parte de la Iglesia católica en la Pascua de 2010. “Poder tomar el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo a través de la Eucaristía es un momento que no se puede expresar con palabras. Doy gracias a Dios por guiarme a lo largo de este viaje, y por ayudarme a ver su rostro a través de tantas personas y eventos a lo largo de mi vida”, concluye.
La historia de Lou Everett se puede encontrar en su própia página web, www.ourcatholicconversion.com