Davide Sarpedonti ha experimentado en su vida todo tipo de sensaciones. Desde vivir en lo más alto de la sociedad como hombre de negocios millonario y sin escrúpulos a tocar fondo durante años en la cárcel. Pero este descenso a los infiernos fue lo que realmente le salvó la vida. El dinero y el poder le tenían esclavo y paradójicamente el cautiverio le hizo totalmente libre.
 
La historia de Davide es la de un cambio en el corazón y que tras años de endurecimiento le permitió conocer la existencia del otro, del prójimo. Ahora, resarcido de los males realizados en el pasado dedica su vida a servir a los más pobres, junto con los que vive en un hogar-comedor de los franciscanos en las afueras de Milán.
 
Ahora dirige y controla la cola por la que pasan hasta 1.500 personas al día, muchas de ellas sin techo y en la que también hay muchos que están en este centro bajo arresto domiciliario. Al principio lo hacía por obligación pues eran los servicios sociales obligatorios que tenía que hacer al salir de prisión. Ahora lo hace como voluntario y sintiendo a todas estas personas como su familia.
 
Es un regalo que el Padre Eterno me ofreció en mi segunda vida, sin cobrarme las heridas que hice cuando tenía mucho dinero”, afirma al diario Avvenire. Su primera vida era la de empresario, la de factótum del todopoderoso industrial Raul Gardini. Especulación, compra de empresas en problemas y ventas fuera de valor….Sarpendonti se quedaba también con una parte de cada transacción.
 
Fueron años de excesos y lujos. Él mismo se define como “megalómano” durante esa etapa de su vida. Coches de lujo, multitud de mujeres y visitas diarias a los mejores restaurantes y locales. “Era el amo del mundo” que despilfarraba su fortuna “en la buena vida”,  dijo en un reportaje en la RAI.
 
Sin embargo, su vida cambió de repente y su ascenso se detuvo para descender incluso de una manera más rápida. Gardini, su jefe y gracias al cual había conseguido tal nivel de vida, se suicidó. Ahora sin el apoyo financiero del empresario, Davide se arruinó rápidamente y dilapidó el dinero que tenía.
 
Para más inri, la Justicia investigó todas las irregularidades de la empresa de Gardini y finalmente Davide Sarpedonti fue condenado a 24 años de cárcel por bancarrota fraudulenta. Finalmente, la pena se redujo a 14 años de prisión. Además de todo esto, su mujer y su hijo le abandonaron y desde entonces no ha podido tener contacto con ellos.
 
Su vida cambió inevitablemente en la cárcel pero no como él pensaba. Descubrió otra vida, la existencia del otro, del prójimo. Tras los barrotes de San Vittore vio ante sí dos posibilidades: la destrucción total siguiendo la estela del que fuera su jefe o salir adelante.
 
Optó por la segunda opción. Durante esos años se le abrieron los ojos y pudo “averiguar los problemas de los demás, la existencia desde el punto de vista del otro”. Así se fue transformando hasta que en los años que pasó en la cárcel descubrió su “vocación” para el prójimo.
 
Así pasó años en la cárcel. Consiguió reconciliarse también con él mismo. Recuperar su dignidad. De sus años en prisión agradece muchas cosas puesto que “he aprendido la humildad, la verdadera, no la fachada y también el verdadero significado de cada gesto”.
 
Tras salir de la cárcel tuvo que desempeñar trabajos para la comunidad y de esta manera llegó a parar a la Fundación de los Hermanos de San Francisco de Asís, en Milán. Un centro de solidaridad y contra la exclusión social. Allí había también internos y sin techo. Al principio estaba allí por obligación pero su vocación de servir le fue transformando.
 
Cuando terminó de ser obligatorio quiso ser allí voluntario y fue más allá. Estaba mañana y noche. Al final ya no trabajaba para los pobres sino que vivía con ellos, “su familia”. Ahora vive con una pensión de 600 euros, pero si fuera aún menos “me seguiría sintiendo un millonario”.
 
Ahora habla de “su” castigo agradable y gratificante por lo que hizo en el pasado, pues nunca habría creído que tendría que haber vivido todo esto para encontrar la felicidad. Habla de una “nueva ley del talión” que le ha dado “una nueva vida”, de la “riqueza que terminó en pobreza y cerca de los humildes”.
 
Cuenta Davide que con los humildes ha descubierto la fe verdadera al conseguir entender una frase que su madre le repetía de niño y que nunca entendió: “ama a tu prójimo como a ti mismo”.

En el centro ahora es un referente. Acuden a él con sus problemas pues saben que Davide conoce lo que es una vida complicada. Él les escucha y así se ha ganado el aprecio de todos, con el ejemplo. “Me siento diferente del pasado, esta vida me gusta más”. Siendo pobre y viviendo con los pobres ha conseguido lo que nunca tuvo con el dinero y el poder, la felicidad.