El miércoles, antes de la Misa de inicio de su pontificado, el Papa Francisco, mientra recorría en un jeep blanco la Plaza de San Pedro, pidió que detuvieran el coche, se bajó y besó a Cesare Cicconi, un discapacitado italiano de 50 años.

«Estoy de verdad feliz y todavía emocionado», aseguró horas después el enfermo. Lo curioso es que ésta es la segunda vez que Cesare recibe el beso de un Papa. Ya «en 1982, en una audiencia privada con los fieles de San Benedetto del Tronto me besó Juan Pablo II»

A las 8:50 de la mañana del martes, el Papa Francisco se montó en un jeep blanco descapotable y comenzó a recorrer la Plaza de San Pedro saludando a todos los fieles que ya se habían congregado en la plaza esperando a que empezara la Misa de inicio de pontificado del nuevo Santo Padre.



El Papa, sonriente, saludaba y bendecía sin parar a todos cuantos encontraba por el camino. En varias ocasiones el coche se paró y un miembro de la seguridad le acercaba al Papa un niño pequeño para que lo besara y lo bendijera, y acto seguido continuaba su marcha.

Pero en un momento dado el Papa Francisco pidió al conductor que detuviera el vehículo, que se quería bajar. El Papa había visto a un enfermo y quería bajarse para estar junto a él.

El enfermo era Cesare Cicconi, un italiano de 50 años.

Con tan sólo ocho meses, los médicos le detectaron esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad que le mantiene atrofiado, postrado en una camilla y casi sin habla. Pero Cesare es capaz de comunicarse, y ayer comunicó su alegría al mundo tras el beso del Papa, que, además, no es el primero que le da un Sumo Pontífice.

Ya en 1982, Juan Pablo II hizo algo parecido con Cesare: «En 1982, en una audiencia privada con los fieles de San Benedetto del Tronto me besó Juan Pablo II, he recibido un nuevo beso, en la frente, el del papa Francisco. Y estoy de verdad feliz y todavía emocionado», aseguró Cesare a la agencia italiana ANSA.

Así recuerda Cesare su encuentro con el nuevo Papa: «El Papa Francisco se detuvo, me señaló y descendió del jeep. Me dio un beso en la frente y me dijo a mí y a mis amigos: ´rezad por mí´».

Entonces los voluntarios que acompañaban a Cesar le dieron las gracias al Papa, y él respondió: «No, gracias a vosotros».

Cesare Ciccone estaba acompañado por los voluntarios de la UNITALSI (Unión Italiana de Transporte de Enfermos a Lourdes y Santuarios Internacionales).

Ellos son los que ayudan a la hermana de Cesare, Cinzia, de 43 años, a cuidar constantemente de su hermano mayor. Hasta hace poco, la madre de Cesare, Sandra, era quien se ocupaba de él, pero tras su fallecimiento, son Cinzia y los voluntarios de UNITALSI los que atienden todas las necesidades del enfermo.

A las 13:30, concluida la Misa, Cesare y todos sus «amigos» de la UNITALSI dejaron felices la Ciudad del Vaticano para volver a su pueblo natal tras una «bella jornada» muy evangélica.

«A todos nosotros, este beso del Papa a Cesare –declaró el Padre Vincenzo de la UNITALSI de San Benedetto del Tronto- nos ha parecido como aquel pasaje del evangelio en el que se lee que Jesús se acerca a la suegra de Pedro enferma, se inclina, la toma por la mano y la levanta. Parecía justo aquél pasaje del evangelio».