Entre 1944 y 1946, los comunistas italianos llevaron a cabo una "limpieza" de adversarios para preparar su asalto al poder tras la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Hasta 130 sacerdotes fueron asesinados en odio a la fe, un episodio de la historia cuidadosamente silenciado. Solo en los últimos años ha ido saliendo a la luz: antiguos partisanos han desvelado nombres de criminales y víctimas; se han publicado biografías muy completas que abordan ese negro periodo, como la de don Tiso Galletti, uno de los párrocos asesinados; ha habido incluso una película protagonizada por Romina Power que la izquierda boicoteó con violencia; y ya se venera en los altares, tras su beatificación por Francisco en 2013, a Rolando Rivi, el llamado "mártir de la sotana", un seminarista de 14 años que también sufrió la tortura y la muerte a manos de los milicianos porque no quiso dejar de llevar el hábito que le identificaba.
Pero el primer sacerdote de todos ellos que será beato es don Luigi Lenzini, torturado y muerto en julio de 1945 por negarse a blasfemar. El Papa reconoció su martirio este miércoles y la publicación apologética Il Timone ha recordado su historia:
Don Luigi Lenzini (1881-1945) denunciaba en sus homilías el ateísmo de la ideología comunista y el Partido le aborrecía.
Con la próxima beatificación de don Luigi Lenzini, el Triángulo rojo tiene su primer sacerdote mártir reconocido como tal por la Iglesia. Hace unos días el papa Francisco recibió en audiencia a monseñor Marcello Semeraro, nuevo prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos. Durante la audiencia, el pontífice autorizó a la Congregación la promulgación de los decretos sobre algunos Siervos de Dios. Entre estos se ha reconocido el martirio del Siervo de Dios Luigi Lenzini, sacerdote diocesano: "Asesinado por odio a la fe, en Crocette de Pavullo (Italia) en la noche del 20 al 21 de julio de 1945". Esto dice el breve comunicado del Vaticano.
Se conoce como Triángulo de la Muerte o Triángulo Rojo la zona del centro de Italia donde más virulentas fueron las manifestaciones de odio y represión de los partisanos comunistas contra quienes consideraran sus adversarios políticos.
Se trata de una noticia de extraordinaria importancia, porque después de la beatificación del seminarista Rolando Rivi, Lenzini es el segundo mártir asesinado por los partisanos comunistas al final de la guerra o con la guerra acabada, pero será el primer sacerdote en subir a los altares.
La decisión del Papa confirma que la Iglesia hace una lectura histórica muy concreta de esos hechos de nuestra guerra civil: durante el bienio 44-45, pero incluso hasta junio del 46 (con la muerte de don Umberto Pessina), en Italia se murió in odium fidei, y la decisión de seguir adelante con esta beatificación favorecerá el conocimiento y el estudio de muchas otras figuras de sacerdotes asesinados por los partisanos.
Entre estos está don Tiso Galletti, para el que se ha iniciado también el proceso diocesano que, para Lenzini, ha sido más bien largo, pero que al final ha visto la luz.
Pero no se trata de pocos sacerdotes. En estos últimos años la investigación ha seguido adelante y ha aumentado la devoción del pueblo de Dios, que reconoce con más facilidad que los sacerdotes fueron asesinados por los rojos por odio a la fe sin ningún reparo respecto a un poder político, el del PCI-PDS-DS [Partito Comunista italiano, Partido Democratico della Sinistra, Democratici di Sinistri], actualmente PD [Partito Democratico] que, respaldando la versión de la ANPI [Asociación Nacional de Partisanos de Italia], nunca permitió que se criticaran esos hechos.
Odio a la fe
Lo confirmó la sentencia de revisión del juicio de 1993, que absolvió a Germano Nicolini de la acusación de haber ordenado eel asesinato de don Umberto Pessina, párroco de San Martino di Correggio. Cuarenta años después de esos hechos, el tribunal de Reggio Emilia concretó en tres ex-gappistas [GAP, Grupos de Acción Patriótica] a los autores de ese brutal homicidio y absolvió al entonces alcalde comunista de Correggio y excomandante SAP [Squadre di azione patriottica], fallecido precisamente el domingo pasado a los 101 años y que por esa acusación pasó injustamente diez años en la cárcel. Pues bien: en la sentencia de revisión, los jueces identificaron, en la orden que surgió desde Reggio de las Brigadas de Vigilancia Democrática ese odio, político e ideológico de esos años, condición más que suficiente para proclamar el odium fidei, como en los casos de Rolando y Lenzini.
El Siervo de Dios Luigi Lenzini fue despertado bruscamente en la noche entre el 20 y el 21 de julio con el pretexto de que tenía que administrar los sacramentos a un moribundo. Inmediatamente se dio cuenta de que se trataba de una trampa, porque la noche anterior había visitado al enfermo en cuestión, y empezó a tañer las campanas para atraer la atención de los parroquianos que vivían cerca, pero sin éxito.
Los secuestradores empezaron a disparar en la plaza delante de la iglesia para atemorizar a todo el que osara intervenir en defensa del párroco, al que arrastraron medio vestido hasta campo abierto, a un kilómetro de la parroquia, le obligaron a cavar su propia fosa y, tras haberle pegado salvajemente, lo mutilaron, le arrancaron las uñas y le pegaron un tiro en la cabeza. Sepultado cabeza abajo, hallaron su cuerpo el 28 de julio siguiente en un viñedo.
Don Luigi
La explicación que da el Vaticano es inequívoca: "El martirio material ha sido ampliamente demostrado. El Siervo de Dios fue torturado y asesinado. Su muerte tuvo lugar en Emilia-Romagna en los años 1943-1945 cuando los grupos de la Resistencia, apoyados por el Partido Comunista, empezaron a planear la eliminación de la Iglesia que, a causa de la moral católica, habría podido obstaculizar el ascenso del marxismo en la posguerra.
»Las brigadas comunistas, al no encontrar el apoyo de la gente de los Apeninos modeneses, por estar la población muy unida a los valores cristianos, empezaron a atacar a los sacerdotes. Don Lenzini siguió desarrollando su misión sacerdotal asistiendo a todo el que lo necesitara, independientemente de su pertenencia política. El clima de persecución hacia los exponentes de la Iglesia y la ferocidad de los verdugos para inducirle a blasfemar y a alabar a Stalin atestiguan que el odium fidei fue el motivo de este asesinato execrable".
En la reconstrucción histórica se afirma que "tras la Liberación había recibido amenazas, a pesar de lo cual siguió desarrollando su ministerio con caridad y franqueza. La fama de mártir se difundió enseguida y permanece aún, unida a una cierta fama de señales". Son las mismas condiciones que se encuentran en el "currículo" de muchos sacerdotes. Como en el caso de don Pessina.
También el párroco de San Martino di Correggio recibió amenazas inmediatamente después de la Liberación. Lo confirma su sobrino Graziano Pessina que, en el volumen publicado por Il Timone, refiere un testimonio fundamental: «Mi tío dejó la parroquia unos meses antes y se refugió en nuestra casa. Estaba en peligro. Unos días más tarde, a pesar de la insistencia de su hermano, mi padre, decidió volver a su parroquia. Y poco tiempo después encontró la muerte a manos del comando rojo". Es el rastro de un martirio que será seguido en el futuro.
Traducido por Elena Faccia Serrano.