"Me separé joven, tenía 30 años y llevaba tres mirándome a mí misma. No podía culpar al otro porque no tenía poder sobre el otro": con extraordinaria serenidad, María Luisa Erhardt explicó este sábado a Gonzalo Altozano en No es bueno que Dios esté solo (Intereconomía TV) las circunstancias de su propio caso personal como origen remoto de lo que desde 2006 es Betania.
Se trata de una organización católica, con estatutos en la diócesis de Madrid para no circunscribirse a movimiento concreto alguno, que acoge a mujeres separadas, divorciadas o con su matrimonio anulado, con la idea de "sanar" el mal que esos procesos causan: "En Betania primero se escucha, después se ama, y luego todo eso lo ponemos en el Señor y en la Virgen y rezamos con corazones abiertos. Cada historia es sagrada, aquí no culpabilizamos a nadie, no nos permitimos juicios, prejuicios, rumores ni críticas".
Es, un poco, como el "santuario-hogar" que María Luisa creó tras su separación con sus tres hijos, porque son las "víctimas inocentes". Uno de ellos, pasado los años, se ordenaría sacerdote.
"El que me fue guiando y educando fue Dios, porque me enseñó a conocerme a mí misma. Le pedí que entrase en mi vida y me ayudase a conocerme para así autoeducarme y poder educar a mis hijos", recuerda. Y añade el papel en su vida (y en la obra que es Betania) de la Virgen María. Rezándole con insistencia en el santuario de Schönstatt aparecieron dos palabras, "atenta y disponible", que caracterizan el grupo, porque "los tiempos de la Virgen son muy delicados" y es así como el grupo quiere recibir y ayudar a las personas que acuden buscando comprensión.
Se trata de cerrar heridas porque "en el rencor Dios no puede actuar". Las mujeres que acuden al grupo lo hacen con una única condición: "Abrir el corazón, no tapar, porque es la forma de saber dónde están nuestras limitaciones y cómo trabajarlas. En ocasiones son personas que no han podido llorar de tanto sufrimiento, y llorar es entonces una desintoxicación del alma".
Además esa "desintoxicación" obtiene un premio y presta un servicio: "Cuando Dios sana a una mujer sana a una madre, con ella a unos hijos, con ellos a una familia y con ella a una sociedad", explicó María Luisa.
¿Y por qué Betania? "Es el lugar donde Jesucristo iba a descansar con sus amigos: Lázaro, Marta y María. Allí comían, bebían, se reían. Queremos descansar en el corazón de Jesús y Él quiere descansar en nosotros. En Betania sanamos desde Dios. Yo estoy sanada en Dios", confiesa.
Y añade: "En Betania trabajamos el perdón, perdonándonos a nosotras mismas". Con dos interesantes consideraciones. Una, que "intentar ser perfectos es un problema de orgullo y de soberbia, porque somos imperfectos y Dios nos creó imperfectos". Otra, y sólo aparentemente paradójica, "que sólo puede ser humilde quien tiene una autoestima alta. Si no conoces tus capacidades, no puedes saber lo que Dios quiere de ti".