No es bueno que Dios esté solo se presentó este sábado por partida doble. Gonzalo Altozano entrevistó en Intereconomía TV a Richy Castellanos, relaciones públicas de 45 años, y a César Perez de Tudela, montañero de 63 y rostro muy popular y querido del deporte en España.
Castellanos, uno de los organizadores de eventos más conocidos en nuestro país, detalló su devoción madrileña a dos Cristos: al de Medinaceli, sobre todo, y al de los Gitanos. "Mi padre me llevó a ver al Cristo de Medinaceli de pequeñito. Le besé los pies y me enamoré de él", recuerda. Y le visita con frecuencia acompañado de otro devoto, el humorista José Mota.
Richy se confiesa católico: "Rezo todas las noches". Y guarda como oro en paño la foto que se hizo en la audiencia que le concedió Juan Pablo II, cuya historia detalló ante las cámaras. Fue en julio de 1999, organizando el concierto de Alejandro Sanz en la Plaza de las Ventas. Le llegó una llamada desde el Vaticano (que en principio atribuyó a una broma) pidiendo entradas. Las gestionó, y el día de autos se presentaron veinte sacerdotes para escuchar al cantante, a quienes luego invitó a cenar.
Quedaron tan contentos, que al cabo de unas semanas le volvieron a llamar desde el Vaticano para darle las gracias y preguntarle si podían devolverle el favor. Y no desaprovechó la ocasión: quería conocer al Papa Wojtyla. En octubre de ese año se hizo realidad el sueño: "Al verle entrar me quedé pasmado, anonadado, con el corazón tiritando. Pensé sorprenderle y arrancarme cantando" -Richy domina el flamenco-, "pero al final opté por besarle el anillo". Esa Navidad la felicitó a sus más de quince mil contactos con la foto que se sacó ese día junto al sucesor de Pedro.
También César Pérez de Tudela se confesó "católico, apostólico y romano", aunque "no muy cumplidor" porque se distrae en misa y tan pronto asiste a muchas seguidas como se salta alguna.
Como montañero que ha vivido entregado al riesgo, afirma que "el peligro acerca a Dios" y defiende la importancia de la fe en Él: "Cuando hemos perdido la fe es que estamos perdidos. Sin Dios sería un todos contra todos. Si de algún lugar nos vienen la generosidad, el perdón o la comprensión, la humildad o la represión de nuestros instintos más vergonzantes, es de Él".
Pérez de Tudela desgranó una profunda justificación de la necesidad de reparar por los pecados cometidos: "A Dios hay que pagarle, tienes que reconocer tus culpas". Y pagarlas, insistió: "Cuando las deudas que tengo con Dios son demasiadas, me voy al Valle de los Caídos en peregrinación". Explicó la importancia de esa forma penitencial, porque "para demostrar que somos tan poca cosa tenemos que redimirnos", y por eso sigue rezando el viejo Padrenuestro y su "perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".
"Tienes que estar siempre perdonando y pidiendo perdón", concluyó en un testimonio ofrecido con tanta sencillez como precisión teológica.