Detrás de muchas demandas en defensa del honor de Dios, o de la protección de los derechos de los católicos, o de los no nacidos, o de las víctimas de la ideología de género, escuchamos nombrar en numerosas ocasiones al Centro Jurídico Tomás Moro y a uno de sus abogados y presidente desde 2006: Javier Pérez-Roldán, madrileño de 40 años a quien entrevistó este sábado Gonzalo Altozano para No es bueno que Dios esté solo (Intereconomia TV).


Todo empezó un día que iba con su mujer, Fuensanta, por la calle y vio el cartel anunciador de la obra de teatro Me cago en D... Decidió que algo había que hacer, e interpuso una querella: "Dios es nuestro Padre y no pueden utilizarse este tipo de expresiones", afirma. La indignación le vino de saber que aquello estaba "subvencionado con nuestros impuestos", pero sobre todo porque, en su opinión, la blasfemia es "el pecado más grave que puede cometer un hombre".

¿Por qué? "Hemos llegado a una concepción religiosa muy humana donde entendemos que los pecados peores son los que se realizan contra otro. Esto no es así. Los pecados se realizan contra Dios. La víctima puede ser otra persona, pero lo grave de un pecado es que uno se aparta de Dios. Y la blasfemia es lo que más te aparta de Dios". "Los pecados son pecados", insiste, "porque son ofensas a Dios, bien a Él directamente, bien a nuestros hermanos Sus hijos".

Pérez-Roldán recuerda que no se trata con su labor de darle a Dios lo que es del César: "Ahora lo que se hace es lo contrario, darle al César lo que es de Dios". Y quienes acusan a la Iglesia de invadir el terreno ajeno "son quienes se inmiscuyen en la educación de los menores, los que deciden que acabar con la vida que está en el vientre materno no es delito, los que deciden que la familia es una institución que no hay que defender, quienes se arrogan la potestad de definir si todo lo sagrado (la vida, la familia) debe ser defendido o no".

Su ataque a la familia no es casual, porque es la cuna de la fe: "La fe se transmite en la familia, es donde se produce el encuentro con el misterio de la vida, el primer contacto con la autoridad como emanación de unos principios que benefician a quien es incapaz de defenderse. Vivimos en una sociedad donde no solamente se ataca a la familia en el seno de la familia, sino que se discute la autoridad familiar en los colegios. Hay familias que quieren educar a sus hijos de una manera y en el colegio se les enseñan otros principios. Y al final es la familia la que tiene que ajustar su manera de comportarse a la del colegio, cuando debía ser al revés".

Cuando los revolucionarios fueron niños...
El presidente del Centro Jurídico Tomás Moro recordó también la importancia civilizadora de la religión para formar buenos ciudadanos: "Un cura me evita cien gendarmes", decía Napoleón, evocado por Pérez-Roldán como ejemplo de personas (también citó a Dolores Ibárruri, alias Pasionaria, quien en su juventud repartía rosarios a la salida de las minas) empapadas en la fe de pequeños y que en la ancianidad -como Bonaparte o la dirigente comunista- tienen un recuerdo de fe al que volver.

"La experiencia nos enseña que grandes revolucionarios, cuando llegan a la ancianidad, recuerdan esa infancia feliz que vivieron en una familia cristiana y les sirve muchas veces de revulsivo y de conversión, y muchos se convierten poco antes de fallecer por esa comparación. Hoy día, ¿qué está haciendo la sociedad? Bombardear a la infancia y retirándoles la infancia para que los niños no tengan infancia. Estas personas, cuando lleguen a la ancianidad, no van a tener ese elemento de comparación".

Pérez-Roldán, carlista, se reconoció "contrarrevolucionario": "La historia del hombre es siempre la misma, las fuerzas del bien contra las del mal. Las del mal tienen un nombre, que es Revolución, y ese nombre tiene varios apellidos a lo largo de la Historia, ha podido ser en ocasiones el comunismo, en ocasiones el liberalismo, en ocasiones el absolutismo... al final, lo esencial es que se apartan del derecho natural y de la religión verdadera, que es la católica".

En la vida de Pérez-Roldán hay un antes y un después: cuando les comunicaron a su mujer y a él que su primera hija -tienen tres- nacería con espina bífida. "Tetrapléjica", les auguraron, y les aconsejaron abortar. "Nunca se nos pasó por la cabeza que a nosotros nos pudiera tocar", admite Javier, quien, como su mujer, formaba parte de grupos provida. No lloró aquel día, pero sí al siguiente: "Como una Magdalena". Pero en el Rosario que, como todas las noches, rezaron aquélla, descubrieron que "cada misterio del Rosario tiene una aplicación muy directa en cada uno de nuestros días, y de cada misterio sacábamos algo". Y lo que les sacó del "marasmo" fue una reflexión: "Pensar que por qué le iba a tocar a otro. ¿Es que nosotros éramos algo más que los demás?".

Asumieron, pues, la situación, y nació Blanca. No tetrapléjica, sino paralítica de cintura para abajo, aunque en el programa se la vió moviéndose con soltura en su silita de ruedas, trabajar ante el ordenador y tocar un instrumento musical. "Si el hombre es digno por ser hijo de Dios, andar o no andar o tener cualquier tipo de defecto no es un problema que te pueda coartar". Y a Blanca "no hay más que verla para ver que es feliz. Tendrá sus problemas, pero como los tenemos cualquiera. Vivimos en sociedad porque todos necesitamos la ayuda de otros".

Durante el embarazo rezaron pidiendo un milagro: "Pero una vez que ha nacido, ya no los pido. Las cosas son como son y el resto Dios lo dará si es bueno".