Entrevistado este sábado por Gonzalo Altozano para su programa No es bueno que Dios esté solo, Francisco José Fernández de la Cigoña, gallego de Vigo, nacido en 1940, columnista de La Gaceta y responsable del blog La cigüeña de la torre en la página web de Intereconomía, se mostró tan directo ("deslenguado", admitió) como suele serlo en sus leídos artículos: 28 millones de visitas han tenido en los últimos años, 12 en la etapa anterior, 16 en la actual, según contó.
Un blog que es "religioso y eclesial", explica, porque "la religión sin Iglesia es cosa de los progres: yo soy católico". ¿Y es polémico? "Yo cuento lo que pasa. Que la realidad sea polémica ya es otra cuestión".
Cigoña es visto a veces como el terror de los obispos españoles -e incluso de algunos extranjeros-, pero dice que "no es duro" con ellos: "Es que hay obispos que son duros con la doctrina de la Iglesia, y yo digo que lo que dicen o lo que hacen es chocante".
Pero algo ha cambiado en el episcopado español en los últimos lustros: "Después de un invierno gélido, tenemos una docena o más de obispos excelentes; la mayoría son dignos y aceptables; media docena, malos; y malísimos ya no hay", sintetiza y escala.
Aunque sigue habiendo "submarinos" en la Iglesia, como los denomina: "Son una vergüenza, gente que dice que está en la Iglesia católica y está dinamitándola". Por fortuna, son de otra época: "No tienen recambio generacional. Ninguno. Porque hacerte católico por Jesucristo y por su Iglesia puede atraer a gente. Hacerte dinamitador de la Iglesia de Jesucristo y de la misma Palabra de Jesucristo atrae a poquísimos".
Eso sirvió para analizar con Altozano el tema de la falta de vocaciones. Cigoña hizo un distingo importante: "Las órdenes religiosas están tan mal" -siempre hay excepciones de religiosos santos, matiza, y matiza también que habla del Primer Mundo- "que es una esperanza que no tengan vocaciones. Lo grave es que hay pocas vocaciones sacerdotales diocesanas". La esperanza está en otro punto: "Los seminaristas de hoy salen con intención de ser sacerdotes según quiere la Iglesia".
Una prueba de esa intención es el hábito religioso o talar. "El hábito lo disimula todo y contribuye a hacer el monje", dijo contradiciendo el adagio típico: "A mí me parece que es importante que la gente tenga orgullo de mostrarse lo que es, y no de ir de disimulo".
En la conversación estaba permanente como referencia, en este aspecto, la revolución postconciliar. Cigoña lamentó el "look obrero" de los sacerdotes en los años setenta y que "muchos ahora hayan pasado a vestir como figurines, con trajes y corbatas de marca". Y también el "adefesio" de la forma de vestir de algunas religiosas que han abandonado el hábito: "No hay chica que diga ´Yo quiero ser como eso, me meto en algo para ser así´", alegó para explicar la influencia de ese punto en la carencia de vocaciones.
De todo ello, como de los desvíos litúrgicos ("a Dios hay que tratarle con el máximo respeto", subrayó), "en los documentos del Concilio Vaticano II no hay nada que lo justifique". Pero sí es cierto que "después del Concilio se levantó un viento de fronda que permitió todo: nadie corregía nada, se pasaba por todo, el espíritu conciliar autorizaba cualquier cosa...".
Volviendo a la condición episcopal, Cigoña lamentó que "ahora hay una condición que buscan para muchos obispos: la de ser tímidos... y el obispo tímido no es lo ideal, el obispo temeroso, encerrado en su despacho, sin mezclarse con nadie...".
Luego Altozano profundizó un poco en el Francisco José Fernández de la Cigoña como persona, dejando a un lado su condición de comentarista de la actualidad eclesiástica.
¿Reza por igual por amigos y enemigos? "Yo rezo por mis amigos (englobados), y de los enemigos no me acuerdo. Tampoco les deseo mal". Va a misa "todos los domingos y fiestas de guardar" ("jamás en mi vida he faltado a una voluntariamente"), y reza el rosario a diario: "Soy de oración vocal, la mental es muy complicada". En cuanto a lecturas: "Leo mucho y casi todos los libros que leo son religiosos, pero no los leo como lectura espiritual".
Tampoco su blog tiene una misión espiritual, aunque se alegra si hace un bien de esa índole: "Me lo planteo como una obra en favor de la Iglesia". E insiste en que no pretende ser "más papista que el Papa": "Diga lo que diga el Papa, lo respeto, y en el 99% de las veces lo comparto. Nunca escribí una página contra Pablo VI", por ejemplo.
Recuerda como maestros a los jesuitas de su colegio infantil, y en particular, ya como adulto, a Eugenio Vegas Latapie, discípulo de Charles Maurras y fundador en los años treinta de la influyente revista Acción Española: "Me marcó su amistad". Vegas le recomendó la lectura de las vidas de santos (decía que era "la lectura que aprovecha más, y estoy totalmente de acuerdo"). Y evocó a otro amigo, el marino Carlos Etayo: "Entregado, austero, valiente, deslenguado -como yo-... De esos que uno agradece a Dios que lo haya puesto en su vida".
Por último, ¿a qué aspira en la vida? "La vida me ha tratado muy bien. Una de las causas de haber sido muy feliz es no haber aspirado a grandes cosas. Aspiro a morir en paz y en gracia de Dios y a encontrarme en el cielo con las personas que he querido y a esperar a las que quiero".
Altozano nos brindó, pues, las dos caras de Fernández de la Cigoña: la pública, bien conocida, a la que aportó dos o tres titulares de impacto, y la más privada, de católico viejo que no presume de nada más que de poner su pluma -desde hace años, su tecla- al servicio de la Iglesia. Así se lo reconocen veintiocho millones de clics, veintiocho millones de estocadas hasta la bola en el morrillo del morlaco progre, que hace tiempo dejó de campear impune por la red.