Durante años, "salir de la muerte en vida" fue lo único que buscó la chilena Sonia Bastías. Aquella depresión fue solo una de las múltiples consecuencias que el aborto tuvo en su vida y que hizo que el "hermoso jardín" en el que vivió hasta entonces se transformase en un sepulcro sin luz, vida ni felicidad. Ha contado a Provida Latam su vivencia del síndrome posaborto y como gracias a la Virgen de Lourdes y Proyecto Esperanza, recuperó la felicidad la dignidad para convertirse en lo que es hoy, "Sonia, amiga de Dios".
Para Sonia, que siempre fue católica y provida, el primer encuentro que tuvo con el aborto fue para intentar evitarlo. Una amiga embarazada que iba a abortar le entregó una carta dirigida a su madre "por si pasaba algo" y le pidió que le acompañase a la clínica.
Sonia acudió con su rosario, rezando por su amiga y su hijo desde fuera de la clínica, pero nunca esperó lo que sucedería a continuación. "¿Tomamos un café?", le dijo su amiga después de abortar.
El aborto lo destruyó todo
Ver la reacción de su amiga generó la impresión en Sonia de que "igual el aborto no era tan malo" y de que "a lo mejor si era una solución" para ella.
Poco después, a los 20 años, Sonia quedó embarazada de mellizos. "Estaba sola, se lo conté a mi amiga y me dijo que me devolvía la mano y me acompañó [a abortar]".
Cuenta que de haber sido consciente de lo que estaba a punto de hacer, "jamás lo habría hecho", pero entonces solo tuvo "ese alguien que te dice que la solución es el aborto".
Pero cuando salió, no pidió tomar un café. "Salí con una pena tan grande en el alma que mi vida cambió totalmente. Me encerré en mi misma, estaba triste y no tenía como buscar consuelo. Lo guardé tan dentro de mí que lo olvidé, y desde entonces solo me dediqué a estudiar para entender por qué los seres humanos no somos felices aún teniéndolo todo", relata.
Recuerda que siempre fue "la alegría de la fiesta", le encantaba cantar, tocar la guitarra y ver a sus amigos, pero el aborto la devastó. "Se apagó todo. Nunca más canté", menciona.
Pastillas y whisky: los primeros síntomas del síndrome
Pero Sonia siempre quiso tener hijos. Pronto quedó embarazada, tuvo dos hijos en complicados partos por cesárea que ponían en riesgo su vida y cuando su hija pequeña aún no caminaba, su tercer hijo ya estaba en camino.
"¿Cómo eres tan irresponsable? ¿Quieres morirte y dejar a tus hijos abandonados? No puedes tener ese hijo", le dijo el doctor.
Explica que, convencida por la clausula del riesgo de la madre, abortó a su tercer hijo, pero en esta ocasión no pudo enterrar su dolor.
"Entré en una depresión terrible durante 20 años y cada día tomaba pastillas, fumaba dos cajetillas de tabaco, cuando sentía angustia comía todo lo que veía y tomaba un whisky por las noches para poder dormir", relata.
Buscando una tercera hija, quedó nuevamente embarazada y pese al riesgo que corría, decidió "jugársela por la vida" para reparar sus anteriores decisiones: "Yo me puedo morir, pero mi hija va a nacer. Tengo que vencer a la muerte".
Tras su aborto, Sonia recuerda la sensación continua de "vivir en un sepulcro", hasta que encontró la esperanza.
Lourdes y Fátima, del sepulcro a la esperanza
Pero la depresión y las secuelas de sus abortos no remitieron y conforme pasó el tiempo comprendió que aquella decisión se lo había quitado todo. "El sentido de la vida, mi dignidad de hija de Dios creada por amor y para amar. Desde entonces no pude amar en plenitud, sino con desconfianza y recelo. Era como vivir en un sepulcro, tomar el sol y volver al sepulcro. El aborto es la muerte disfrazada de solución", relata.
Cansada, Sonia acudió a la Virgen de Lourdes pidiendo la sanación. "Vivir tomando pastillas Madre Santa no tiene sentido. Por favor, ayúdame, esto no es vida y prefiero morir", rogó.
Entonces oyó cómo un sacerdote le estaba ofreciendo la unción de enfermos. "Recibimos la unción y sentó un alivio en mí, una esperanza, que algo bueno venía", menciona.
Los siguientes acontecimientos se sucedieron a un ritmo vertiginoso. Buscando reparar sus errores, Sonia se entregó por completo a jóvenes embarazadas para "ayudarlas a ser madres" cuando le descubrieron un tumor en las costillas. Era un 11 de marzo.
"Lo primero que pensé era que no tenía que tener miedo porque le acababa de pedir a la Virgen ayuda y ella lo estaba haciendo y quería lo mejor para mí", explica.
Dos peses después, tras varios retrasos en la operación de urgencia para extirpar el tumor, el día de la operación coincidió con la víspera de la fiesta de la Virgen de Fátima: "Me sacaron un tumor de 5 centímetros en las costillas, donde se genera la vida y donde yo guardé el dolor del primer aborto". Milagrosamente, el tumor había quedado encapsulado y no se había extendido. "Yo le pedí ayuda a la Virgen, ella me ayudó y todo terminó".
Sanando las heridas del aborto
Meses después, Sonia conoció Proyecto Esperanza al ser invitada a un seminario para capacitación de adolescentes. "Al decir que yo había abortado, dije que creía tener los síntomas del síndrome posaborto. Me hicieron el acompañamiento y pude sanar mis heridas, reencontrarme con mis hijos, recuperé mi capacidad de amar y lo más importante, recuperé mi dignidad y volví a sentirme hija de Dios".
Pasados los años, Sonia es muy consciente de que el aborto no solo quita "la dignidad o la capacidad de amar": "Si no fui capaz de amar a mis hijos, ¿cómo voy a poder amar a otras personas? Mi alma se encerró en una penumbra, no tenía sentido ni alegría, porque no fui capaz de amarles ni cuidarles".
También menciona las repercusiones que este "asesinato" tiene en la familia.
En el caso de su primer aborto, recuerda que "destruyó" su relación porque "robó" su capacidad de amar" y nunca volvió a ver a su novio. En la segunda ocasión, "estuvimos a punto de separarnos, porque le culpé a él diciéndole que no me había cuidado. Cuando lo pudimos hablar fue muchos años después de luchar por nuestro matrimonio, los dos éramos personas de fe y Dios siempre nos acompañó en nuestra lucha con su amor y protección hasta que llegó la luz a mi vida con el Proyecto Esperanza".
Sonia relata que antes de abortar, todo son "palabras dulces" y apoyo, hasta que tarde o temprano llega el síndrome posaborto: "como la muerte en vida, sola y sin alegría" (Fotografía: Brian Lawless/The irish times).
La muerte quiere tu cuerpo... y tu alma
Desde que sanó sus heridas, Sonia ha asumido que su misión es "dar la cara, con nombres y apellidos", para anunciar que "el aborto deja secuelas". Entre ellas, "fumar, bebér, buscar la promiscuidad y un camino de destrucción" en que la cultura de la muerte "no solo quiere destruir tu cuerpo", sino que también "quiere el alma".
"El alma de la mujer es la esencia de la vida, por eso el abrto nos quita la esencia. Por eso es importante saber que Dios es amor y que su hijo Jesús nos enseñó a amar hasta la muerte, porque solo así se logra una vida plena y eterna después de la muerte", añade.
A día de hoy, Sonia está "llena de esperanza" en defensa de la vida y espera que "el día que muera pueda vivir en ese jardín hermoso en el que viví antes del aborto".
Frente al miedo, la fe: "Yo os acompañaré"
Antes de concluir, se dirige a todas las mujeres que, como ella hace años, piensan en abortar. "Busca y rodéate de gente que te ame, que te dé cariño y compañía y aléjate de los que te den la solución fácil, porque después te abandonan. Dios no nos regala algo de lo que no podamos salir, es el miedo el que nos paraliza y contra el miedo necesitamos fe, compañía, apoyo y esperanza".
Actualmente, Sonia está presente en redes sociales e internet ayudando a todas aquellas mujeres que se plantean el aborto como alternativa o que buscan apoyo tras haberlo cometido. Para ello, pone a su disposición su Facebook e Instagram (Sonia Amiga de Dios), así como su correo electrónico, soniaamigadedios@gmail.com. "Llámenme, búsquenme, yo os acompañaré para que salgáis adelante con vuestros hijos porque un hijo cambia la vida siempre para bien. Soy amiga de mi Padre, y los que son amigos se ayudan y se apoyan", concluye.