nació en Valladolid, España, pero ahora es más conocido como Otests Aleksander, o lo que es lo mismo padre Alejandro en ruso, porque desde hace diez años vive en San Petersburgo.
Se trata de un traslado que él mismo pidió, cuando le dijeron que hacían falta sacerdotes que fueran a Kazajistán: “Me ofrecí para ir a Kazajistán. Pero eso luego no salió. Como lo había hablado mucho con mi obispo, don José [Delicado Baeza], de Valladolid, le dije: “Esto no ha salido. ¿Y ahora qué hago?”. Entonces quedamos en ir a Rusia”.
De esta manera tan sencilla, pero a la vez tan impactante este sacerdote cambió el sol de España por la nieve de Rusia. Antes de aterrizar en San Petersburgo, Alejandro hizo una pequeña parada en Roma para recibir la bendición de Juan Pablo II, para esta aventura.
“Me acuerdo del primer día que fuimos de la estación del metro hasta la catedral para ir a saludar al obispo. Compramos una botella de Coca Cola y se congeló del metro a la iglesia, que eran 15 minutos. Estábamos asombrados con la Coca Cola congelada, porque hacía 15 o 16 y entonces no estábamos preparados para esas fiestas”.
Otests Aleksander asegura que actualmente no hay datos ciertos del número de católicos en Rusia, pero se estima que entre 600.000 y un millón, en torno al 0,6% de la población: “En las listas de gente que seguía el gobierno estaban primero los chechenos y después los católicos. Por lo menos eso decían, y yo creo que es verdad. El ambiente estaba un poco fuerte y cuando llegabas allí lo notabas”.
De hecho la parroquia de San Juan Bautista en la que trabaja don Aleksander había sido confiscada por el gobierno y utilizada como almacén para bicicletas: “Cuando llegamos, la parroquia estaba en una situación compleja. La parroquia fue construida en 1811, luego los soviéticos la confiscan y hacen que sea una sala de bicicletas y luego en el 84 cuando llega la Perestroika, la convierten en sala de conciertos, que está mucho mejor, sala de conciertos clásicos. Y luego empiezan en el año 91 a dejar que se celebre un poco. Pero como echan al sacerdote, vuelven a cerrar y nos quitan las llaves y hay que luchar un poco para que nos den las llaves”.
Actualmente Aleksander es también párroco de otra iglesia en Komi. Una república federal dependiente de Rusia. Asegura que aproximadamente cada año unas diez personas se convierten al catolicismo en su zona: “Ha habido muchas, bueno, según como se entienda la cosa. Para el corazón del párroco muchas, para la realidad de cómo se debe hacer una evangelización, pocas. Más o menos ha habido unas 10 personas que se han convertido cada año. Es una cosa muy bonita, ha habido de todo. Desde gente que se ha bautizado, hasta gente que se ha hecho católica desde la ortodoxia o gente que se ha hecho católica desde el protestantismo”.
La historia de Aleksander Burgos es una muestra más de la vida de tantos sacerdotes que trabajan todavía hoy en lugares donde no se conoce a Dios y en los que la Nueva Evangelización, es más bien, primera evangelización.