María Ferrando es una joven valenciana de 23 años que ha contado su testimonio de retorno a la vida de fe y a la Iglesia en Cambio de Agujas, el programa de testimonios espirituales de Hm Televisión.
Se educó en una familia católica, la tercera de 8 hermanas, rodeada de niños y primos. De niña y adolescente estudió en un colegio católico aunque "todo lo que yo sabía [sobre la fe] era porque me lo habían enseñado en mi casa", el colegio no le aportó en ese sentido. No tenía problemas especiales a la hora de relacionarse con otras personas. Había tanteado algunos movimientos católicos juveniles sin encontrarse a gusto en ninguno.
Saltarse la misa mintiendo y a fumar porros
Y a los 15 años, rodeada de amigos nada religiosos, empezó a saltarse la misa dominical, mintiendo a sus padres. Decía que iba a misa por su cuenta cuando en realidad dedicaba las tardes a fumar porros con sus conocidos.
También empezó a obsesionarse con su aspecto. "Quieres ser perfecta, quieres ser guapa, y yo caí en la bulimia hasta que me salió una úlcera en la garganta", explica. La úlcera le sirvió para frenar su caída en el desorden alimenticio.
A esa edad, golpeada por la enfermedad, la droga y una vida desordenada, sentía que su vida era un caos.
Intento de suicidio... y la estrategia del demonio
"Ya no quería nada, excepto desaparecer". Intentó suicidarse aunque "gracias a Dios no lo conseguí".
Habló entonces con su madre. Su madre le explicó que la vida es algo muy valioso para Dios, y que rechazarla es una gran ofensa, y que por eso el demonio tienta a las personas con el suicidio.
María se quedó con la idea clara de que "si me suicido voy al infierno". Y dio un paso más: "no voy a separarme más de Dios", decidió.
Durante dos o tres años más volvió a una vida estable de fe y sacramentos. Pero a partir de los 18 años, al "salir al mundo" y volver a rodearse de amistades no adecuadas, volvió a pecar de forma grave. Entabló una relación con un chico, relación que tardaría en entender que era tóxica. Como le daba muchísima vergüenza contarlo al confesarse abandonó el sacramento de la Reconciliación. "Y si dejas de confesarte, dejas de comulgar, y si dejas de comulgar, te dices, pues para no hacer nada, dejo de ir a misa", resume. Así se alejó de nuevo de la Iglesia y hasta de Dios, dejándolo de lado.
Malhumorada, rebelde, y como Gollum
Se volvió malhumorada y huraña. Dice que lo que vivió fue como "Smeagol en El Señor de los Anillos, que por la tentación se convirtió en un monstruo, Gollum. Yo era así. Incluso como él, a veces hablaba conmigo misma".
Su familia, al ver cómo actuaba ella, se entristecía. "Yo, si iba a casa, me sentía juzgada, y me decía: 'no me entienden porque yo pienso de otra manera, y claro, ellos, son católicos y tradicionales, y vamos a discutir... mejor no paso por casa".
En realidad vivía en casa de su novio y sólo pasaba por casa a por ropa.
Confinamiento tóxico y con alcohol
Cuando llegó el confinamiento por coronavirus pensó que no pensaba confinarse con sus padres y sus hermanas, donde no tenía ni espacio para fumar. Y decidió pasar el confinamiento con su novio. Lejos de su familia, ahora volvía a hundirse con otra droga, el exceso de alcohol. Y volvía a sentir que su vida era absurda e insoportable.
Sin embargo, no se atrevía a pensar en el suicidio, porque recordaba aquella conversación con su madre sobre el demonio y el infierno. Quería morirse, pero no quería matarse. Una y otra vez deseaba que Dios la retirase de la vida.
Su novio en confinamiento tampoco era una gran ayuda: "llevábamos una relación muy mala y muy tóxica pero no podíamos cortar, yo no lo quería soltar", explica ella.
Tras el confinamiento, misa y confesión, pero...
Cuando llegó mayo y acabó el confinamiento más estricto en España, María fue a ver a su madre. Ella la citó en la parroquia, porque tenía misa. María llevaba 2 años sin ir a una misa. Acudió para poder ver a su madre. María escuchó la misa y después, como por un impulso, fue a confesarse. "Es que yo sentía como dos opciones, o te tiras por la ventana o te confiesas", intenta explicar.
Y en el confesionario el sacerdote le dijo: "Eres como el joven rico, que el Señor dice 'deja todo y sígueme' y tú no quieres".
Efectivamente, ella no quería cambia. Volvió a casa del novio. Pero allí, un semana más tarde, tuvo una experiencia transformadora.
Una experiencia mística
"Era una experiencia del Señor. Es como si yo estuviera en un pozo, en lo más profundo. Y el Señor me dijera: 'ya has tocado fondo, ahora sólo puedes subir'. En ese momento es como si me diera la mano, me subiera... y empiezo a sentir una paz y una calma que no sentía desde hacía muchísimo tiempo. Sentía muchísima paz. Y en ese momento fui donde estaba mi pareja y le dije que cogía mis cosas y me volvía a mi casa".
De vuelta a la casa familiar, tras 5 años de relación de pareja, lloraba de felicidad en casa sintiendo que algo había cambiado de verdad.
En casa la acogieron bien. Ella volvió a ir a misa, aunque aún lo combinaba con una gestos muy mundanos. Por ejemplo, lamenta que vestía mucho "con escotes, con tops, con faldita corta" y salía aún mucho de bares.
Pero un día abrió un Evangelio y "salió de nuevo el joven rico, como si el Señor me quisiera decir algo".
Empezó a cambiar su estilo de vida. Fue reduciendo el alcohol, empezó a dejar el tabaco y "ya vestía enseñando menos". Pensó que estaba encauzando su vida.
Sin embargo, al acercarse el nuevo curso, varias cosas le golpearon. Un ataque de ansiedad le impidió ir a la prueba de la universidad. Y en su trabajo le dijeron que desde septiembre tendrían que despedirla por falta de fondos. "Yo era una persona supercontroladora, para quedar con la gente tenía hasta una agenda, lo apuntaba todo", detalla. Quería tener control y necesitaba "trabajar o estudiar o hacer algo". Su confesor le animó a rezar diciendo: "Jesús, en ti confío".
Una propuesta: un año en Hogar de la Madre
Su hermana le comentó que había chicas que dedicaban un año a acudir a la comunidad del Hogar de la Madre en Cantabria. Y ella decidió presentar una solicitud, sin pensarlo demasiado. Las religiosas le comunicaron su visto bueno.
Mientras llegaba el momento de trasladarse, volvió a sentirse atacada en lo espiritual. Volvieron los pensamientos sobre el suicidio. Y algo que no le había pasado nunca, ni en sus peores momentos de pecado: despertaron en ella dudas sobre la existencia de Dios. Era como "un silencio de Él, como si no me hablara".
Era "una lucha constante, un mundo en el que no está Dios, que te come vivo". María decidió mantenerse firme: "sé que estás ahí, y yo también sigo aquí". Fue a misa en este estado de desconcierto y escuchó cómo se proclamaba, de nuevo, el Evangelio del joven rico.
Y ella entendió que Dios quería que fuera a Cantabria con las religiosas. "Esa ya era mi única certeza. Lo dejaba todo, hasta mi ciudad, para ir a otra".
Desconectar de lo que distrae, conectar con Dios
Intentó mantener el contacto con su novio, pensando "a ver si se convertía". Pero ese contacto la distraía de Dios. "Por convertirle a él no me convertía yo. Recé a la Virgen, le dije: 'lo dejo en tus manos'... y en ese momento una compañera me pasa un libro, y en la portada veo: 'el joven rico'".
María entendió que tenía que dejarlo todo, con radicalidad.
Han pasado 4 meses cuando cuenta su testimonio. Ha podido hacer una confesión general muy bien preparada y con esa confesión bien hecha "fue maravilloso, una limpieza absoluta y total", dice.
"Es la vida de cualquier joven de ahora mismo, totalmente perdido, mentido, en el mundo, fuera de Dios, y vacío, y ese vacío se siente y lo llenamos con cosas del mundo, pero el Señor nos persigue y eso es una gozada", constata Cristina Casado, la conductora de "Cambio de Agujas".
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