Nathan Davis tenía 17 años pero pese a su corta edad participaba como vaquero de rodeo en Estados Unidos. Ni él ni sus padres olvidarán aquel día de agosto de 2014 en el que pese a los intentos de su madre para que no participara en la Feria del Condado de Gratiot (Michigan), el joven decidió hacerlo, lo que casi le costó la vida. Durante semanas estuvo en cuidados intensivos. Pero una medalla de la Virgen de Fátima que su padre le colocó en la pierna fue su protectora en ese tiempo. Al final pudo curarse, pero sobre todo se acercó a Dios y ahora tiene una vida de fe mucho más profunda. Aquel fatídico día Michelle y Tim estaban entre el público mientras Nathan montaba un toro de 700 kilos de nombre Vegas. Al principio pudo aguantar sus movimientos, pero tras un brusco giro el joven se desequilibró y cayó con la mala suerte de que en una de sus sacudidas las patas traseras del toro impactaron con toda su potencia en el abdomen del joven vaquero.
"¡No veo nada!"
Rápidamente los payasos del rodeo levantaron a Nathan y lo sacaron del alcance del toro. Sus padres acudieron a ver a su hijo que estaba siendo acostado en una camilla. No vieron aparentemente sangre y esto les tranquilizó. Sin embargo, en ese momento empezó a palidecer. “¡Todo está negro! ¡No veo nada!”, les dijo.
Una ambulancia se lo llevó rápidamente. En aquel instante, Michelle percibió la gravedad del suceso y la necesidad que había de que Dios intercediera. Sin pensarlo, esta mujer llamó a su madre: “Nathan está herido. Es grave. Necesito que saques las Tres Oraciones Hermosísimas y las recites. No tengo el libro de oración de piedad conmigo. ¡Hay que rezarlas ahora! Por favor, mamá”. Estas oraciones están precisamente destinadas a los moribundos.
Una hemorragia mortal y la medalla de Fátima
El joven sufría en realidad una enorme hemorragia que le llevaba inexorablemente a la muerte. Tuvieron que hacerle varias transfusiones de sangre y plasma, y en el hospital al que llegó decidió que fuera trasladado en helicóptero a otro con más medios.
Michelle, que ha escrito un libro sobre este suceso, recuerda que se aferró a la fe pese a que los médicos no les daban esperanzas al percatarse de que su marido había prendido en el píe de su hijo durante el traslado su medalla de la Virgen de Fátima. “María intercederá y su suplicará ante el trono de Dios que lo perdone”, dijo la madre en ese momento, tal y como señala al Catholic Digest.
En el hospital, familiares y amigos rezaron fervorosamente esperando noticias sobre Nathan. Los médicos fueron sinceros y les dijeron que había menos de un 5% de posibilidades de que el joven sobreviviera. Según los doctores, el toro había prácticamente cortado en dos el hígado y la única forma de mantenerlo unido era con las manos. Además, no había opción en ese momento para un trasplante de hígado. Durante días trabajaron en la forma de poder salvarle y curar las heridas.
La fuerza de la oración
“Estoy convencida de que tener a tanta gente asaltando con su oración las puertas del cielo cambió el resultado”, explica Michelle. Durante las primeras dos semanas en las que Nathan se debatía entre la vida y la muerte “descubrimos iglesias y grupos de personas en 20 estados y en 8 países diferentes que estaban rezando por él”.
La madre de Nathan muestra la medalla de Fátima que colocaron al joven tras el accidente
La Medalla de Fátima nunca se separó del joven durante su terrible experiencia en el hospital. Hasta el día en que el toro hirió a Nathan, nunca habían usado la medalla. Era un regalo de un amigo que había ido al santuario de Fátima, y por miedo a que se pudiera perder nunca había salido de casa. Sin embargo, Michelle recuerda que aquel día antes de ir a la feria sintió una especie de llamada que la hizo volver a casa y llevarla consigo al rodeo.
La presencia de la Virgen en este proceso doloroso
Por ello, la madre del joven confiesa que pudo sentir de verdad la presencia de la Virgen cuando Nathan luchaba por su vida en el hospital.
El joven perdió mucha sangre, y tuvieron que hacerle varios litros en transfusiones durante los siguientes treinta días. Hubo muchas complicaciones y contratiempos. Uno de los efectos secundarios de la tremenda hemorragia fue el síndrome compartimental abdominal, que como consecuencia le producía unos dolores terribles en las piernas. De hecho, tuvo que aprender de nuevo a caminar. A día de hoy, tiene todavía dolores y el pie izquierdo no le funciona con normalidad.
El Nathan de antes del accidente no es el mismo que ahora. Ahora siempre con la medalla de Fátima al cuello confiesa que ha vivido una transformación espiritual, pues hasta el que sufrió el golpe del toro estaba alejado de Dios.
“Desde el accidente ya no doy por sentada mi fe y mi familia”, asegura el joven, que trabaja y a la vez asiste a la universidad. Y añade que “nunca seré el mismo. Ahora siempre pienso en Dios y la vida tiene más significado”.