Este sábado el programa de Gonzalo Altozano en Intereconomía TV, No es bueno que Dios esté solo, tuvo tres protagonistas: los dos entrevistados, la pintora y escritora Pilar de Arístegui y el embajador Carlos Abella, e Isabel la Católica, de cuya causa son ambos devotos bajo perspectivas complementarias.
Y no estaba de más la reina de España en un programa sobre Dios: por su reconocida religiosidad, porque llevar la fe a las Indias fue su obsesión (y su logro), y porque su proceso de beatificación ha estado a punto de cerrarse en diversas ocasiones, sin que nunca se haya dado ese paso.
Abella, que fue ocho años embajador de España ante la Santa Sede (1996-2004), afirmó que sería para él "una gran ilusión" asistir a ese momento en Roma: "Y espero que aún me dé Dios vida para ello". El arzobispo de Valladolid, desde donde se lleva la causa, le hizo miembro de la Comisión Nacional para la Causa de Beatificación de Isabel la Católica, y también a su mujer. Ambos han escrito y hablado mucho sobre ella.
"Y cuando hay que decir algo, hay que decirlo", afirma el diplomático: "La Iglesia ha sido muy injusta hasta ahora al no beatificar a Isabel la Católica. Y tampoco el Estado ha sido suficientemente insistente. Ella es un ejemplo muy grande para el Gobierno, para las familias, para la fe y para la constitución de España como nación. En estos momentos en que tanto hablamos de disolución, más hay que pensar en su ejemplo".
Por su parte, Arístegui, que ha escrito también sobre Isabel la Católica y su época, no dudó en calificarla como "la mujer del milenio": "Me admiran profundamente las normas que ella daba para [los indios, a] quienes denominaba sus súbditos. Encomendaba en todas sus cartas y en todas sus cédulas reales que tuvieran en cuenta que eran sus súbditos, y no siervos, y que amaba a sus súbditos de ultramar. Y con ese espíritu, la reina pidió que se les dieran no más de ocho horas de trabajo, que no trabajaran sábados ni domingos".
Y si no escribe una novela sobre Isabel la Católica ("la primera mujer moderna, que habla de los derechos humanos, de la libertad de la mujer, que hace colegios para mujeres"), aunque desearía hacerlo y se lo han pedido, es, confiesa porque ya lo han abordado grandes personalidades y le da "algo de apuro".
Isabel, continúa, "era absolutamente una mujer de Dios, religiosa, con una religión seria, profunda, y además una gran educadora. A sus hijas les enseñó todo lo que tenía que saber una mujer, y más allá. Todas las infantas hablaban tres idiomas, tenía una gran biblioteca, de 400 volúmenes, que entonces era muchísimo, y con gustos de gran versatilidad. Junto a la Apología de los Doce Apóstoles de Juan de Padilla tenía el Decamerón de Bocaccio y el Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita, además de todos los poemas de Juan del Encina".
Pilar de Arístegui no se pronuncia sobre si debe o no subir a los altares ("es una cuestión de la Iglesia"), pero "primero de todo habría que reconocerla como la gran mujer que fue: la mujer del milenio".