María tiene unos 40 años, está casada y tiene dos hijas. Llevaba aparentemente una vida normal y sin grandes sobresaltos. Pero un sufrimiento silencioso le acompañaba desde su niñez. ReL transcribe íntegro como el Señor la sanó... y su vida cambió completamente:
«Va a hacer un año que el Señor se hizo presente con fuerza en mi vida. Tengo que decir que mi vida ha cambiado por completo, externamente todo sigue igual (sigo siendo madre de familia, esposa, sigo viviendo en Madrid…) pero internamente, me maravillo con lo que el Señor ha hecho en mí, soy una persona nueva y lo vivo todo completamente distinto.
»El Señor me está ayudando a expresar en palabras esa explosión de experiencias, sentimientos y vivencias que he tenido a lo largo de este último año. Me llamo María. Estoy casada y tengo dos niñas, una de 5 y otra de 3 años. Vengo de una familia católica, somos 5 hermanos y yo soy la pequeña. Soy de Oviedo, pero cuando tenía 11 años mi madre murió y a mi padre le destinaron a trabajar a Valencia, así que he vivido muchos años allí.
»Tengo una amiga de la adolescencia que es monja de clausura en Valencia. Hace unos 6 años me contó que había ido un sacerdote de la Renovación Carismática a darle unos ejercicios al convento, recibió la efusión del Espíritu y me dijo que su vida había cambiado por completo. Por la efusividad con la que hablaba yo pensé que le había dado un brote psicótico o que era fruto de la vida en el convento, no paraba de insistirme en que fuese a un grupo de la Renovación Carismática, que me iba a sanar, etc. Yo le decía que no tenía nada que sanar y que eso de los grupos no era para mí, que yo vivía la fe a mi manera.
»En febrero, volví a visitarla yo sola (porque normalmente o iba con las niñas o con mi marido, vamos que nunca estábamos a solas) y me dio su testimonio con detalle, me dejó impresionadísima de la historia de sanación interior que me contó, pero lo que más me impactó fue la paz con la que podía hablar de todo ello, de unas vivencias tan sumamente duras…
»Creo que ha sido la primera vez en mi vida que no he hecho un juicio sobre algo, me quedé muda, simplemente le escuché, sin entrar a pensar lo que está bien o lo que está mal, yo siempre he sido muy dada a hacer esa clase de juicios.
»Cuando volví a Madrid creo que tuve una efusión del Espíritu, el caso es que algo pasó en mi interior, me resulta un poco difícil expresarlo en palabras, sentí como una explosión dentro de mí, como si mi corazón se hubiese hecho grande de repente y hubiese roto una capa endurecida que no le dejaba respirar, se me quitaron todos mis miedos, juicios, prejuicios y culpabilidades, toda mi timidez, todos los rencores hacia personas que de una manera u otra me habían hecho daño. Actitudes de los demás que hasta el momento no entendía empecé a verlas con una claridad que si antes me incomodaban ahora me llenaban de paz (podía ver con ojos de misericordia). Situaciones que me causaban tristeza o malestar, las vivía con una alegría desbordante y la palabra gozo cobró sentido para mí, fue como si hubiese estado viendo la vida a través de un “velo negro” y de repente el Señor me lo levantó.
»Todo esto fue a nivel personal, en el tema de la religión, que andaba bastante floja últimamente, todo empezó a cobrar un sentido que antes nunca le había dado, empecé a entender de una manera completamente distinta los sacramentos: el sacramento del bautismo (el mayor regalo que me pudieron hacer), el matrimonio, la penitencia y la eucaristía, vivía las misas como nunca las había vivido. La biblia; me di cuenta que es un libro vivo, antes nunca me había dicho nada especial, pero de repente me hablaba a mí, encontré en ella respuestas a todo.
»Durante estos días de “gracia”, miré en internet (sin buscar nada en particular) sobre la Renovación Carismática y en la primera búsqueda que hice di con la web de un grupo carimático, vi que había empezado un Seminario de Iniciación a la Vida en el Espíritu que no sabía ni lo que era, pero ni corta ni perezosa mandé un correo preguntado si podía asistir aunque ya hubiese empezado hacía varias semanas y me contestaron muy amables que no solo podía asistir sino que también podía escuchar las enseñanzas que ya se habían dado.
»El primer día que fui al seminario, estaba bastante asustada, pues la noche anterior cené con mi primo, que había hecho el curso ALPHA y cuando le dije que iba a hacer el seminario me dijo: “tu sobretodo no te asustes, cierra los ojos y escucha”. Eso que él me dijo con su mejor intención, a mí me dejó de los nervios. Cuando llegué y me senté en un sitio que no había nadie, enseguida vino una persona y me preguntó si era la primera vez que venía, al decirle que sí dijo: ¡¡¡¡Alabado sea el Señor que te ha traído hasta aquí!!!! Yo pensé “aquí están todos tronados” y cuando se levantó todo el mundo para cantar la primera canción, pensé esta es la mía, aprovecho el jaleillo para marcharme, me agaché a coger el bolso y empezó a sonar la canción de “Oh deja que el Señor te envuelva” que era la canción que a todas horas cantaba en el colegio mi amiga monja. Al oírla me invadió una Paz tremenda, desapareció por completo todo el desasosiego y la intranquilidad que tenía y me quedé a disfrutar del seminario.
»Cuando recibí la efusión del espíritu volví a la niñez y tuve unos sentimientos que no sabía ni que había tenido, si a mí alguien me pregunta ¿qué tal fue tu infancia?, mi respuesta hubiera sido “estupenda hasta la muerte de mi madre”, siempre he sabido que de aquel suceso tan doloroso que ocurrió en la familia yo tenía guardado un “cajón desastre” que me daba miedo abrir, pero antes jamás lo hubiese pensado.
»El caso es que durante la efusión del Espíritu tuve un sentimiento muy fuerte de soledad y luego claramente llegó la muerte de mi madre y ese sentimiento de soledad se multiplicó por 10.000 y apareció también un sentimiento de abandono. Cuando yo estaba sintiendo esa soledad tan tremenda notaba como el Señor me decía en el corazón, no llores, yo siempre he estado a tu lado, siempre he estado contigo, nunca te he dejado sola, pero no tenías ojos para verme. Me pasé todo el retiro llorando como una madalena, (hubo una persona que me regaló un paquete de klinex que creo que ha sido uno de los mejores regalos que me han hecho) sin tener ni idea de por qué, ya que ese día solo supe que en mi niñez había tenido un sentimiento muy fuerte de soledad.
»Las tres semanas siguientes al retiro de efusión, fue increíble, me empezaron a venir a la cabeza un montón de recuerdos de mi infancia que había tenido completamente enterrados, que no los recordaba, comenzaron a encajarse como en un puzle todas las piezas, para explicarme la realidad de mi historia y no la que yo me había creado, me fue revelado todo con tanto Amor y delicadeza que a medida que iban encajando las piezas yo iba llenándome de un gran gozo y una maravillosa paz que solo el Señor puede dar.
»El sentimiento de soledad que me acompañó durante mi infancia fue debido a la relación que tuve con mis hermanos, ellos son muy seguidos y yo me llevo 7 años con el anterior a mí, con lo que el trato entre ellos fue muy distinto del que tuvieron conmigo. Siempre me trasmitieron el mensaje de que yo era una carga (nosotros te teníamos que cambiar los pañales, nosotros te teníamos que dar de comer, nosotros te teníamos que dormir, nosotros etc).
»Mis padres hicieron más el papel de abuelos, me sentí muy querida por ellos y me mimaron mucho (cosa que supongo también ayudó a distanciarme de mis hermanos ya que mi padre fue muy estricto con ellos) pero no tuve ningún tipo de rutina establecida en mi día a día, con 7 años llegaba a las 21h a casa y a mí nadie me preguntaba donde había estado, si había hecho los deberes, si había cenado, si me había bañado… Nunca celebré un cumpleaños…
»Sin duda, crecí bastante salvaje y con la sensación de ser “diferente”, diferente de las niñas de mi clase, diferente de mis hermanos y sintiendo que no me tenían en cuenta para nada. Todo eso más o menos lo suplía la relación tan buena que tenía con mis padres, pero cuando mi madre murió todo cambió, ella ya no estaba para darme el cariño y la seguridad de sentirme querida y mi padre empezó a beber, con lo que la relación tan especial que teníamos pasó a ser discusión tras discusión. De ahí el sentimiento tan fuerte de abandono que sentí en la efusión, es increíble como el Señor me ha ido revelando todo esto que estaba completamente oculto en mi corazón y a la vez me ha ido colmando de la gran carencia que yo tenía que era el Amor y el sentirme querida.
»Mirando atrás me doy cuenta que estos sentimientos que tuve en la niñez, se me quedaron tan grabados en el corazón que han condicionado mi vida de tal forma que solo he estado centrada en demostrar a los demás que “valgo la pena” y que “no soy una carga”, todo lo que he hecho en mi vida, todas las decisiones que he ido tomando siempre han estado bajo esa presión.
»Ese era el “velo negro” que me cegaba y que el Señor me levantó. GLORIA AL SEÑOR que me liberó de la esclavitud de estar mendigando amor y aceptación en los demás, GLORIA AL SEÑOR que me habló al corazón para decirme que solo Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Tengo la sensación de que mi corazón era una maraña de lana llena de nudos y cuando volví de Valencia y tuve la primera efusión el Señor me dijo: “Mira este jersey, pruébatelo, así puede ser tu vida si te fías de mí, vamos a tejerlo juntos”, en el retiro de efusión, me dió uno de los extremos de la lana de esa maraña para empezar a deshacer los nudos y conseguir que el hilo esté listo para poder tejer…. Y aquí estoy, empezando este camino de vida espiritual y acogiendo con alegría todos los regalos que Él me va dando».