Antoine Tiabondou, sacerdote de 40 años, es de Burkina Faso, donde descubrió su vocación gracias a la misión de su padre como catequista y al contacto con un misionero redentorista. Tras su ordenación y unos años de ministerio, su obispo le envió a estudiar a la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma, donde se licenció y doctoró en Comunicación Social e Institucional con una beca de la Fundación CARF.
En el propio portal de CARF (Centro Académico Romano Fundación) el padre Tiabondou ha compartido el testimonio de su vida sacerdotal y el agradecimiento por los bienes recibidos.
Sacerdote gracias a su padre, un catequista importante en su país
Me llamo Antoine Tiabondou, soy un sacerdote de Burkina Faso y nací en la ciudad de Piela el 11 de junio de 1981.
Estoy incardinado en la diócesis de Fada N’gourma, una ciudad que se encuentra en la parte oriental de Burkina Faso, a 219 kilómetros al este de Ouagadougou, la capital. Fada N’gourma es una ciudad importante, pues se la conoce mucho por la producción de mantas y alfombras, además de por la producción de miel.
Una familia católica de siete hermanos
Nací en una familia católica feliz y somos 7 hermanos. Mi papá, que ya ha fallecido, era catequista. En mi país, ser catequista es un ministerio muy importante, un ministerio extraordinario instituido en la Iglesia de Burkina Faso desde el inicio de la evangelización.
Con mamá, recibieron una formación de cuatro años y fueron enviados por el párroco sucesivamente a varios pueblos donde papá tenía que enseñar y preparar a los catecúmenos para la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana y el matrimonio.
La figura del catequista es importante en este sentido porque asegura la permanencia de la Iglesia en lugares remotos donde el sacerdote acude pocas veces para visitar las comunidades y ofrecerles los sacramentos. Todos los domingos, el catequista reúne a la comunidad, y, cuando no puede haber misa por falta de sacerdotes, preside la oración comunitaria dominical.
La misión del catequista
Esta celebración está compuesta por la escucha de la Palabra de Dios el domingo, a la que sigue un tiempo para compartir, y por una oración común por las intenciones de la comunidad y de la Iglesia. A veces el catequista, quien preside, distribuye la Comunión a los fieles. Después de esta celebración, dispensa la catequesis y visita a los enfermos.
En última instancia, el catequista está a cargo del pueblo de su comunidad, ya que le guía y le anima para el anuncio del Evangelio y para la experiencia de la fe a la espera del sacerdote.
Necesidad de sacerdotes
En este contexto viví mi infancia. Y fue en estas circunstancias que tuve el deseo de ser sacerdote desde los cinco años. Veía cuánta falta y cuánto deseo tenía mi pueblo por tener un sacerdote siempre presente… Y mi mismo deseo de servir al pueblo nació del contacto con un sacerdote redentorista de origen francés quien venía a menudo a celebrar la misa dominical para la comunidad de la aldea.
Todavía guardo en mi corazón un recuerdo muy vivo de él: recuerdo su sencillez, su cercanía a papá y su facilidad para dialogar con los jóvenes cristianos, con líderes tradicionales y con los creyentes de la religión musulmana, ¡ya que en mi país hay de todo!
Tres años de estudios en Comunicación Institucional
Fue este mismo sacerdote quien tuvo el placer de presentar mi expediente para ingresar al seminario menor San Agustín de Baskouré, en la arquidiócesis de Koupéla, en septiembre de 1993, donde seguí la formación durante ocho años hasta obtener el Bachillerato en Letras en 2001.
Después del seminario menor, estudié filosofía y teología durante siete años, hasta ser ordenado sacerdote el 6 de diciembre de 2008 con motivo de la celebración de las bodas de oro de la creación de mi parroquia original, Piela.
Después de seis años de ministerio sacerdotal en la diócesis, mi obispo quiso enviarme a Roma para tres años estudios en Comunicación social e institucional en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de 2014 a 2017, gracias a una beca de estudio.
Un sacrificio para la diócesis
De hecho, ha sido un sacrificio para la diócesis que yo estuviera en el extranjero para formarme, ya que, como decía antes, hay falta de sacerdotes. Sin embargo, es muy necesario no solamente tener buenos y santos sacerdotes, sino que éstos estén bien formados para la tarea de la evangelización, sobre todo a través de los medios de comunicación, tan importantes hoy en día.
Por lo tanto, después de obtener la Licenciatura en junio de 2017, regresé a la diócesis para ocuparme principalmente de las escuelas católicas y, entre otras cosas, Radio Taanba, una radio diocesana.
Una beca en tiempos de Covid
A partir de septiembre de 2020, estoy de nuevo en misión de estudio para el ciclo de doctorado, todavía en la misma universidad.
El obispo decidió que regresara para obtener el doctorado ya que se dio cuenta de cuán importante es la labor que se puede hacer en la diócesis después de tener la oportunidad de formarse en una universidad de excelencia como es la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.
Por eso, después de obtener otra beca, volví a Roma, aunque en un momento muy delicado como el de la pandemia.
De hecho, obtener una beca en este momento en que el covid está golpeando duramente a la humanidad ha sido una oportunidad real y tangible que Dios y los benefactores me dieron para servir mejor a la Iglesia en mi diócesis.
Con la gracia de Dios, podreé animar a otros chicos como fui yo, siguiendo el ejemplo de mi padre y del sacerdote redentorista que tanta influencia tuvo sobre mi, a consagrar su vida en el servicio del Señor.
Gracias a mis benefactores
Estoy feliz de contar con el apoyo de mi benefactores, que ya se que cuidan de mí no solamente en la forma material sino también a través de sus oraciones.
El don de la fe, pues, es lo más importante que tenemos. Siempre doy gracias a Dios por este don tan maravilloso.
Percibo mi sacerdocio como una continuación del testimonio de la fe de mi papá en el corazón de las comunidades de pequeñas aldeas, sencillas y pobres. Para mí, ser sacerdote significa amar a Jesús, darlo a conocer, compartir la alegría de conocerlo con nuestros hermanos para que la humanidad crezca en el diálogo, en la paz y en la fraternidad.
Comunicar mejor la fe
También estoy convencido que esta especialización tan importante que hago en Comunicación social e institucional sin duda me ofrece herramientas para comunicar mejor la fe en la Iglesia y en el mundo, y en particular en mi pequeño país de África.
Reitero a todos mis queridos amigos y benefactores de CARF, mi agradecimiento por esta beca de la que soy beneficiario.
Los pequeños y grandes gestos que se hacen en la vida hacen que la vida misma, la nuestra y la de los demás, vuelva a florecer.
La gratitud es vida, la vida es gratitud. Dios los bendiga siempre.