Todo empezó rezando y se confirmó rezando. Esto es lo que estaba haciendo ante el Santísimo Sacramento la religiosa de los Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, Carla Venditti, para pedir ayuda para preparar una misión popular que realizarían por las calles. En ese momento, delante de Cristo Eucaristía tuvo una intuición que se ha convertido ya en una obra consolidada: ir a las verdaderas periferias que existen en las ciudades occidentales y rescatar a las mujeres de la trata de blancas y que son explotadas sexualmente.

En aquel instante mientras rezaba pensó: “¿quién piensa en las chicas de la calle?”. Y durante varios días regresó al Santísimo con esa misma pregunta. Ahora al lado de donde elevó aquella oración está el hogar de las chicas que esta religiosa de 57 años ha sacado de un verdadero infierno.

"Tienen terror en sus ojos"

Este hogar, situado en la provincia de L´Aquila, se inauguró en noviembre de 2017 y se llama Oasis Madre Celia, tomando el nombre de la fundadora de la congregación a la que pertenece. “No es nada sencillo, algunas tienen terror en sus ojos y en sus corazones”, relata esta religiosa, ante el enorme sufrimiento al que se enfrenta, que tampoco está exento de peligros.

Según cuenta al semanario Credere, ella no era una chica de ir a la iglesia ni de ir a misa. Muchos años después conoció a una monja que resultó ser su catequista de primera comunión.

 “Me invitó a participar en un grupo de Acción Católica. Parecía grosero rechazar esta invitación, así que acepté. Me gustó cómo eran aquellos chicos. Estaban comprometidos. De repente empecé a hacerme una pregunta: ‘¿Y si no estoy llamada a la vida matrimonial?’. Después de un viaje de discernimiento, en 1981 entré en un convento y conocí la normalidad hecha de serenidad, de gente alegre, incluso de simplicidad. Inmediatamente me sentí en mi lugar”, explica esta religiosa italiana.

Palabra, Oración y Adoración

Una vez en la congregación empezó a enseñar clase en Primaria y luego empezó a estudiar idiomas. Esta religiosa asegura que “después de 30 años entendí lo que necesitaba para saber inglés: hablar con estas chicas y entenderlas”. Y es que en su gran dedicación a los jóvenes estaba su deseo de que “descubran la belleza de la Palabra, de la Oración y de la Adoración”.

En este clima es cuando el Papa Francisco hizo una invitación a abrir las puertas de los conventos. “Nuestras superioras comenzaron a preguntarse sobre cómo poner en práctica esta solicitud. Nos pidieron que encontráramos una manera, no nos dijeron qué hacer específicamente”.

Y es en este punto donde delante del Santísimo sintió esta inspiración mientras preparaba una misión popular. Tenía que abrir la puerta a las “chicas de la calle” explotadas sexualmente. Se lo comunicó a sus superioras y le dieron rápidamente el visto bueno.

La inauguración de la casa en la que se acogen a estas chicas fue un momento de extraordinaria importancia

El llanto de las chicas rescatadas

Así fue como la hermana Carla ayudada por algún voluntario y entre “gran incertidumbre” fue a una zona en la que ejercían la prostitución mujeres jóvenes tanto rumanas como nigerianas. En realidad no hizo nada especial, pero ellas sí que se sintieron especiales. Les llevó té caliente, ropa y sobre todo su amistad.

“Ocurrió algo maravilloso: ellas, viendo mi hábito, se abrieron y lloraron. Luego comenzaron a pedirnos ayuda, pero no teníamos un lugar para recibirlas”, cuenta.

En ese punto, Carla pidió ayuda a otras instituciones religiosas pero todas estaban desbordadas, así que tuvieron que poner literalmente en práctica el pedido de Francisco y abrir las puertas de su casa. Así nació Oasis.

Las chicas rescatadas deben cumplir unas reglas. “Esto es algo importante. Desde aprender a italiano hasta comer juntos, desde realizar talleres de arte y música hasta la experiencia laboral, desde cursos de cultura general hasta aprender a comprar. Estas chicas necesitan confianza y la vida cotidiana. Pero si traicionan esto saben que se irán. Hasta ahora nunca ha sucedido. Tratamos de revivir su alma primero y el trabajo se encuentra más tarde. Se quedan con nosotras durante aproximadamente un año. Una de ellas, de 23 años, pidió el Bautismo y lo recibió aproximadamente hace un año. Ahora tiene un contrato en la cafetería del hospital, donde lava los platos, y gracias al salario quiere vivir sola: su objetivo es traer a su hija de cinco años, que creció con su abuela en Nigeria”, cuenta esta religiosa italiana.

Este es uno de los casos que han ido dándose de una obra que nació en el Santísimo y que ahora sobrevive gracias a la Providencia. Y de momento no falta.