"Tengo 200 familias necesitadas a las que atiendo, pero nadie dirá que fray Conrado le pide. No pido nunca. Simplemente, todo me llueve, me llega. Eso es la Fuerza de Dios", explica fray Conrado Estruch, capuchino de Valencia muy conocido por su trabajo caritativo y por las muestras de belenes con materiales reciclados que pone en marcha cada Navidad.
"El 6 de diciembre inauguramos la exposición de belenes, aquí en el convento [los capuchinos de la calle Cirilo Amorós, 67, de Valencia]. Tenemos más de 1.400 belenes construidos con materiales reciclados. Me alegra utilizar lo que no sirve. Es algo que nos da paz y alegría", añade este popular capuchino, ya casi de 87 años.
"Yo soy pobre y trabajo con medios pobres. Fíjese que siendo pobre, ¡doy de comer a pobres!", y puntualiza de nuevo que él no pide nunca a nadie, pero que las ayudas le van llegando para que las reparta a los más necesitados. Y no sólo en Valencia. "Tengo diplomas de agradecimiento por ayudar a misiones. Hemos puesto en marcha una escuelita en misiones, un comedor para niños, cosas así", señala.
Siendo niño, Conrado tenía muy claro lo que quería hacer: "yo de chico ya quería ayudar a la gente y vivir el Evangelio. Para eso entré de capuchino a los 22 años. Y si volviera a nacer, lo volvería a hacer. Algunos me decían, cuidado, dónde te metes. Pero con los pobres aprendes a ver al mismo Dios. Con ellos aprendes a ver lo bueno de Dios, que da el ser, da la vida. Salgo a la calle y me digo: mira, todos son Cristos. Eso sí, el pobre sufre su pobreza. Hoy, igual que hace 50 años".
A fray Conrado acuden jóvenes y mayores y él escucha a todos.
"Me vienen muchos jovenes llorando. Me dicen: tenemos problemas, y hablan, hablan... Yo les digo: el problema os lo habéis hecho vosotros solos, luego no digáis que ha sido el Señor. Por ejemplo, si vas borracho y atropellas a alguien: ¡lo has hecho tú! A los jóvenes les digo que han de aceptar la vida como es y no hacer cosas malas. Otras veces me viene gente mayor, empresarios, que también lloran y me dan mucha pena. ¿Qué hacer? Pues rezar y encomendar, no hay más", admite.
En el convento tienen una hora de adoración eucarística abierta al público cada martes, de 6 a 7. Ese día reparten comida: "tenemos dos colas con muchísima gente".
Si se le plantea el tema de la eutanasia, la eliminación de enfermos y ancianos, se espanta. "Espero que eso no se apruebe nunca, no me parece bien", afirma. Es la rotundidad de quien ha visto muchas situaciones duras pero las ha enfrentado siempre desde la esperanza. "La vida es de Dios. Cuando quiere nos la da y nos la quita. No somos quién para quitar la vida a nadie. ¡La vida vale mucho, es muy valiosa!", insiste.
¿Y qué planes de futuro tiene fray Conrado, más allá de sus famosas exposiciones de belenes de cada Navidad?
"¿Planes? Yo vivo al día. Vivo el día a día. No pienso en el mañana. Cuando el Señor quiera llamarme, aquí estoy. ¡Dispuesto a morir!", explica con sencillez.