El pasado 13 de febrero el arzobispo de Denver, monseñor Samuel J. Aquila, ordenó ocho nuevos diáconos en la catedral de la Inmaculada Concepción y en unos meses serán por fin sacerdotes. Cada uno de estos jóvenes tiene una historia propia de vocación, aunque entre todas ellas destaca la de Miguel Mendoza, nacido en Estados Unidos de familia mexicana, que se crio como testigo de Jehová y que él mismo en su adolescencia descubrió el catolicismo gracias a una foto de San Juan Pablo II celebrando misa. Dos años después se bautizaría y otros dos más tarde ingresaría en el seminario.
En una entrevista con El Pueblo Católico, publicación diocesana de Denver para los católicos de habla hispana, Miguel relata este proceso de conversión y vocación, que en su caso fueron en todo momento unidos. Antes de ser bautizado ya sabía que quería ser sacerdote y celebrar misa.
Este joven diácono de 25 años asegura que cuando él nació en Colorado sus padres, emigrantes mexicanos, ya eran testigos de Jehová.
“Mi mamá quería ser monja en México pero mi abuelo no le dejó. Cuando llegó a EEUU conoció a mi padre, se casaron y poco después dejaron la fe católica, encontraron los testigos de Jehová y cuando nací ya estuve en una familia con estas creencias”, relata.
Miguel Mendoza recuerda que “crecí con esto, íbamos a los salones del reino, leíamos la Biblia de ellos, predicábamos, íbamos de puerta en puerta… Era lo único que yo conocía”.
Miguel Mendoza ha sido uno de los ocho diáconos ordenados en Denver el pasado mes
Pese a todo, este diácono cree que su madre todavía tenía esa semilla católica y le enseñó a “amar de verdad a Dios” aunque sabiendo las limitaciones que tenía al pertenecer entonces a este grupo.
Pero una semilla ya estaba sembrada en él. “Empecé a tener un amor al Señor. A los 16 años quise investigar más sobre la Iglesia Católica, especialmente porque los testigos de Jehová no tienen un entendimiento correcto sobre la fe católica”, explica.
Igualmente, a Miguel le enseñaron un “odio hacia la Iglesia Católica, y así fue con lo que crecí, creyendo que la Iglesia no era buena”.
Pero pese a todo, este joven tenía una inquietud con el catolicismo y comenzó a investigar por su cuenta, “quería saber por qué estábamos contra la Iglesia, por qué ese odio, por qué enseñaba cosas falsas, por qué adoraban a la Virgen y al Papa”, que era lo que el mamó desde que nació.
La imagen de Juan Pablo II celebrando misa
“El Señor tuvo planes diferentes, porque mientras investigaba sobre las enseñanzas fue cuando encontré al Papa Juan Pablo II, que ya en ese tiempo estaba muerto. Pero vi una imagen de él celebrando la misa y pensé por qué tenía este pan, la casulla, la gente de rodillas…”, señala.
Dios le puso la semilla –cuenta el futuro sacerdote- de tener un deseo enorme de saber más sobre aquella foto de San Juan Pablo II. Así, cuenta que “empecé a rascar sobre Juan Pablo II y qué hacía en esa foto. Supe que estaba celebrando la misa y que los católicos pensaban que ahí estaba Cristo”
Por ello, Miguel agrega que “cuando leí lo que hacía el sacerdote en la misa, lo que hacía Juan Pablo II y el amor paternal del Papa hacia los católicos tuve el deseo de ser un verdadero padre, pero no para una familia, sino para todo el mundo”.
Este deseo le hizo seguir leyendo más sobre el misterio de la Eucaristía y el sacerdocio. “Fue cuando el Señor empezó a desarrollar en mí la vocación sacerdotal y sentí la llamada a hacer algo tan hermoso como celebrar la misa y recibir a Cristo en el altar”, afirma convencido.
Su percepción había cambiado por completo. El odio que le habían enseñado se tornó en amor por la Iglesia Católica. “Decidí bautizarme a los 18 años y dos años después entré en el seminario”, explica en la entrevista.
Tras él, su familia le siguió de regreso a la Iglesia Católica. De hecho, su hermano recibió la catequesis al mismo tiempo que él y se bautizaron a la vez. Unos años después sus padres decidieron regresar a la fe que abandonaron décadas antes.
Con su experiencia de conversión y su pertenencia a un grupo como los testigos de Jehová, Miguel Mendoza ofrece algunos consejos para aquellos que quieran que algún familiar o amigo vuelva al catolicismo.
“Lo primero es siempre rezar por ellos, pedírselo a la Virgen Santísima, que es la más atacada por nuestros hermanos separados, para que el Señor pueda actuar y abrir sus corazones y recibir las palabras que les tengan que decir”, asegura.
En segundo lugar, este diácono considera muy importante “conocer la fe católica”, que “nosotros mismos conozcamos bien nuestra fe en las Escrituras, el Catecismo… y esto nos ayudará a tener una conversación con nuestros amigos alejados”.
En resumen, el futuro sacerdote cree que “la oración y el estudio son las dos cosas más importantes”.