La carrera como jugador de béisbol de Grant Desme le abocaba a convertirle en una estrella, su sueño desde que empezó a batear a los 4 años siguiendo los pasos de su abuelo, ex jugador profesional. Compartió el título de MVP (Most Valuable Player, Jugador Más Valioso) en la liga local cuando estudiaba el bachillerato, fue Jugador del Año en la liga regional cuando fue a estudiar a la Universidad Politécnica de California y, ya como profesional en los Oakland Athletics y tras un año lesionado, cuajó en 2009 una temporada excepcional en las ligas menores, recibiendo de nuevo el MVP de una de ellas.
En 2010, a sus 23 años, con un contrato de 430.000 dólares en el bolsillo, todo parecía dispuesto para el gran salto a la MLB (Major League Baseball)... y entonces el 22 de enero anunció su retirada: "Me iba bien en el béisbol, pero la verdad es que quería ir al fondo de las cosas. Me encanta ese deporte, pero aspiro a cosas más elevadas. No estaba en paz donde estaba, y no lamento dejarlo", declaró a BBC News.
Su nuevo destino fue la abadía de San Miguel en Silverado, su California natal. Allí le esperaban dos años como novicio, en los que tendría que perseverar para lograr el home run que finalmente corrió la semana pasada, cuando hizo los votos como monje premonstratense. Ahora, el siguiente paso serán los ocho que le separan del sacerdocio y los votos perpetuos.
El monasterio en el que Grant Desme quiso cambiar las polainas y el casco por el hábito blanco del fundador San Norberto (10801134) tiene toda una historia. Lo fundaron en 1957 siete monjes premonstratenses húngaros que habían huido de su país en 1950. El régimen comunista cerró su abadía y ordenó su detención, pero ellos consiguieron escapar a Austria, en una huida épica en la que atravesaron un campo de minas y cruzaron a nado un río. De allí pasaron a Estados Unidos, donde trabajaron duramente siete años hasta que reunieron el dinero suficiente para comprar el terreno -entonces deshabitado- donde actualmente la orden se mantiene fiel al espíritu de fervor, austeridad y silencio propio de la vida norbertina, que empieza, como en tantos claustros, a las cinco de la madrugada.
Ahora Grant Desme ha cambiado su nombre y le conocen como Fray Mateo, y una vez hechos sus primeros votos este verano, fue entrevistado por Jeff Passan para Yahoo Sport News. "Tenía todo lo que quería, pero no era suficiente", afirmó en referencia a su decisión vocacional.
Ésta había nacido dos años antes, justo en su momento más bajo, cuando las lesiones no le dejaban jugar todo lo que su calidad le prometía. Entonces empezó a confiar sus frustraciones a algunos sacerdotes, y se dio cuenta de que la sensación de vacío que le agobiaba no tenía nada que ver con la mala racha deportiva. Empezó a visitar distintas congregaciones para ir discerniendo la llamada de Dios, y fue así como descubrió la abadía de San Miguel. Fue en ese momento cuando empezó a ver claro su futuro.
Pero, para estar seguro de su vocación, necesitaba jugar de nuevo al béisbol, explica Passan. ¡Y vaya si llegó! Hizo la mejor temporada de su vida con unos emolumentos de fábula. No fue casualidad, sino producto de meses de rehabilitación y entrenamiento durísimos y de perfeccionamiento técnico. Cuando saboreó el éxito de verdad, la "tentación" estaba ahí, pues. Pero no fue más fuerte que su voluntad de servir a Dios.
Y es que en su interior nada había cambiado. Seguía hablando de Dios con sus compañeros de equipo. Con Steve Kleen, cristiano adscripción religiosa concreta, discutía hasta la madrugada sobre la fe. Y Grant se sentía bien evangelizando: "Disfrutaba más con eso que con un home run", confiesa.
Su éxito fue "una gracia especial", añade: "Era aquello que había anhelado siempre. No pude hacerlo mejor aquella temporada. Para mí, fue una gran señal. ¿Qué estaba pasando? Debería ser feliz por ello. Pero no lo era. Había algo más. Dios estaba tocando mi corrazón. Porque eso es la vida religiosa. Una llamada de Dios".
Pero antes de esa llamada, había que hacer otra. Nada menos que a Billy Beane, el hombre a quien Brad Pitt interpreta en la película Moneyball, ambientada en el mundo del béisbol. Era a él, con quien había negociado diversas cuestiones de su vida profesional, a quien tenía que decirle que dejaba el béisbol para ser sacerdote.
Todo un trago que le facilitó uno de los hombres más poderosos del mundo del béisbol: "Pasé la mitad de la conversación felicitándole. He crecido en una familia católica y lo que le estaba pasando no me era ajeno", explica Beane.
Tras comunicarlo a padres y amigos, Grant ingresó en la St Michael´s Abby para dos años de formación y discernimiento en los que apenas tendría contacto con el exterior. Y que no han sido fáciles: "Muchas veces me gustaría salir a tomar una pizza o a dar una vuelta con los amigos. Es ahí cuando tienes que elegir estar aquí, más que seguir tus impulsos", explica.
Es la vieja disyuntiva de San Pablo: "Cosas que debemos hacer y son buenas para nosotros no las queremos hacer, y cosas que son malas para nosotros nos gusta hacerlas. Es algo irracional. La oración es lo mejor para nuestra alma, pero a veces no apetece rezar. Es como un padre, que ama a su hijo, pero cuando tiene que levantarse de madrugada porque llora, no le apetece ir a consolarle. Lo hace porque es lo que debe hacer. Eso es el amor. El amor no es un sentimiento. Es una decisión".
Y él tomó la suya: "En cierto sentido, es un milagro. No es normal abandonar algo por lo que has trabajado toda tu vida, y que millones de chicos en el país querrían hacer. ¿Qué es lo que pasa? Es la acción de la gracia y del amor de Dios. Por eso pasa. Pienso mucho en ello. Por alguna razón, Dios me eligió".
Ahora Grant espera saber si Dios quiere de él que, además de monje, sea sacerdote: "Si Dios no quiere que lo sea, no lo seré. Hay que vivir al día. El futuro no está en nuestras manos. El pasado ya pasó. Todo sucede ahora. Cada día tienes que levantarte y elegir estar aquí".
Es la elección que cada día, a las cinco de la mañana, convierte a Grant Desme, antigua promesa estelar del béisbol, en fray Mateo, monje premonstratense escondido para todos salvo para Dios.