Hoy es sor María Jerusalén de Cristo Crucificado, O.S.C., pero, hasta hace muy poco, todos la conocían como Denise Burciaga. Con 32 años, nacida en San Diego, California (EE.UU), del Camino Neocatecumenal, tercera de tres hermanos y padres mexicanos, acaba de tomar el hábito como monja clarisa en el Real Monasterio de Santa Clara de Allariz, un pueblo de Orense (Galicia, España) de unos 6000 habitantes.
ReligiónEnLibertad acaba de charlar con sor María para que nos cuente cómo una californiana, un día, decide abandonar el envidiado "estado dorado", sus maravillosas playas, el surf, los impresionantes parques de atracciones o las taquerías, tan comunes por toda esa zona del país, para hacerse monja de una orden con 800 años de historia (casi cuatro veces más que los que tiene EE.UU), en un lugar remoto como España, al otro lado del "charco".
Aquella peregrinación a Roma
"Yo estudié en San Diego State University y saqué mi carrera en Comunicación, pero al no encontrar un trabajo que me satisficiera, fui buscando otros trabajos. Los últimos dos años antes de venir al convento trabajé como administradora en clínicas de dentista y me gustó mucho", nos comenta Sor María.
Así como se alejó de la comunicación, también lo hizo, poco a poco, de la fe. "Aunque en mi familia éramos católicos, no practicábamos mucho nuestra fe. De pequeña íbamos a misa los domingos y ayudábamos en unos grupos de la parroquia, pero yo lo fui dejando", relata. Hasta que con 26 años, en una peregrinación, se cruzó Dios con ella, por medio del Camino Neocatecumenal.
"Mi tía y mi madre fueron las primeras en entrar en una comunidad; me invitaron a ir, pero solo fui a las primeras catequesis y no regresé, porque no parecía que fuera para mí. Después de hacer mi vida me encontré hundida, ya no sabía qué hacer, me sentía muy sola. En este tiempo comencé a ir a las eucaristías de las Comunidad Neocatecumenal, y después de una peregrinación a Roma decidí entrar a una comunidad", recuerda.
Con el paso del tiempo, la joven Denise empezaría a descubrir el regalo de la fe. "Con el tiempo, con los pasos dados en el Camino, con la ayuda de mi comunidad y de mis catequistas fui conociendo lo que es la verdadera Iglesia, y comencé a sentirme amada por Dios y mucho más perdonada de todos mis pecados. Vi que a Dios no le importaba que me hubiera apartado de él, sino que hubiera regresado, que Él siempre estaba esperando mi regreso. Conocí su amor misericordioso y así fue cambiando mi vida".
"Con la gracia de Dios ya no sentía soledad, comencé a sentirme feliz, mi familia se fue restaurando y acercando a Dios, mi vida tenía de nuevo dignidad. A los 30 años pedí hacer una experiencia porque ya me sentía lista para dar un paso en la búsqueda de mi vocación, pero nunca pensé en ser monja y mucho menos de clausura, y menos aún lejos de mi familia y comunidad", añade sor María.
Pero, fueron sus catequistas del Camino, que son españoles y que conocían a la madre superiora sor María Ángel, los que le preguntaron si quería venir a hacer una experiencia a este Monasterio de Santa Clara de Allariz. "Les dije que sí, porque al ver fotos por Internet, vi que Allariz era muy bonito y podía ser una buena ocasión para conocer el pueblo y aprovechar el viaje porque me encantaba viajar. Hice una experiencia de tres semanas en septiembre de 2022 y en esa experiencia comenzó a cambiar mi vida otra vez".
Una nueva vida que, esta vez, podía llevarle a vivir lejos de su familia, amigos, comunidad... y que supondría un choque bastante grande, ya que desconocía casi todo de ella. "Nunca había conocido un convento, no era muy religiosa, no conocía bien el Catecismo, y mucho menos de la vida de los santos. Tampoco conocía quién era San Francisco y Santa Clara hasta que llegue aquí", comenta la monja clarisa.
Volvió a San Diego, pero nada era igual. "Al llegar a casa me sentía extraña, echaba mucho de menos a todas las hermanas, y algo en mí me decía que ya no podía vivir igual. Pasaba el tiempo y continuaban estos mismos sentimientos. Hablé con mis catequistas y decidimos que sería mejor hacer una experiencia más larga, de tres meses. Regresé al convento en diciembre, y estuve hasta mediados de marzo de 2023. Regresé a mi casa y seguía resistiéndome mucho a la vocación, pero Dios me la iba confirmando de muchas maneras".
Seguir a Dios, pero "más convencional"
Aunque, de primeras, le hubiera gustado que los planes de Dios fueran más convencionales. "Yo quería seguir a Dios, pero en una vida que ya conocía. Tenía mucho miedo, muchas dudas, no quería dejar mi país, mi familia, mi comunidad. Estaba contenta con todo lo que tenía en casa. Pero la llamada de Dios es muy fuerte y, aunque tenía miedo, también me sentía muy amada", afirma sor María.
"Me costó mucho decírselo a mis padres, ya que no conocíamos casi nada de la vida de clausura, y sabía que les iba asombrar. No entendían por qué una vida tan radical, tan lejos, y por qué yo, que no soy especialmente religiosa. Les costó aceptar, pero me apoyaron, algo que para mí fue una confirmación de Dios y un gran milagro. Juntos, mi familia y yo, estamos aceptando la voluntad de Dios", añade.
Hasta que esa incipiente vocación fue madurando y Denise decidió hacerse clarisa. El pasado domingo 29 de septiembre, después de la Eucaristía dominical, tomó el habito en el Real Monasterio de Santa Clara de Allariz, rodeada de sus 20 hermanas y de los vecinos del pueblo, aunque, no solo de ellos. "Otro milagro fue que toda mi familia, y mis sobrinas, mi prima, y algunos de mi comunidad pudieron celebrar este gran día conmigo. Desde la primera experiencia, el Señor no ha dejado de mostrarme su amor, a mí y a mi familia, y sigue confirmándome la vocación. Estoy muy agradecida por la vocación, aunque no me la merezco, pero Dios es mucho más grande y su amor nunca se acaba".
"Pensaba que venir a Allariz y dejar mi familia suponía separarme de ellos, y, al contrario, los siento muy cerca y los quiero más aún; y a ellos les pasa lo mismo. Ahora vivo en paz, mi vida tiene sentido y estoy contenta", asegura.
Dios da la fuerza para todo
La charla con sor Maria va llegando a su fin pero, antes, quiere dejar un mensaje. "Yo les diría a las jóvenes de hoy que no se dejen vencer por el miedo, la soledad, angustia, las cosas materiales, o cualquier otra cosa. Y si tiene esos sentimientos, no se preocupen, que Dios te da la fuerza para vencer todo. Que tengan un corazón abierto y él te ayudara. Él te está esperando, a Él no le importa que vida llevas o has vivido. Para las que piensan que Dios no las ama o es muy tarde para acercarse a Él, están equivocadas. Dios nos ama con locura sin importar lo que hemos o no hemos hecho. Y para las que ya desean acercarse a Dios, pero se las hace imposible, no tengan miedo, vale la pena dar el paso. El amor que Dios nos quiere dar a cada uno de nosotros es mucho más grande de lo que podamos imaginar", asegura.
La monja clarisa de origen californiano no puede terminar sin dar las gracias por esta nueva vida que acaba de comenzar. "Le doy muchas gracias a Dios por cambiar mi vida y poder ser sinceramente feliz, que es lo que quiere para cada uno de nosotros. Este nuevo paso es una acción de gracias por todo lo que ha hecho por mí y para gloria de Dios. Ahora pido poder ser fiel y perseverar hasta el fin".