Todo el mundo, en todas las partes y en épocas, ha nacido con sueños. A decir verdad, muy pocos de nosotros podemos decir que los hemos tocado con los dedos. Pero aún se reduce más el número al proponer a nuestro siguiente protagonista, un joven de Barcelona que los tocó con los dedos, y que renunció a ellos cuando ya tenían más de realidad que de sueño. Hablo de Carlos Ballbé, Litus para los amigos.
Litus nació en el seno de una familia católica y, bien temprano, a la edad de cinco años, comenzó a desarrollar la afición al hockey hierba, deporte muy asentado en Tarrasa y que en su casa ya habían practicado tres generaciones.
Litus despuntó pronto, llegó a jugar en el club más importante de España y de los más punteros de Europa. Mientras triunfaba en el deporte del stick crecía también en otros terrenos como el de las fiestas, las chicas y los amigos más de noche que de día. Sin ser algo escandaloso, no era precisamente el prototipo de chico formal. Triunfador, deportista, buen estudiante, juerguista.
Pero cuando un club alemán, el campeón de Europa, vino a por él, renunció a su sueño de triunfar en el extranjero. Ese fue el primero de sus sueños que rechazó. El otro fue el de disputar los Juegos Olímpicos de Pekín. Cuatro años después Dios le ha dado otra oportunidad, ya viviendo su vocación al sacerdocio desde el seminario. Lo cuenta él mismo, dando testimonio de que Dios tiene para nosotros sueños mejores que los que puede alcanzar a soñar uno mismo.
Todo empezó a los cinco años, cuando empezó a jugar al Hockey, aunque “al principio tuve muchos problemas porque soy asmático. Llegué a tener tres cuartas partes de un pulmón inutilizado, no ya para hacer deporte, sino para cualquier cosa”.
Después de muchos tratamientos y consultas médicas, por fin se pudo reconducir la enfermedad de Litus y su carrera como jugador de hockey. Tan bien fue la cosa que desde la adolescencia ya era convocado en las categorías inferiores de la Selección de España. Era lo que se dice un crack, al menos “en el campo, pero fuera de él no tanto. Me llegaron a echar de la Selección Catalana por mal comportamiento con quince años. Me vino muy bien para madurar”.
Litus fichó por el mejor equipo español de hockey hierba, el Atlético Tarrasa, club con el que llegó a ganar cinco ligas y una Copa del Rey. “Además, fui dos veces subcampeón de Europa y otras dos veces tercero”.
Por aquel entonces, Litus ya iba formando alguno de sus sueños: “Jugar unos Juegos Olímpicos y jugar dos o tres años en una liga extranjera, en una fuerte, donde el hockey estuviese más valorado que en España”. Sin embargo, cuando ya todo estaba hecho para firmar por un potente equipo alemán, el campeón de Europa, y con un contrato formidable encima de la mesa, una peregrinación a Medjugorje cambió los planes para siempre.
Todo sucedió como cuenta el propio Litus: “La cosa es que mi padre se estaba leyendo un libro sobre Medjugorje, un pequeño pueblo de Bosnia al que peregrinan miles de personas de todo el mundo. Él me propuso ir y a mí no me atrajo para nada la idea. Aquel verano de 2005 jugamos el Mundial Sub’21 y empezamos muy mal la competición. Iba tan mal que un domingo fui a Misa y le ofrecí un pacto a Dios: le dije que si Él arreglaba ese Mundial, yo iría a Medjugorje con mi padre. Y así fue. Hicimos historia. Nunca antes una Sub 21 había hecho medalla y nosotros quedamos terceros. De modo que al volver me marché con mi padre y con mi hermano a Medjugorje”.
Su experiencia de Medjugorje le dio la vuelta a la forma de vivir su fe, hasta entonces vivida de una forma muy tradicional y superficial, como él mismo cuenta: “Yo ya creía en Dios y en la Virgen, y en todo eso, pero Medjugorje va más allá. En ese viaje tomé conciencia de la importancia que tiene el hecho de que Dios existe, porque hasta entonces yo vivía creyendo en Dios, pero como si no fuese conmigo. En Medjugorje no. Allí te das cuenta de que Dios es algo más que un ideal, de que está contigo, de que eres hijo suyo y que está ahí para todo, aunque tú no estés para nada. No sé cómo decirlo, pero le empecé a tomar en serio”.
Su conversión no fue de la noche a la mañana, porque nada más volver Litus reconoce que volvió a “hacer el ‘capullo’, a salir de fiesta, chicas, derrochar dinero, estar todo el día de amiguetes y nada de rezar… antes de Medjugorje era así y yo no le daba importancia. Pero a partir de ese viaje, a la vuelta, yo notaba algo dentro de mí que me decía: “Litus, eres libre y puedes hacer lo que quieras, pero así no eres feliz”.
Litus volvió a Medjugorje en el verano de 2006, después de haber ganado una liga más y seguir creciendo en el Hockey. Después de ese viaje, Litus ya empezó a vivir las conocidas cinco piedras de Medjugorje, rezando el rosario todos los días y frecuentando los Sacramentos, y resultó que aquel año fue su mejor año como jugador, tanto que el mejor equipo de Europa, un conjunto alemán, le hizo una oferta.
Litus tenía ante sí el primero de sus dos sueños a punto de ser cumplido. “Además había empezado a trabajar hacía poco en una empresa y se puede decir que en ese momento yo tenía todo, me podía sentir pleno y realizado. Fue justo en ese momento, cuando yo estaba en la cresta de la ola, cuando empecé a recibir algún mensaje sutil sobre el plan que Dios tenía para mí: ser sacerdote”, aunque aún Litus no lo veía de forma suficientemente clara como para dar el paso siguiente.
De ese modo llegó el verano 2007. Con el equipo alemán había llegado a un acuerdo para que le esperaran un año, y ese verano anterior a los Juegos de Pekín, era el verano de las decisiones. Sobre la mesa estaba tanto el marcharse a Alemania como el prepararse para los Juegos, y en una semana de descanso Litus decidió hacer algo impensable: “Me ofrecí a Dios”.
Pocos días después de ese ofrecimiento, Litus marchó por tercera vez a Medjugorje, su viaje más difícil: “Llegué un sábado y por la noche fui a la adoración. Aquella adoración es increíble. La explanada estaba llena de gente, pero se estaba a gusto. Expusieron al Señor y le dije: “No sé qué pasa, están pasando cosas muy raras. Yo quiero jugar limpio contigo, así que aquí me tienes, haz lo que quieras”. Ese viaje fue el cambio radical en mi vida. En todo. Lo pasé mal, muy mal, pero empecé a rezar con calma, a meterme en Dios. Yo solo le puse una condición: “Déjame cumplir mi sueño”.
Tras aquel viaje, Litus decidió entrar al seminario. Parecía que su sueño de jugar los Juegos Olímpicos se quedaba por el camino. De hecho, en 2008, Litus vio como sus antiguos compañeros ganaban una plata histórica cuando él ya estaba enfrascado con libros de Teología.
Sin embargo, la historia no se queda ahí, ya que después de haber llegado a un pacto entre el seminario de Barcelona y el Club Atlético Tarrasa, Litus ha podido compaginar estos años la práctica de su deporte favorito con los estudios, y Dios, que escuchó la petición de su hijo –“Déjame cumplir mi sueño”-, le ha dado otra oportunidad.
El próximo lunes 30 de julio, la Selección Española de hockey hierba debuta en los Juegos Olímpicos de Londres contra Pakistán, y uno de los jugadores será Litus Ballbé, seminarista de Barcelona.
Desde la Villa Olímpica, concentrado ya con la selección, Litus dice estar viviendo “una experiencia increíble, preciosa”, tratando de aportar “un valor más, no solo el ganar, sino crecer en mi vivencia de la fe, compartiendo esto con gente de tantas partes del mundo”.
Litus se despide acordándose de Medjugorje, y pidiendo oraciones a todos los peregrinos que este verano se darán cita allí: “Rezad mucho por mí en Medjugorje, para que dé buen testimonio aquí”.
Ya de paso, los peregrinos españoles rezarán para que Litus y los suyos vuelvan con un metal colgado del pecho. Seguramente, al volver de los Juegos, el propio Ballbé peregrine hasta Medjugorje para dar gracias a Dios por haberle dejado cumplir su sueño.