Frente a las playas de Nuadibú, al norte de Mauritania, se levanta una iglesia con forma de media esfera blanca y un pez en la cima. Se trata de la misión Catholique. Allí, un joven atlético y siempre sonriente sacerdote nigeriano, el père Jerome, juega al fútbol con unos jóvenes inmigrantes africanos. Mañana puede que ya no vuelvan. "Cuando llevas más de una semana sin verles, ya sabes donde están, y no puedes más que desearles suerte y rezar por ellos".
"Si la travesía se da bien, suelen llamar" explica el père Jerome, "para dar gracias por haberles acogida y para que sus familias puedan saber donde están. Tenemos un registro de llamadas y la misión les sirve también como la última dirección postal que pueden dar. Lo más duro es cuando el mar devuelve los cuerpos de los que no llegan. Si naufragan cerca de la costa, el mar suele devolverles a las playas de donde partieron. Para los que aún pensaban intentarlo, rsulta un golpe muy duro pero ni esa visión les para. Seguirán intentando llegar a las Islas Canarias en cayuco. Ya ni contamos los cuerpos que aparecen en la playa" asegura con mirada melancólica.
"Cuando llegan, me avisan, aunque sea en plena noche, vamos y los enterramos dignamente. La mayoría de ellos son católicos y en un país islamista como Mauritania no suelen ocuparse de ellos."
En la misión católica encuentran acogida, formación e incluso trabajo para no tener que emigrar. Pero, aún así, muchos quieren cruzar. Desde la misión, con las pocas ayudas que reciben, ofecen gratuitamente clases de alfabetización, idiomas, informática, formación profesional y, a los más decididos, les ayudan a montar su propio negocio con microcréditos.
Los únicos que permanecen siempre en la misión son le père Jerome con otros dos padres espiritanos y las Hermana de Betania, cuatro religiosas indias que ayudan hasta el límite de sus fuerzas. Ellas son las encargadas de la guardería de la misión, la primera y mejor de todo el territorio mauritano.
Jóvenes de Senegal, Mali, Guinea Bissau, Gambia, Nigeria, Congo, Camerún y Ghana juegan al fútbol mientras que, de lejos, otean el mar. El père Jerome sabe que tarde o temprano van a cruzar. Mientras tanto, les puede ayudar pero cuando llegue el momento y se embarquen, sólo le queda orar.