El hermano Joseph Zoettl nació en Landshut (Baviera, Alemania) en 1878 y estuvo a punto de morir al año siguiente por una dura epidemia de gripe que azotó Europa. Ese mal le hizo más fuerte, y bien que lo iba a necesitar. Cuando tenía catorce años, un hermano benedictino pasó por su pueblo buscando candidatos para irse a Estados Unidos. Joseph (Michael se llamaba entonces, antes de entrar en religión) trabajaba con su padre en una fábrica de cerveza, y no se lo pensó dos veces. Para sorpresa familiar decidió unirse a los monjes y el 27 de enero de 1892 partió de allí, para no volver nunca.
Se instaló en Alabama y ya apenas la abandonó. Contribuyó a fundar la abadía de San Bernardo, en Cullman, donde en 1897 hizo sus votos. Fue toda su vida portero en distintas casas y monasterios de la orden, y en 1911 regresó a la abadía de San Bernardo. Durante los primeros años trabajaba diecisiete horas al día, siempre tranquilo y apacible, cubriendo todas las necesidades que sólo un "manitas" como él podía cubrir.
Tan "manitas" era (y tanto se aburría con la rutina de su tarea, confesó), que un día de 1918 se le ocurrió hacer con cemento una miniatura de una iglesia, y luego una réplica de la Jerusalén evangélica. Eran de tal calidad, que se convirtieron en una fuente de ingresos para el monasterio, porque los visitantes nunca dejaban de llevarse alguna de sus obras talladas, ya fuese un edificio o un santo o una Virgen.
Y finalmente, tras haber fabricando en torno a cinco mil, en 1932 comenzó a hacer realidad un sueño aún más ambicioso. Convertir tres hectáreas que rodean la abadía en una especie de parque temático católico, donde comenzó a construir réplicas (a tamaño menor, pero en ocasiones bastante grande) de las iglesias y basílicas más famosas del mundo, integradas en la naturaleza. Entre ellas, la Plaza de San Pedro en el Vaticano. Las construía tanto con materiales nobles como el mármol, como con cemento o loza de baño o cualquier material de los que la gente del lugar -e incluso de fuera de Estados Unidos-, conocedora de su habilidad, le hacía llegar: azulejos, metales, incluso bisutería.
Llegó a fabricar 125 en los treinta años siguientes, hasta su muerte el 15 de octubre de 1961. La última la había rematado tres años antes, ya octogenario, y fue una copia de la basílica de Lourdes.
El lugar, conocido Ave Maria Grotto (grotto es gruta, pero también miniatura o pequeña imagen devocional) es un importante destino turístico, y un recordatorio de las bellezas arquitectónicas con las que el hombre ha querido honrar a Dios en el templo, así como recreaciones de escenas bíblicas como el arca de Noé o la Torre de Babel.
Una vida sencilla de un hermano lego inflamado de amor a Dios dejó al final una sofisticada muestra de arte religioso: su legado para la historia.