La de Pedrito es una historia de fe y esperanza en medio de la enfermedad, tanto de este niño madrileño de 11 años como de su propia familia, que se ha abrazado a la Cruz y a la comunión de los santos para afrontar esta dura prueba.
Pero lo que no podían esperar es que en una situación de un cáncer terminal la apabullante alegría y fe de Pedrito fuera también un torrente de conversiones y hasta de bautismos en el propio hospital en el que ha estado hospitalizado.
Su historia ha dado la vuelta a todo el mundo ha provocado una enorme cadena de oración que está permitiendo a todos vivir un “milagro” diario, pues según los criterios médicos iniciales ya no debería estar aquí. Y sin embargo, ahí sigue, sonriendo y transmitiendo alegría y esperanza a todo aquel que se acerca a él.
Su historia la recoge en Alfa y Omega José Calderero, y para conocer mejor a Pedrito es importante observar cómo ya antes de nacer su vida ya parecía marcada. A sus padres les dijeron que no podrían tener hijos, pero un día de Navidad supieron que ella estaba embarazada. Pocos días después, Carla y su esposo se fueron en coche de Madrid hasta Lourdes para dar las gracias a la Virgen
“Hacía un frío terrible y no había nadie en la gruta. Yo fui a poner una velita y mi marido apareció con un velón enorme”, rememora Carla. Y la Virgen respondió de inmediato a este ofrecimiento de las dos velas porque poco después supieron que tendrían mellizos. Así nacieron Pedro y Catalina y un tiempo más adelante Jaime.
La vida de la familia siguió su curso normalmente durante años hasta el pasado mes de septiembre. Pedro tuvo dos días de fiebre y todo parecía solucionado cuando en la PCR dio negativo.
Sin embargo, Carla intuía que algo no iba bien y tras mirar a su hijo decidió que debían ir al hospital. A Pedrito le hicieron varias pruebas y había un trasiego constante de médicos, lo que parecía confirmar aquella intuición materna.
Además, les dijeron que debían ser trasladados rápidamente al Hospital Gregorio Marañón. La madre de Pedrito reconoce que “aquella noche no pude dormir, la angustia no me dejaba. Fue como en Getsemaní. Le decía al Señor: ‘Aparta de mí este cáliz’”.
Pero con la llegada del nuevo día el miedo de Carla se fue transformando en un abandono al Señor llegando al convencimiento de que “si tiene que ser así, dame la fuerza para sobrellevarlo” y ”a partir de entonces –agrega- me invadió una gran paz”.
Pedrito, durante una misa en el colegio Everest
Las pruebas a esta familia sólo acababan de empezar. Faltaba aún recibir el diagnóstico definitivo. Pedrito sufría un cáncer incurable. Fue un auténtico mazazo. Su madre cuenta que “me dijeron que no se le podía operar porque el tumor era demasiado grande y que, además, nadie en su sano juicio lo haría cuando el niño tenía también afectados los pulmones”.
De nuevo, se empeñaron en luchar y que los médicos, al igual que en su supuesta infertilidad, volvieran a errar. “Nos pusimos a rezar como locos y a pedir oraciones a todo el mundo” y los ruegos volvieron a ser escuchados.
De hecho, Carla relata que de pronto “apareció de la nada un ángel en forma de jefe de Trasplantes del Hospital de la Paz”. Se había enterado del caso de Pedrito y se mostró dispuesto a operarle aunque advirtió a la familia “de que la operación tenía mucho riesgo y de que no le salvaría porque tenía otras partes del cuerpo enfermas…”.
Pero su madre, abandonada totalmente en las manos de Dios le contestó: “Entonces lo que hay que hacer es rezar con más fuerza”.
Pedrito, del que dijeron que no podía ser operado, finalmente pudo ser intervenido el 20 de noviembre. A la misma hora tres sacerdotes celebraban misa en la capilla del hospital de La Paz. Estos religiosos visitaban de manera frecuente al niño y a su familia, ya fuera para darle la comunión o atenderle espiritualmente.
También a la vez –cuenta Carla-“comenzó un rosario diario por Zoom, a las 20:00 horas, al que se apunta muchísima gente”. La cadena de oración seguía creciendo y creciendo…
Pero además de todo esto el carisma de Pedro, su alegría desbordante y su gran fe pese a su corta edad llamaron la atención en el resto de pacientes del hospital. Tanto que incluso la médico les dijo que “estábamos haciendo un bien enorme”.
La consecuencia más inesperada fue que el caso de Pedrito pudiera a su vez ayudar a numerosas personas y así fueron apareciendo uno tras otro testimonios de conversión.
La madre de Pedrito asegura que “me empezó a escribir gente que llevaba sin confesarse décadas y que, a raíz de la historia de Pedrito, habían vuelto a confesarse. O personas de otros países que se han acercado a la fe”.
El cardenal Osoro acudió a casa de Pedrito a visitarlo
Parte de este torrente ha tenido mucho que ver con la difusión de la historia a través de WhatsApp. Por todo ello, “empezaron a conocer a Pedrito como el don Pelayo del siglo XXI, como diciendo que reconquistaría el mundo para la fe”.
La historia más “impresionante” de entre todas las que se han dado es la de Mireya. Ella era la compañera de habitación del pequeño y “le impactó su alegría: ‘Jo, Pedrito, es que tú estás siempre contento’, le decía”.
La joven de 17 años veía a su compañero feliz, a pesar de la enfermedad. Pedrito le regaló un rosario y le enseñó a rezarlo. También le decía que “ellos lo rezaban todos los días a las 20:00 horas y que pedía mucho por ella”. Además, el niño le regaló también su Biblia, su vela de la Comunión hasta que un día Mireya les sorprendió y pidió el Bautismo.
Después de una breve catequesis Mireya entró a formar parte de la Iglesia el 27 de marzo. La conversión de su compañera es ya un fruto de este pequeño Don Pelayo. “Ojalá llegue el milagro de su curación”, pero en realidad “la meta es el cielo”, dice Carla sobre su pequeño Pedrito.