La cuarta beata mexicana se llama Sor María. En España, este nombre de religiosa remite a la actualmente imputada por un caso de bebés robados, de la que se dice hoy que está ingresada en la Clínica La Milagrosa de Madrid aquejada de un cuadro de ansiedad, a pesar de que la clínica descarta a ABC.es su ingreso. En México, Sor María Inés o María Inés Teresa Arias del Santísimo Sacramento es la monja que intercedió, veinte años después de su muerte en 1981, por un niño que se ahogó en una piscina y que, de forma inexplicable para los médicos, recobró el aliento y sobrevivió.

Tanto es así que el niño, que hoy tiene 12 años y que se llama Francisco Javier Carrillo Guzmán, ha «hipnotizado» directamente a México al aparecer el pasado sábado en la ceremonia de beatificación de la monja que se dice le salvó de perecer ahogado. La imagen que sorprendió al país entero fue la del niño que cuando tenía año y medio de edad se cayó a una piscina en la comunidad de El Rocío, al oeste de México en Jalisco, junto a otra religiosa que portaba un mechón de pelo de la monja. «Paquito» también se presentó en la abarrotada Basílica de Guadalupe con una reliquia de la monja salvadora y no dudó en relatar aquello que a él le habían transmitido sus progenitores: se cayó a la piscina, y se le dio por muerto por asfixia como consecuencia de una miocardiopatía hipóxica isquémica por los doctores que le atendieron. Tal y como publicó la agencia Efe del milagro atribuido a la religiosa, al pequeño no le quedó ninguna secuela.

La ceremonia, que fue oficiada por el cardenal italiano Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, sirvió para recuperar la memoria de Sor María Inés, que nació en el año 1904 y murió en Roma en 1981, poco después de encontrarse en el Vaticano con el Papa Juan Pablo II. Fundadora de las congregaciones de las Misioneras Clarisas (1945) y de los Misioneros de Cristo por la Iglesia Universal (1979), entre las obras de esta religiosa figura el haber promulgado la llegada de la orden de las misioneras hasta un país religiosamente desligado del cristianismo, el lejano Japón. Posteriormente, las monjas misioneras extenderían su acción evangélica hasta tierras de Asia, África, Estados Unidos, Iberoamérica y rincones europeos.

Las misioneras se caracterizan por ser una congregación eucarística, mariana y misionera, gozan de una vida contemplativa-activa, y tienen como base la adhesión a la voluntad divina, que es fuente de alegría. El centro de todo es Jesucristo.


El viaje reciente del Papa Benedicto XVI a México fue definitivo para la beatificación de esta cuarta religiosa en el país centroamericano. El mismo prefecto Amato leyó una carta rubricada por Joseph Ratzinger en el que se autorizaba que la mexicana fuese llamada beata y se celebre su fiesta cada 22 de junio.


Sor María Inés «unió al fervor de la contemplación de los divinos misterios el celo misionero del anuncio del Evangelio a todos los hombres», escribió Benedicto XVI en su nota leída públicamente ante la majestuosa Basílica, el principal recinto católico del país, y la imagen de la venerada Virgen de Guadalupe como testigo. Amato señaló en la homilía que la imagen de la Virgen patrona del país inspiró a predicar a Sor María Inés. El Papa bávaro avaló el milagro por intercesión de la monja clarisa al exponer que su intervención facultó que el niño «volviera a la vida».

En su homilía, Angelo Amato certificó: «Fue el amor mariano guadalupano el que infundió en el corazón de Sor María Inés el ansia de llevar a toda la humanidad a Cristo». El cardenal prefecto describió a la religiosa como «una mujer que ha encarnado totalmente las mejores cualidades humanas y espirituales de su pueblo, dignificándolo con la heroicidad de sus virtudes».
La misa duró más de dos horas; la obra de sor María Inés vivirá por siempre en la memoria de fe de los mexicanos.