“Soy hija y hermana de personas con discapacidad. Mis padres son sordos, Chiara tiene una situación muy grave que le ha quitado autonomía y que requiere de nuestra ayuda continua. En definitiva, la discapacidad está en mi ADN”, explica la hermana Verónica Donatello, franciscana alcantarina, que ya fue nombrada Caballero de la Orden del Mérito de la República de Italia por su contribución en la inclusión de las personas con discapacidad.

Sor Verónica siempre recuerda que “el italiano es mi segunda lengua. Mis padres son sordos, siempre me he comunicado, orado y soñado con la lengua de los signos”. Por ello, aprovechó esta experiencia familiar para, una vez descubierta su vocación religiosa, entregarse en esta misión tan específica de acompañar espiritualmente a los más débiles y frágiles de la sociedad.

Pero antes ella tuvo que revertir prejuicios contra la Iglesia, descubrir a Dios y enamorarse de Él. Trabajaba en una importante cadena de televisión en Milán como intérprete del lenguaje de signos. En aquellos años milaneses de libertad, autonomía, relaciones sentimentales y de no asistir a la Iglesia, empezó a madurar en ella la idea de que eso no era suficiente. El párroco de un oratorio le invitó a realizar actividades con niños con discapacidad y quedó impactada por la historia y el ejemplo de San Francisco. Entró en el convento a los 25 años, en la Congregación de las Hermanas Franciscanas Alcantarinas, segura de haber identificado el camino que podía darle felicidad y sentido.

"El Señor es un pretendiente hábil”, confiesa Verónica Donnatello. En una entrevista con Famiglia Cristiana recuerda: “Trabajaba, viajaba constantemente, pero no asistía a la parroquia, hasta que un párroco me pidió que le ayudara con unos niños con discapacidad durante un campamento de verano. Allí, por casualidad, escuché la Palabra de Dios . Y todo mi mundo se vino abajo. Empecé a hacerme preguntas". Hoy Sor Verónica es responsable del Servicio Nacional de Pastoral de las Personas con Discapacidad de la Conferencia Episcopal Italiana, así como consultora del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede.

Dos tareas que, a primera vista, parecen no tener nada que ver entre sí, pero que tienen como matriz común la capacidad de saber comunicarse con todos, incluso con quienes no pueden oír o con quienes no pueden ver. Un don que se aprende primero en la familia y luego a través del estudio.

Aunque sus padres eran muy creyentes, Verónica se alejó de la Iglesia tras la Confirmación. “A mi hermana le negaron los sacramentos debido a su discapacidad. Evidentemente el párroco no estaba capacitado, pero me quedé con una sensación de gran injusticia”, afirma.

“Mis padres, sin embargo, no hicieron de este rechazo un problema personal, al contrario, lo hicieron un don en la Iglesia. Me dijeron: esto no debe volver a pasarle a nadie. He aprendido que tienes dos caminos en la vida: o eres parte del problema y te pasas el tiempo quejándote, o te conviertes en la solución. Ellos, con mucha sencillez, supieron convertir esta historia en buena. A lo largo de los años, afortunadamente se ha avanzado mucho, pero, sobre todo cuando las discapacidades son complejas o intelectuales, es difícil permanecer delante de los límites del otro, porque los límites del otro se refieren a los nuestros. A veces, incluso en la Iglesia persiste el prejuicio de pensar que el único acceso a los caminos de la fe es el intelecto", añade.

Volviendo a su propia historia, sor Verónica relata que desde pequeña aprendió a hablar la lengua de signos italiana (ahora también internacional y francesa), por lo que el párroco le pidió que asistiera al oratorio para ayudar a los niños discapacitados. Dijo que sí de mala. En cambio, desde allí inició un camino de fe y de discernimiento , que la llevó a quedar "impresionada" por la vida de san Francisco: “Comencé a pensar que tal vez el Señor tenía algo reservado para mí, y acepté caminar con Él, aunque en ese momento no pensaba en la vida consagrada", dice.

“A mis familiares no les gustó mucho esta decisión. Sin embargo, las monjas que me acompañaron desde el discernimiento fueron muy acogedoras. En 2009, después de mi profesión perpetua, la familia también comprendió que mi alegría era plena. Si confías, el Señor no te quita los problemas, sino que también te da bendiciones"

Quienes la conocen dicen que sor Verónica es una fuerza de la naturaleza que logra unir a las personas y crear una red. En un momento se la puede ver jugando al baloncesto con niños en sillas de ruedas y al minuto siguiente traduciendo las palabras del Papa Francisco al lenguaje de señas.

Para ella, el verdadero paradigma es darse cuenta de que las personas con discapacidad también tienen deseos, no sólo necesidades. La perspectiva del deseo te devuelve tu personalidad, es un concepto más amplio, más bello. Y este enfoque crea la comunidad que somos nosotros. El eco del compromiso de Sor Verónica llegó al presidente Sergio Mattarella quien, en 2016, le otorgó el título de Caballero de la Orden del Mérito de la República.