El testimonio de David Rider está circulando gracias a que su viejo amigo Robert Duncan le convenció para grabarlo y difundirlo a través de Catholic News Agency. Se habían encontrado en Nueva York dos años antes, y de repente se tropezaban en Roma... pero David llevando alzacuellos. ¿Por qué?
Lo cuenta el mismo Rider. Empezó a bailar claqué cuando tenía tres años, y cuando llegó a la adolescencia, aunque no había abandonado la fe, no la practicaba intensamente: "El claqué era la razón de mi vida". Abrió una escuela de danza y empezó a hacer giras por todo Estados Unidos, entre ellos el célebre musical 42th Street [Calle 42].
"Quería ser un profesional del claqué durante el resto de mi vida y trabajar enseñando y actuando. Pero cuando tenía 17 años, Dios irrumpió en mi vida a través de uno de mis profesores de instituto y redescubrí mi fe católica. Se plantearon en mi vida dos opciones: el claqué o el sacerdocio", confiesa David.
"No sabía muy bien que hacer", continúa, "pero un momento muy importante fue la muerte de mi héroe, Juan Pablo II, en la época en la que estaba de gira con Calle 42. Cuando murió, empecé a saber más cosas de su vida, y sobre el desafío que hubo en su vida entre ser actor o convertirse en sacerdote. Una noche me levanté para ver su funeral junto con mi compañero de habitación. Y comprobé el impacto que había tenido en todo el mundo por hacer la elección del sacerdocio. Decidí entonces seguir sus pasos".
David Rider, que está incardinado en la archidiócesis de Nueva York aunque estudia en la Universidad Gregoriana de Roma, reconoce que ya no baila tanto como antes. "No es posible en esta vocación, ahora llevo un alzacuellos y me estoy preparando para el sacerdocio", explica, aunque, ya vestido de clergyman, demuestra en el vídeo que no ha perdido facultades. Pero sí siente que ahora, cuando baila, ya no lo hace para sí mismo ni por el placer de bailar, sino "por el triunfo del reino de Dios".
Y ahora, antes que los focos, prefiere la tranquilidad del seminario, donde sus compañeros y él sienten "la paz de Dios sabiendo que están haciendo lo que Él quiere que hagan".