Fue el boloñés Prospero Lambertini —Papa de 1740 a 1758 con el nombre de Benedicto XIV— quien reservó en 1743 el cargo de predicador de la Casa Pontificia a la orden de los Frailes Menores Capuchinos. Y el viernes 9 de marzo, cuando comiencen en el Vaticano las predicaciones de Cuaresma de este año, quien hablará ante Benedicto XVI sobre cuatro grandes doctores de la Iglesia oriental, será también un sacerdote con el sayo franciscano: el padre Raniero Cantalamessa, que desempeña este oficio desde 1980.
- No es tan difícil, porque la Palabra de Dios es inagotable. Además, san Gregorio Magno afirmaba Scriptura cum legente crescit, es decir, que la Escritura crece con quien la lee, porque el Evangelio está vivo cada vez que lo abrimos y tratamos de ponerlo en práctica. Otro elemento que conviene tener presente son los desafíos y las gracias de un determinado momento: en el Año paulino me concentré en el Apóstol de los gentiles; en el del sacerdocio me inspiré en los sacerdotes; el año pasado, caracterizado por la institución por parte de Benedicto XVI de un específico Consejo Pontificio, hablé de la nueva evangelización. Ahora tenemos el Año de la fe, con su invitación a releer la Escritura a la luz de las preguntas del hombre contemporáneo. De cualquier modo, por encima de todo, actúa el Espíritu Santo, a quien yo suelo comparar —aunque parezca irreverente— a la figura del apuntador en el teatro: allí está, pero no se ve, y sin él no se podría hacer la representación.
- Ante todo quiero subrayar que esta es la primera vez que me apoyo explícitamente en estos padres. Tal vez en otras ocasiones me acompañaron en mis predicaciones, pero ahora he querido ponerlos en primer plano. La idea se me ocurrió al leer un pasaje de la carta a los Hebreos, en el que el autor dice: «Acordaos de vuestros jefes e imitad su fe» (13, 7). Esto me sugirió que en la construcción de la Iglesia los padres de la antigüedad constituyen el segundo estrato, los que vinieron inmediatamente después de los Apóstoles. Durante las cuatro predicaciones pondré de relieve otros tantos aspectos de su realidad de maestros de fe, de su capacidad de hacernos redescubrir una fe que es preciso vivir y no sólo creer. En sus obras, de hecho, se encuentra una linfa vital, gracias a la cual están en condiciones de introducirnos en este misterio fascinante que es nuestro ser cristianos, discípulos de Jesucristo. También el Papa Wojtyła reafirmó que los padres son una estructura estable de la Iglesia, y para la Iglesia de todos los siglos desempeñan una función perenne. Se trata sólo de aprovechar los tesoros de riqueza de esta tradición.
- Me resulta difícil decir quién es el más moderno. Para ellos utilizaría la categoría de lo esencial, que se refiere a lo que nunca pasa de moda. Cada uno desarrolló uno de los dogmas fundamentales para nuestra fe: Atanasio la divinidad de Cristo, Basilio el Espíritu Santo, Gregorio Nacianceno la Trinidad y el Niseno el conocimiento de Dios.
- Si tuviera que dar una respuesta, diría que Gregorio de Nisa corresponde más a las preocupaciones actuales de Benedicto XVI, porque su investigación tiene que ver con los caminos del hombre para llegar a Dios. Cuando el camino tradicional ya no parece eficaz, entonces está el sentido del misterio, lo que la fenomenología religiosa define como lo «numinoso», el dato primario, irreductible a cualquier otro sentimiento que capta el hombre cuando se encuentra ante la revelación de lo sobrenatural. Lo «numinoso» se manifiesta en diversos grados: desde uno más tosco hasta el más puro, que es la manifestación de la santidad de Dios.
- ¡Usted quiere comparar a un enano con un gigante!