Liz Millican siempre se había considerado una «persona normal». No obstante, pensó que con 27 años debería dar pasos que le ayudasen a mejorar su vida. Lo primero, encontrar el amor de su vida. Fue Jared quien llenó ese deseo de su corazón y, tras un tiempo de noviazgo, se casaron. Y aunque formaban un hermoso hogar, había algo que no dejaba tranquila la conciencia de Liz: el tema del aborto.
En realidad, «nunca había pensado mucho sobre el tema», según sus propias palabras; incluso se mostraba indiferente. Pero tras recuperar su vida de fe, algo perdida durante la adolescencia, poco a poco se preguntaba cuál sería la postura de Dios en relación a este argumento. Lo que en un principio parecía una mera curiosidad, pronto se convirtió en una bomba que movió los cimientos de su estilo de vida.
Su razonamiento era muy simple: «Dios necesariamente tiene que oponerse al aborto» como el asesinato de un ser inocente. Y si esto era así, cualquier cosa a la que Dios se opusiese «tendría que tener un impacto negativo en la totalidad de la persona». Así que decidió buscar cómo afectaba el aborto a las mujeres.
Entró en Google y tecleó “I regret my abortion” (me arrepiento de mi aborto) y lo que apareció en su monitor la dejó atónita: «había muchísimos resultados sobre el tema… ¡Me abrió los ojos!».
En efecto, Liz encontró testimonios del tristemente famoso "trauma post-aborto" en aquellas mujeres que, valientemente, decidían contar su experiencia: «me quedé petrificada con el efecto que el aborto tiene en las mujeres». Y su sorpresa aumentó cuando constató que la mayoría de las mujeres elegían el aborto por miedo o por abandono: «Me di cuenta que tenemos que crear una sociedad que busque ayudar a las mujeres en todas las circunstancias en vez de hacerles creer que su única opción abortar».
Durante su reflexión, Liz recibió una gran influencia de su marido. Nacido de un embarazo no deseado, Jared había sido dado en adopción por su madre biológica cuando, en realidad, tuvo la oportunidad de abortarlo. Y fue precisamente el amor tan profundo que tenía por su esposo lo que le llevó a valorar en toda su profundidad la crueldad del aborto. Sólo pensar que su marido podría haber sido abortado le producía escalofríos… ¡No habría sido la misma persona sin su marido! «Nos complementamos tan bien que no creo que me haya podido casar si él no hubiese nacido».
Todo esto le llevó, por ello, a llevar su reflexión a sus últimas consecuencias. Fue a un centro de atención para las embarazadas y preguntó cuál era el motivo por el que las mujeres no dan sus hijos en adopción. La respuesta la heló el alma: la mayor parte de las mujeres creen que el aborto es socialmente más aceptable que la adopción.
Furiosa ante esta respuesta, Liz tuvo clara la conclusión: «el aborto es algo que tiene que ser ilegal». ¿Por qué? Porque las mujeres con mentalidad abortista no pueden valorar positivamente la opción de dar a su hijo en adopción: «piensan que la adopción es sinónimo de abandonar a sus hijos. El argumento pro-abortista del “¿quién va a cuidar de tus hijos?” no tiene ningún sentido. Sobre todo sabiendo la cantidad enorme de familias que están esperando para dar amor a un niño en su hogar». ¿Un botón de muestra? Sus suegros: «se sienten profundamente bendecidos con Jared». Y es la presencia amorosa de su esposo la que le hace a Liz admirar «la difícil decisión de muchas madres de dar su bebé a alguien más».
Hoy, Liz le hace un lugar en el sofá de la casa a Jared mientras ven televisión. Y siente, emocionada, la mano de su marido en su vientre, que acaricia el nuevo miembro de la familia que llegará en agosto de este año. Y el amor que experimenta hoy le hace sentir una profunda gratitud hacia aquella mujer que decidió dar en adopción a su actual marido.