Tras cinco años en manos de Boko Haram, Ruth consiguió huir, sobreviviendo a 90 días de infierno en la selva junto a su hijo de 3 años, tenido como esclava sexual de un terrorista. Lo cuenta Caterina Giojelli en Tempi:
Sobrevivió noventa días vagando por la selva de la muerte, alimentándose con hojas y agua. Ha visto morir de penuria a ocho jóvenes madres y a sus hijos, que huyeron con ella aquella oscura noche de principios de octubre. Escaparon hacia la jungla, escapaban de Boko Haram; en la memoria, las compañeras que quedaron prisioneras en el campo, como la indomable Leah Sharibu, en sus brazos los hijos que han tenido de los terroristas que las han violado y convertido en esposas esclavas. La encontraron los soldados el pasado enero, aferrada a su hijo de tres años, a los pies de una montaña rocosa en el estado de Gombe, mas o menos a sesenta kilómetros del sitio donde durante cinco años vivió como esposa y prisionera de Boko Haram. Esta es la increíble historia de Ruth, publicada por The Punch, el periódico de mayor importancia de Nigeria.
Imagen pixelada de Ruth, publicada por el diario nigeriano que la ha entrevistado.
La pesadilla de las bombas
Ruth no es su verdadero nombre, y encontrarla no fue fácil para los periodistas. El día en el que había sido fijada la entrevista, dos mujeres jóvenes armadas de artefactos explosivos atacaron a la comunidad de fieles de Shuwa, reunida para la misa dominical en la iglesia católica de San Pío. Afortunadamente, no murió nadie: la parroquia de la diócesis de Maiduguri, situada en la frontera de Borno con el estado de Adamawa, cuenta con unos diez mil fieles. Podría haber sido una masacre, pero las bombas explotaron a pocos metros de la verja de la iglesia y las kamikazes heridas fueron arrestadas. Durante el alboroto Ruth embaló su ropa e intentó escapar, convencida de que su captores la habían encontrado. Llevó tiempo explicarle que Boko Haram no había vuelto a por ella y convencerla de que hablase, asegurándole el anonimato.
La conquista de Mubi, la captura de Ruth
"Nací en Shuwa, iba a la Demonstration Primary School y a la escuela secundaria gubernamental. Pero al no tener dinero tuve que abandonar los estudios y acabé vendiendo vestidos usados en el mercado de Mubi". Ruth cuenta que tenía sólo 20 años el día en que Boko Haram atacó la ciudad y los helicópteros se alzaron en el cielo dejando caer una lluvia de bombas: ocho huyeron hacia las montañas en el desesperado intento de alcanzar la frontera con Camerún. Pero la fuga fue detenida por los combatientes. "Había un chica cristiana con nosotros. Le dijeron que se quitase la falda porque era demasiado corta, pero ella se negó. Y la mataron". Ruth permaneció apartada durante tres días en uno de los barracones militares ocupados por los terroristas para después ser transportada en un camión a la selva de Sambisa. Una vez llegados a Gwazza, mezclaron a los prisioneros de Mubi con las chicas de Chibok, obligadas a seguir a los insurgentes a cualquier parte, consideradas mercancía preciosa para negociar con el gobierno nigeriano. Una vez en la selva "nos dijeron que los cristianos son nuestros enemigos, los musulmanes nuestros hermanos y hermanas y Abubakar Shekau (líder de la secta Boko Haram) nuestro padre. Nos convirtieron al islam. Empezaron a enseñarnos la doctrina coránica dos veces por semana".
La hermana degollada, los sacos de arroz y el Corán
Ruth no tenía a nadie. Sus padres habían muerto muchos años antes de que fuera capturada y su hermana Ngozi había sido brutalmente degollada durante los raids en Mubi: estaba embarazada, se negó a abjurar de la fe cristiana y por ello fue asesinada y sus dos hijos llevados a la selva. Esto es lo que sabía Ruth de Boko Haram el día en que empezaron sus cinco años de cautiverio en la que era una ex base militar del gobierno nigeriano. Aprendió rápidamente a sustituir los vestidos usados por sacos de arroz y a alimentarse a base de fruta y pepinillos. Nunca vio a Shekau: el líder del campamento, Amir, decía que estaba en Arabia Saudita.
Abubakar Shekau, líder del grupo terrorista islámico Boko Haram, es conocido por sus amenazantes vídeos de propaganda.
"Cada vez que los soldados se iban a la guerra, nos pedían rezar con el Corán por su victoria. Cada vez que regresaban, nos decían que algunos habían muerto y que se encontraban con Alá en el paraíso". Ruth pronto empezó a pensar en el modo de escapar, "pero después di a luz a un hijo".
El parto de Adamu Mohamed
El hombre se había fijado en ella desde el día de su captura. Obligaron a Ruth a casarse con él durante una ceremonia improvisada en el campo, en el que casaron a siete prisioneras con siete terroristas. "No nos violaron, no está consentido mirar a una chica que no es la propia mujer. Hubieran matado a cualquiera a quien considerasen culpable de violación. Ni siquiera viví con el hombre con quien me casaron. La práctica era que los hombres vendrían a visitarnos y luego se irían.
Cuando di a luz, usé un trozo de chapa ondulada de hierro para cortar el cordón umbilical. No había matrona. Adamu Mohamed nació en mi celda".
La noche de la fuga
En el campo no habían sólo hombres negros, también había hombres blancos. A los enfermos, cuenta Ruth, los visitaba regularmente un médico; los niños eran adiestrados en el uso de las armas, a veces les tocaba también a las mujeres, a las que emborrachaban antes de cumplir una misión suicida. A tres chicas "infieles" les ataron bombas alrededor del cuerpo, se las llevaron y nadie supo nada más de ellas.
La oportunidad de escapar se presentó una noche a inicios de octubre, cuando el niño de Ruth tenía ya 3 años. Otras ocho chicas de Chibok habían decidido unirse a la fuga, cada una con un hijo en brazos al que tenían que alimentar. "Habían más de cien soldados de guardia. Pero la noche nos protegió, conseguimos saltar más allá del recinto y adentrarnos en la selva". Y aquí empieza la segunda parte de la historia de Ruth.
El viaje a través de la selva de la muerte
"No había comida, los niños empezaron a morir uno tras de otro. Pronto también las madres más débiles empezaron a caer en la selva. Dos meses después de la fuga seis chicas habían muerto, cuatro en un solo día. Quedábamos yo, mi hijo y otra chica cuyo hijo había muerto".
Ruth vagó durante otro mes, pensando en los cuerpos de las madres y de los hijos que habían quedado como comida para las fieras; comía hojas y bebía agua de los torrentes, "no encontramos a nadie durante todo el viaje. Por la noche oíamos el rugido de las bestias feroces, pero nunca nos atacaron".
El viaje terminó en enero de este año, los soldados las encontraron envueltas en sacos de arroz y las llevaron enseguida al hospital de la base militar más cercana. La compañera de viaje de Ruth murió justo después.
Ruth descubre que para todos estaba muerta
Una mañana, Ruth salió del cuartel, quería comprar ropa para ella y para su hijo con el dinero que le habían dado los soldados. Pero nada más pasar la verja se encontró frente a un pariente que trabajaba en los Federal Road Safety Corps: el hombre no creía lo que veía, le contó que según la familia había muerto muchos años atrás durante el cautiverio de Mubi y que habían celebrado un funeral en su honor.
"Me llevó junto a su mujer y me dio su móvil. En cuanto volví al cuartel informé a los soldados de que había encontrado a mis familiares. Me llevaron a mi casa en Shuwa. Mi tía me acogió en su casa. Estaba feliz, me sentía viva de nuevo".
«Leah está viva y reza cada día»
Cuando le contaron lo que había pasado en esos años le enseñaron la foto de Leah Sharibu, Ruth reconoció enseguida a la chica que la había ayudado durante el cautiverio. "Es Leah. Se ha negado a convertirse al islam. Un pequeño muro separaba nuestras celdas, pero pudimos hablar. Instaba a rezar y nos guiaba en la oración. Nos dijo que había sido raptada junto a otras en Dapchi, en el estado de Yobe. Después de haber dado a luz estaba fatal. Un día Leah me dijo que Dios podía curarme, me puso una mano en el vientre y rezó por mí. Lo suele hacer, reza cada día, dice que hay un Dios que vela por nosotros".
Leah Sharibu, de 15 años, fue secuestrada en febrero de 2018 junto con un grupo de niñas. Todas fueron liberadas al cabo de un mes, salvo ella, que se niega a convertirse al islam. Ruth coincidió con ella durante su cautiverio.
Ruth cuenta que en el campo consideraban a Leah una infiel, no podía comer, cocinar con las demás, no iba a las clases de ley coránica, pero como otras chicas de Dapchi, "era útil" a Boko Haram para pedir rescates e intercambiar prisioneros. Por esto no había sido maltratada ni la habían obligado a casarse con un combatiente. "Estoy segura de que sigue viva; lo estaba cuando huí. Tiene una fe indestructible y un carácter fuerte y reza siempre por todos nosotros".
El valor de Ruth
La historia de Ruth fue inmediatamente considerada verdadera por el jefe del distrito de la ciudad de Duhu, Mustapha Sanusi, llamado Jarma Mubi, que se ocupa de organizar las repatriaciones y la reintegración en la comunidad de los supervivientes y los arrepentidos de Boko Haram.
También su hermana había sido raptada por los terroristas: Ruth no solo la encontró, dando descripciones y detalles inequívocos para identificarla, sino que también contó su historia. La de una chica que como muchas otras se vio obligada a convertirse, embarazada del segundo hijo de un terrorista. Es impensable para las fuerzas nigerianas, explica Mubi, atacar en la selva, donde viven más o menos doscientas comunidades y miles de ciudadanos bajo el control de Boko Haram. Sambisa se ha convertido en un inmenso mercado de la droga. De vez en cuando, la selva expulsa a algún deshecho humano, toxicodependiente o desesperado. A veces a chicas como Ruth, con un hijo de tres años y un valor más grande que el terror.
Traducción de Elena Faccia Serrano.