Desde niña le gustaba su pequeña iglesita, donde cantaba en el coro y acudía a la "Escuela dominical". "Para mí la iglesia era un lugar hermoso con preciosas ventañas con vidrieras, un lugar donde todos sonreían, felices y siempre estaban alegres de verme", escribe en un testimonio publicado en The Coming Home Network (http://chnetwork.org) .
"Mi modelo espiritual era mi maravillosa abuela, que estaba -y seguro que sigue estando- en muy buena relación con el Altísimo. Esta mujer, cuando detectó un bulto en su pecho, se puso de rodillas y rezó toda la noche, y al día siguiente el bulto desapareció. Aunque tenía muy pocos ingresos, pagaba el diezmo. Pasaba la mayor parte de su tiempo visitando a ´los ancianitos´, aunque a menudo ella era más anciana que los que visitaba. Su gozo en el Señor era obvio".
Aunque los metodistas bautizan a los bebés, los padres de Molisa decidieron no hacerlo con ella. Su madre la llevaba a la iglesia con la abuela, aunque no se quedaba en el servicio religioso con ellas. A los doce años, leyendo "The robe", de Lloyd C. Douglas, quedó convencida de la historicidad de los evangelios y de Jesucristo y su Resurrección. Se bautizó en la iglesia, con su abuela a su lado, sin comentárselo a sus padres... su madre lloró, no por el bautizo, sino porque no la habían avisado.
Molisa se casó con un chico de otra comunidad metodista, nieto de pastor, y tuvieron un hijo. Molisa ejerció muchas funciones en la parroquia metodista: profesora de escuela dominical, superintendente de la escuela, directora del campamento bíblico de verano, tesorera, etc...
Estudió matemáticas e informática en una universidad Baptista del Sur, donde conoció en profundidad la teología y práctica baptista, pero ella se mantuvo firme en la tradición metodista.
Con su hijo ya en el instituto, su matrimonio se rompió. Y después, en 2004, se sumaron muchas duras pruebas. Su madre, de 89 años, a la que cuidaba, enfermó y murió. Su hijo vivía en otra ciudad. Su padre y su hermano habían fallecido años antes. Y un hombre con el que había estado saliendo durante un año anunció que la dejaba por otra persona. Y su trabajo como profesora de informática se veía amenazado por los problemas del colegio en el que estaba. Tenía 53 años, y su vida familiar, emocional y laboral estaba empapada de incertidumbre. Incluso encontró muerto en la cocina a su gata, "que había sido mi compañera constante en todos mis problemas".
Cayó en una depresión. Hizo tres sesiones de terapia que le ayudaron algo, pero eran caras y su terapeuta le aseguró que no podían ayudarle más. En otoño de 2005 la depresión se agudizó aún más, agravada por serios problemas financieros. En su grupo bíblico comenzó a hablar abiertamente de pensamientos de suicidio. En varias ocasiones su grupo oró por ella, rodeándola e imponiéndole las manos, sin efecto aparente. "Yo pensaba estar más allá de toda ayuda y esperanza", recuerda.
Fue en esa situación cuando se encontró en la televisión con una película sobre Juan Pablo II, "No tengáis miedo" (Have no fear, un telefilme de Jeff Bleckner, de 2005). "Viendo esta película, tuve una extraña sensación de paz, algo que llevaba tiempo ausente de mi vida. No fue por ninguna discusión teológica ni nada similar, de hecho no recuerdo qué es lo que me daba paz en esa película. Fuese como fuese, me pregunté si la Iglesia Católica podría ayudarme".
¿Qué sabía Molisa del catolicismo? Nada. Tenía algún pariente católico, pero nunca habían hablado de religión. Solo había estado en una iglesia católica una vez, para un funeral. Sus amigos baptistas le habían hablado mal del catolicismo, pero no su familia ni conocidos metodistas. "Sabía que los no católicos no podíamos comulgar en celebraciones católicas, y que el tipo al mando allí se llamaba Papa, y nada más", explica Molisa. "Todo lo que sabía es que algo en esa película me confortaba".
En enero de 2006 se decidió: llamó a la única persona católica que conocía en la zona y decidieron ir juntas a misa.
"Todo me confundía. Como protestante, estaba acostumbrada a recibir un folleto nada más entrar con el orden del servicio, los números de los himnos... pero no me dieron nada así. Miraba a mi alrededor y no veía que nadie consultase ningún texto durante el servicio. Me parecía que todo el mundo se había memorizado el orden de adoración, y nadie estaba inclinado a decirme lo que iba a pasar. El culto además tenía muchos más elementos pequeños que un servicio metodista típico: levantarse, arrodillarse, inclinarse, sentarse, varios movimientos extraños con las manos, recitados de una liturgia misteriosa, etc..."
"Para abreviar: me sentí como una visitante no bienvenida, confundida y extrañada. Si de mí hubiese dependido, no habría vuelto nunca. Pero al parecer Dios tenía otros planes".
Molisa intentaba pasar desapercibida, levantarse cuando todos lo hacían, sentarse como todos... y arrodillarse cuando lo hacían los demás. "Todos se arrodillaban, y un muchachito tocaba una campanita, algo que me pareció muy extraño, así que yo también lo hice".
"En ese momento, durante la oración eucarística, fue como si una mano gigante e invisible llegase a mi mente y quitase todos los sentamientos y pensamientos malos que me habían sido mis constantes compañeros durante años. El cambio fue instantaneo y total. Quedé aturdida".
Durante la semana se sintió mucho mejor, pero al pasar los días volvían los pensamientos lúgubres."Así que decidió volver a la iglesia católica ese domingo para otra dosis. Seguía sin entender el culto, pero cuando me arrodillé y sonaron las campanas, recibí de nuevo la misma sanación que la semana previa. Y de nuevo, al avanzar la semana, volvió parte de la depresión, aunque no tanta como antes".
Descubrió que no recibía esa sanación en los servicios metodistas. Ni tampoco en la misa en otras parroquias católicas, a las que acudió. La recibía solo en esa parroquia, durante la consagración, y cada semana era más eficaz. "Parece que Dios quería que fuese a esa parroquia cada domingo", afirma hoy. El templo ni siquiera tenía vidrieras bonitas como a ella le gustaban.
Pasaron los meses y la sanación se demostró definitiva. Sin terapia, se había ido la depresión. Y ya no tenía experiencias especiales durante la consagración. "Me convencí de que Dios me quería en la Iglesia católica". Empezó las clases para adultos en otoño de 2006 y fue recibida como católica en la vigilia de Pascua de 2007.
Excepto algunos amigos de tradición baptista muy anticatólica, casi todos sus amigos protestantes admitieron que el cambio de Molisa era evidente y positivo: volvía a reir, a cantar, a vivir con esperanza. "Sigues una columna de fuego, como Moisés", reconoció una de sus responsables de grupo metodista.
Al contrario que otros conversos del protestantismo, que llegan al catolicismo después de mucho estudio bíblico, patrístico e histórico, con esfuerzo y sufrimiento, Molisa tenía clara su decisión antes de ponerse a estudiar los temas conflictivos. Ya lo había vivido en misa.
¿La Asunción de la Virgen? No hay reliquias de su cuerpo, y según la Biblia también Elías fue llevado al Cielo... ¿por qué no? ¿La Biblia? Descubrió que en cada misa dominical hay tres lecturas bíblicas, cuatro si cuentas el Salmo, mientras que en un servicio metodista se trata un solo texto. ¿El Purgatorio, la presencia real en la Eucaristía, la virginidad perpetua de María? Todo tiene base bíblica.
Sólo le molestaban (y le siguen molestando cuatro años después) aspectos menores de tipo cultural: "añoro la escuela dominical, la música alegre y animosa, la atmósfera alegre de la iglesia protestante; nunca me gustará el canto gregoriano. El ambiente en una iglesia católica se supone que ha de ser reverente, lo que está bien, pero a menudo me parece más bien lúgubre".
Sin embargo, valora enormemente "el valor espiritual del sufrimiento" en el catolicismo, mientras que "encuentro que la teología protestante es de muy poca ayuda en este tema".
Molisa lamenta oir comentarios anti-católicos por parte de protestantes, y también lamenta los comentarios anti-protestantes por parte de católicos. "Tenemos demasiadas batallas espirituales que librar contra nuestro Enemigo como para desperdiciar nuestro tiempo peleando entre nosotros. Rezo para que los fieles a ambos lados del abismo católico-protestante encuentren una forma de estar más cerca en espíritu".
Molisa es hoy profesora de Ciencias de Computación en la Universidad estatal de Dickinson, en Dakota del Norte. Estudia los efectos de la informática en la vida moderna. Acude a la parroquia de St Patrick y toca en la banda musical de la parroquia.