Para el colombiano Lorenzo Ovalle, su propia vida es la prueba de que "el amor de Dios es completamente incondicional". En su caso, ser educado en una familia profundamente católica no impidió que durante su juventud abandonase la fe e incluso se opusiese a ella, ya fuese expresamente o a través de prácticas esotéricas. Sufrir las consecuencias -entre ellas, no poder si quiera coger un rosario- le hizo ser consciente de que si quería alcanzar su sueño, tenía que hacerlo desde la fe.
Desde su infancia, la familia de Lorenzo siempre le remarcaba la importancia de volverse "loco por el Cielo", a lo que contribuyeron los colegios católicos donde estudio.
Pero conforme crecía las dificultades comenzaron a llegar. Una de ellas, explica a El Rosario de las 11 pm, fue una primera depresión que sufrió antes de la adolescencia. Agravada por las prolongadas ausencias de su padre, piloto de aviones comerciales, Lorenzo la hizo frente "profundizando en la oración y pidiendo a Dios" que cambiase su vida.
Sus oraciones fueron escuchadas cuando, tras unos años fuera, volvió a Bogotá. Allí fue a un buen colegio, pronto hizo buenos amigos, la depresión terminó… y conforme su vida mejoró, acabó mutando su fe firme y confiada en otra donde "acogía a un Dios bombero al que acudía solo cuando necesitaba algo".
"Descontrol": de la pérdida de fe al alcohol y el esoterismo
Una decisión que coincidió con sus 16 años, cuando empezó a tener una vida de fiesta y ocio sin límite. "Llegó un momento que abandoné mi fe y el alcohol se volvió el centro. Mi vida se volvió un descontrol", recuerda.
Aunque terminó por ponerle freno a su consumo, la fe no volvió a ocupar el peso que tuvo en su vida, limitándose a visitar una vez al año los campamentos para niños sin recursos de la Asociación Santa Cruz.
Entonces se presentaron en su vida dos personas que le marcarían los caminos por los que podía edificar su vida. Recuerda que una de ellas fue una amiga del colegio, que "desapareció el fin de semana y volvió como con luz en los ojos, radiante, enloquecida desde mi punto de vista, diciendo que había hecho un retiro -Effetá- donde conoció el amor de Dios".
La alternativa se la mostró su primera novia. Y fue la que decidiría seguir.
"Tuvo un viaje a Estados Unidos para aprender cómo podía usar el don de sanación, que le aseguraron que tenía. Tenía que ver con toda la Nueva Era y el esoterismo. Llegó de su viaje y me enseñó a hacerlo con chakras, péndulos, cuarzos y energías. Vi como sus sesiones funcionaban, curaban a las personas y empecé a creer", relata.
Effetá, al rescate
La relación no tardó en mostrar signos de resentimiento cuando, por segunda vez, su amiga le invitó al retiro de Effetá. En esta ocasión accedió, buscando algo de esperanza.
"Entré hablando de los cursos de sanación de mi novia y tuve el acompañamiento de un adulto que me hablaba y me contaba sobre sus años de sufrimiento en el esoterismo, una puerta que cuando abres es difícil de cerrar", recuerda.
Los retiros de Effetá son conocidos por la "inyección" efusividad en la fe de quienes asisten y su caso no fue una excepción. Recuerda que cuando acabó se sorprendía "cantando canciones" y viéndose "loco por el amor de Dios". Tanto que al reencontrarse con su novia se sintió "entre la espada y la pared, entre Dios y ella"… y eligió la fe.
Muchos notaron el cambio y crecimiento espiritual que siguió al retiro, especialmente sus padres, y se involucró por entero en Effetá, hasta el punto de liderar una de las parroquias donde estaba asentado el movimiento.
Consecuencias: "La música religiosa me generaba rabia"
Pero Lorenzo había dedicado un tiempo largo al esoterismo y, aunque al principio no percibió ninguna relación, las consecuencias comenzaron a materializarse en su vida.
"Empezaron a pasar muchas cosas. Me sentía agobiado, con ansiedad, todo me salía muy mal. Llevar el rosario en la mano me molestaba, las música religiosa que escuchaba me generaba rabia, de noche siempre sentía a la misma hora que me ahogaba. No entendía como en mi vida me pasaban cosas negativas y tan frecuentes", recuerda. Algo semejante le ocurría en sus prácticas de piedad, que aunque quería continuar, se sentía cada vez más impedido para llevarlas a cabo.
Providencialmente, en una de aquellas noches, fue invitado a un rosario donde le presentaron a una mujer conocida por sus dones carismáticos.
"¿Qué es eso que tienes en el cuello?", le preguntó nada más verle. Sorprendido y sin saber a lo que se refería, continuó hablando con ella.
Libre de las ataduras esotéricas
"Me dijo que se le vinieron a la mente cosas de mí vida, como un cuarto -que por las indicaciones reconoció de inmediato como el de su exnovia- con una imagen mía rodeada por velas en el escritorio", explica.
Cómo podía aquella mujer conocer con datos tan precisos algo que solo él sabía le dejó tan incrédulo como cuando le aseguró que sufría de un "cuello esotérico", un tipo de atadura new age.
Acto seguido le invitaron a someterse a una liberación, en la que asegura haber vivido un "descanso en el espíritu" y donde quedó plenamente liberado de los episodios vinculados a sus prácticas. "Todo empezó a cambiar para bien y me di cuenta de que la gracia de Dios obra de forma incondicional, por más que uno haya estado alejado de Él", asegura.
Aunque su vida presenció "un cambio de 180 grados", las recaídas en la depresión, el recurso al alcohol y otras dificultades no desaparecieron. Mientras, sentía cada vez con más intensidad que sus anteriores prácticas de fe no eran suficientes para hacer frente a las dificultades. Necesitaba algo más.
Lorenzo, junto a su novia y amigas de Hakuna Colombia.
En Hakuna, evangelizador y "loco por Dios"
La pieza que faltaba llegó al conocer a su novia Gabriela, cuando le presentó Hakuna.
"Creía que era solo un grupo de música, pero al ver las escapadas, al Santísimo expuesto en la naturaleza, jóvenes de todos los lugares… yo quería algo así", admite.
Tras una "escapada" de su novia a México con Hakuna, decidió involucrarse activamente en el movimiento fundado en 2012 de la mano del sacerdote José Pedro Manglano y que desembarcaba en Colombia.
"Ha causado en mí algo que no puedo expresar con palabras. Me siento un loco por Dios, encontré una forma de expresar mi fe sin condiciones y sin medida. Una fe que no la profeso solo, sino con una cantidad enorme de gente `loca por Jesús´", explica.
Hoy, Lorenzo dedica todos sus esfuerzos a preparar su gran "sueño y vocación" de vida, el matrimonio y la paternidad, así como a divulgar el apostolado de Hakuna y la evangelización en sus redes sociales.
"Siento que hace mucha falta mostrar a Dios en lo cotidiano, dar gracias por absolutamente todo, dedicar un tiempo cada día a visitar al Santísimo y volver la mirada a lo importante. Sigo luchando con muchas cosas, me siento un pecador y pido a Dios que me dé su gracia para entender y sobrellevar mi debilidad. Le pido que me ayude a entender sus tiempos y mi sueño más grande es tener una familia. De Él dependen los tiempos", concluye.