Las autoridades británicas han desclasificado los documentos sobre la intervención de la Santa Sede para poner fin a la huelga de hambre de los presos del IRA en 1981.

Juan Pablo II envió como representante a negociar con el gobierno de Londres a su secretario, monseñor John Magee, irlandés que había tenido el mismo cargo con Juan Pablo I y con Pablo VI y fue consagrado obispo de Cloyne seis años después.

El 28 de abril de 1981 se desplazó hasta la cárcel de Belfast donde se encontraba Bobby Sands, y según los informes ahora desvelados el líder terrorista estaba dispuesto a abandonar su actitud si el ejecutivo de Margaret Thatcher accedía a entrevistarse con él por medio de un representante, en presencia de dos sacerdotes y otros tres presos que harían las veces de testigos.

Londres se negó en rotundo, y Sands murió el 5 de mayo, tras 66 días sin ingerir alimento, y fue enterrado con una cruz que le llevó monseñor Magee como regalo de Juan Pablo II. La reclamación del IRA buscaba mantener el estatus privilegiado de sus presos como "políticos" diferenciados de los comunes.

Otros nueve terroristas murieron antes de que en octubre se llegase a un acuerdo, durante unos meses que provocaron un incremento de la tensión entre las comunidades protestante y católica de Irlanda del Norte.

En otra huelga similar el año anterior, la primera ministra había escrito a Juan Pablo II explicándole que no pensaba ceder, y que cualquier medida en favor de los presos sería tomada como un signo de debilidad y aprovechada por los terroristas. En consecuencia, le pedía que intentase disuadirles de continuar con su actitud. Entonces el Papa tuvo el éxito que un año después fue imposible repetir.


Los documentos desclasificados revelan también que el primer ministro irlandés, Garret FitzGerald (1926-2011), pidió al cardenal Tomás O´Fiaich (19231990), arzobispo de Armagh y primado de Irlanda, que la Iglesia suavizase su política de pedir una educación católica para los hijos en caso de matrimonios interconfesionales. El político solicitaba este cambio porque consideraba que contribuiría a la paz en la región.

Al poco tiempo, los obispos irlandeses anunciaron que pospondrían la publicación del directorio que preparaban al respecto, una decisión que FitzGerald valoró positivamente como "significativa" tras entrevistarse con Thatcher en noviembre.

Dos años después, en 1983, se publicó el anunciado directorio, que mantenía la obligación del cónyuge católico de educar a los hijos como tales, pero insistía en que la responsabilidad de su educación religiosa debía ser "conjunta".